domingo, 24 de abril de 2011

Carlos de Haya, el ángel del Santuario.

Carlos de Haya
Hablar de Carlos de Haya es hablar de un inventor, de un hombre record, de un gran aviador, pero sobre todo, es hablar del ángel de la guarda de los asediados en el Santuario de la Virgen de la Cabeza.


Nacido en Bilbao en 1902, con 16 años ingresa en la Academia de Intendencia, saliendo como Alférez tres años después como número 2 de su promoción. Tras un primer destino en Burgos, pronto siente la llamada africana y parte hacia Marruecos, donde a pesar de no ser de un arma operativa, no por ello es ajeno al peligro, pues en aquella época y en aquel lugar, todo el mundo vivía al filo de la navaja. Y, tener que llevar convoyes a las zonas más calientes, siendo así objeto predilecto de las balas enemigas, no era algo carente de dificultad.

Será en 1925 cuando empiece su carrera como piloto, al ir a Albacete a hacer el curso civil, para continuar su transformación en Cuatro Vientos y titularse en la 27 promoción de pilotos militares. Retornó enseguida a África para continuar participando en la guerra, esta vez realizando bombardeos a posiciones enemigas, con un solo paréntesis de dos meses en el que se sacó el curso de piloto de hidroaviones. En esta época conoce a otros grandes aviadores como García Morato y aún estando en guerra, aprovecha para perfeccionarse y realizar cursos de paracaidismo, radiotelegrafista y mecánico de avión. En 1927, en una de las últimas acciones de la guerra, es herido en su avión, siendo por ello citado como distinguido.

Una vez finalizado el conflicto africano, se vuelva en la faceta de aviador deportivo consiguiendo tres records del mundo de velocidad, el de 2000 y 5000 kilómetros sin carga y el de 2000 kilómetros con 500 kilos de carga comercial. Otras hazañas que consiguió fueron la primera vuelta a España de noche, la vuelta a Europa en avioneta de 80 cv, y el vuelo directo de Sevilla a Bata (Guinea Ecuatorial), atravesando 4.500 km. y 27 horas de vuelo. Por esta última hazaña y sus records recibió dos Harmon Trophy, que es un prestigioso trofeo mundial que se da una vez al año a los aviadores más destacados. Además recibió el Diploma de Honor y la Medalla de Oro de la Liga Internacional de Aviadores.

Como inventor ideó un integral giroscópico conocido como “integral Haya”, que donó al gobierno, un calculador de vuelo y una bomba H de metralla incendiaria. Para el que quiera saber más sobre sus records e inventos recomendamos la siguiente web dedicada a su figura:

www.carlosdehaya.com

Pero donde este piloto se cubrió de grandeza fue con su actuación en el asedio del Santuario de la Virgen de la Cabeza. Independientemente de ideologías, la labor humanitaria de este hombre para abastecer a una posición llena de mujeres y niños, es indudable. Realizó más de 90 vuelos y dejo claras muestra de su ingenio de inventor. Para que los paquetes que lanzaba al santuario no se destrozaran al caer, los ponía en cestos que ataba a las patas de unos pavos vivos, que al empezar a aletear para conseguir alzar el vuelo, amortiguaban la caída de estos suministros. Además al caer, los propios pavos servían de víveres a los asediados.

Tras la caída del santuario, es agregado al grupo de cazas italianos “Aso di Bastoni”, por lo cual se le dota con un moderno Fiat CR32. En la Batalla de Teruel, volviendo rápidamente de Bilbao, donde había asistido al funeral de su madre, se estrella contra un avión republicano y muere. Había volado una media de 40 horas mensuales en los 19 meses que había participado en la guerra, algo superado solo por Ángel Salas Larrazábal. Su muerte causó una honda pena en la aviación española, tanto en su bando, como en el contrario, en el que había varios de sus alumnos de la Escuela de Mecánicos de Aviación, donde había sido profesor y donde era aborrecido por los servicios médicos, pues los mantenía despiertos hasta las tres de la madrugada, mientras sus alumnos hacían practicas nocturnas. Una muestra de su carácter, como cuando se negó a llevar al General Franco, del que era piloto particular, tras haber participado en el paso de tropas por el estrecho al inicio de la guerra, cuando este le pidió realizar un viaje en unas peligrosas condiciones meteorológicas. Una vez se hubo negado, hizo el solo el mismo trayecto, para demostrar que no era por falta de valor, sino por responsabilidad y por la seguridad del jefe del bando nacional.

A título póstumo recibió la Laureada de San Fernando y la Medalla Militar Individual.

La guerra y su muerte, junto a la de otros ases, impidieron que la aviación militar española hubiera seguido el gran desarrollo que llevaba, en vanguardia del mundo en muchos aspectos.

En este pequeño corte de la película El Santuario no se rinde se puede ver como el Capitán Carlos de Haya era él ángel del Santuario.
Bibliografía:
http://www.carlosdehaya.com/

martes, 19 de abril de 2011

Los otros héroes de Monteleón. El Teniente Ruiz y el joven cadete Juan Manuel Vázquez.

Dentro de la ignorancia de nuestro pueblo, esa que aquí tanto criticamos, hay algunos hechos, que si bien no por todo el mundo, ni mucho menos, son bastante conocidos. Uno de estos es la defensa del Parque de Artillería de Monteleón en el 2 de mayo madrileño. Los capitanes artilleros Daoiz y Velarde han pasado a la historia como merecidos protagonistas de estos acontecimientos, pero hay que reseñar y honrar la memoria de todos los civiles y militares que allí murieron; y queremos hoy rescatar la memoria de dos personajes, que aunque recordados por unos pocos, merecen mayor atención de la que han tenido. Son el Teniente Jacinto Ruiz Mendoza y el cadete Juan Manuel Vázquez y Afán de Ribera, ambos de la gloriosa arma de Infantería.


Estatua al Teniente Ruiz en Madrid
El Teniente Ruiz había nacido en Ceuta, hijo de un Subteniente de Infantería destinado en esta ciudad española. Con 26 años ingresa como cadete en el Regimiento Fijo de Ceuta. Cabe destacar, que al no haber en la época academias militares, los futuros oficiales ingresaban como cadetes en unidades en las que empezaban su aprendizaje militar. Con 21 años, en 1800, es nombrado segundo Subteniente, y al año siguiente Subteniente en el Regimiento de Voluntarios del Estado, de guarnición en Madrid, donde alcanzará el grado de Teniente en 1807. Llegados al famoso 2 de Mayo, Ruiz se encontraba en cama en su domicilio debido a unas altas fiebres. Eso no le impidió que al empezar a oír los disturbios que empezaban a producirse por las calles de la capital, se incorporara del lecho y se dirigiera presto a su cuartel. Una vez allí, su Coronel, ante las presiones populares y del Capitán Daoiz, decide enviar la 3ª Compañía del segundo Batallón a reforzar el Parque. Pero no las enviaba para luchar contra los franceses, sino para controlar a los civiles exaltados. Una vez allí, Ruiz, desoye las órdenes de su Capitán y se pone a las órdenes de Daoiz para combatir a los franceses si llega el caso. Es idea suya el desarmar y encarcelar a una compañía francesa de granaderos que se encontraba acuartelada en el Parque, y que tal como se estaban poniendo las cosas, era muy posible que se les convirtiera en una amenaza interior. Estas parece que fueron las palabras de Ruiz hacia el Capitán de los franceses "El primer batallón de voluntarios del Estado está a la puerta y los demás vienen marchando. Ya que por vuestra parte han empezado las hostilidades es forzoso entregarse inmediatamente, de lo contrario seréis pasado a cuchillo". Una vez iniciados los combates, el Teniente Ruiz es herido primero en un brazo y luego un tiro le entra por la espalda y le sale por el pecho, dándole todos por muerto. Cuando acabo todo, los españoles que estaban recogiendo cadáveres se dieron cuenta que aún había vida en su cuerpo y se lo llevaron al domicilio de la patriota María Paula Variano, para esconderlo de la furia asesina de Murat. Se fue recuperando gracias a los cuidados del doctor José Rives. Cuando pudo volver a pasear se dio cuenta de cómo los franceses se habían hecho señores de Madrid y abusaban de la población, por lo que aún muy débil decide irse a Badajoz, contra los consejos médicos. Una vez allí es nombrado Teniente Coronel de un Regimiento de Guardias Valones, en reconocimiento a su valor en Monteleón. Inicia la marcha con su nueva unidad, pero al no haberse curado bien, vuelve a recaer al poco tiempo. Tiene que hacer alto en Trujillo, donde tras dictar testamento, muere el 11 de Marzo de 1809, fruto de las heridas de hacía 10 meses, imaginemos el martirio que tuvo que pasar durante este tiempo. Hoy su figura es recordada en varias estatuas, en general original y copias del gran escultor Mariano Benlliure. Cuando al acabar la Guerra de la Independencia se le homenajeo trasladando sus restos a Madrid, sus cenizas se acabaron repartiendo en varias urnas, sitas hoy en el Museo Militar de la Coruña y en el de la Legión en Ceuta. Aparte se repartió tierra de su tumba por todos los regimientos de Infantería de España.

Imagen posterior a su muerte del Cadete
Nuestro otro protagonista es el jovencísimo cadete, de tan solo 12 años, Juan Manuel Vázquez y Afán de Ribera. Granadino de nacimiento, en enero de 1808 había ingresado como cadete en la 30ª compañía del tercer Batallón del Regimiento de Voluntarios en Madrid. Al igual que el Teniente Ruiz, al oír los primeros disparos sale corriendo de casa, sin que sus asustados padres puedan detenerlo. En Monteleón, pese a su juventud se comporta como un león, hay testimonios, como el del Soldado Manuel García, que lo colocan en una posición avanzada, donde antes de caer salva la vidas de varias mujeres y niños, e incluso auxilia al Teniente Ruiz cuando este cae herido, perdiendo por ello la vida. Los homenajes a este joven guerrero patriota fueron menos aún. Una tradición que por desgracia se perdió, era que todos los 2 de Mayo, el Arma de Infantería le rendía una misa en la iglesia de la Magdalena en su ciudad natal. Hoy día, en el patio del Alcázar de Toledo hay una placa que le recuerda, y que parece ser que la encontró hecha añicos durante el asedio de 1936 el Soldado Manuel Morales. Por último, en la casa de la calle donde nació, la Nueva de San Antón, hay una placa que le honra y que contiene esta hermosa frase “A LOS QUE MUEREN POR SU PATRIA LOS RECOGE LA INMORTALIDAD”.

Urna con restos de la tierra de la tumba del Teniente Ruiz
que se conserva en el Regimiento de Infantería Garellano 45

Bibliografía: www.conoceceuta.com

www.ideal.es

www.1808-1814.org

lunes, 18 de abril de 2011

Catalina de Erauso, la monja alférez.

La monja alférez
En la España Imperial muchos fueron los hombres bravos, de ahí que se consiguieran tantas victorias y hazañas, porque como se dice en la novela de Alatriste”Así conocerán vuestras mercedes el modo en que el nombre de mi patria era respetado, temido y odiado. Y como para crear un infierno, tanto en el mar como en la tierra, solo eran menester un español y el filo de una espada”. Pero la tierra hispana no solo daba varones valerosos, también mujeres, y Catalina de Erauso es el ejemplo. Natural de San Sebastián, hija de militar, pronto fue internada en un convento de su ciudad. Pronto dio Catalina muestras de su rebeldía, aquel no era su sitio, y tras ser encerrada por pelearse con una novicia decidió escaparse de aquel lugar que para ella era una cárcel. Tras pasar unos días viviendo escondida en un monte cercano, se cortó los cabellos y se vistió como un hombre, esto junto a su pose nada femenina, hizo que no fuera difícil mantener su engaño a los ojos de los demás. Tras varias correrías por toda España y cambiar varias veces de nombre, se queda con el de Antonio de Erauso. Llega a Sevilla y de allí parte hacia las Américas en un galeón de su tío, el capitán Esteban Aguiño, que tampoco la reconoce. Una vez allí, estando en Panamá, le roba 500 pesos a su tío y se escapa. Conoce a un mercader de Trujillo, Juan Urquiza y pasa a su servicio. Se pone a trabajar en una tienda de su amo, pero tras matar a un hombre en una riña tiene que huir hacia Lima, donde sienta plaza de soldado para ir a Chile. Conoce a su hermano Miguel y pasa a ser soldado suyo, sin que este sepa nunca que se trata de su hermana. Tras varios avatares llega su gran momento, en la batalla de Valdivia contra los indios chilenos. Estaban los españoles sufriendo muchas bajas, incluso entre los capitanes. El Alférez del Tercio muere y la bandera es robada, salen tres ellas Catalina y otros dos soldados. Mueren ambos y Catalina tras bregar mucho consigue matar y quitársela al cacique que la llevaba. Vuelve con ella junto a los españoles y se desmaya enseguida, pues había recibido tres flechazos y una lanzada. Por este hecho es ascendida a Alférez de la compañía del Capitán Alonso Moreno primero, y de Gonzalo Rodriguez después. Tras cinco años siendo Alférez, en una batalla muere su Capitán, quedando ella al mando de la compañía. En una batalla consigue vencer a un capitán indio cristianizado llamado Francisco Quispiguacha. Catalina consigue derribarle de su caballo y este se rinde. A pesar de todo manda colgarlo, por lo que pierde el grado de Capitán que le habían concedido poco tiempo antes. El carácter pendenciero de Catalina la siguió acompañando y no paro de tener duelos y disputas por motivos del juego. En uno de estos duelos, al que acudía como testigo de un amigo, acaba echando mano de la espada para luchar contra el otro testigo, al cual abate, tras lo que se da cuenta de que era su hermano Miguel, cruel coincidencia del destino.


Prosigue Catalina su periplo de aventuras por América hasta el día en que es detenida por una de sus numerosas disputas. Para poder pedir clemencia decide confesar después de tantos años su secreto al obispo Agustín de Carvajal. Tras un examen hecho por unas matronas para comprobar que era mujer, la iglesia la pone bajo su protección. Viaja a España donde ya se conoce su increíble historia y es recibida por un asombrado Felipe IV que le confirma su grado de Alférez y le permite vestir como un hombre, es además, quien le da el nombre de “la monja alférez”. Su historia se extiende por toda Europa y viaja a Roma, donde es recibida por el papa Urbano VIII, que le permite también vestir como un hombre. En esta época escribe sus memorias, de donde hemos sacado la mayor parte de la información.

Pero el espíritu inquieto de Catalina no aguanta más y decide volver a América en 1630. Decide vestir como una mujer y obstenta un negocio de transporte de mercancías hasta su muerte unos años después. La cusa no está clara, hay quien dice que murió en un naufragio y otros que sola en su casa, quien sabe. Lo cierto es que su historia es increíble y volvemos a repetir lo mismo que otras mil veces ¿Cuántas películas habría hecho Hollywood u otro país si hubiera sido compatriota suya? En México se hizo una en el 1944, y en España otra en 1980, completamente desconocida, protagonizada por Esperanza Roy y dirigida por Javier Aguirre. Aquí, en su patria, si que siendo una completa desconocida para la mayoría de la población, aunque hay un colegio con su nombre en su ciudad natal ¡Ay España! Ten piedad de tus hijos. Deberemos conformarnos con el excelente pasaje de la historia que en la Rosa de los Vientos hay sobre su figura.
Busto de Catalina de Erauso en San Sebastián

Bibliografía: -La monja alférez de Catalina de Erauso.

-Blog La Basque Bondissante.

domingo, 17 de abril de 2011

Los Tercios Viejos.

Hacer un artículo de los Tercios requeriría muchas líneas por breve que fuese, pero vamos a tratar de explicar algo sobre el origen de estas míticas unidades que tanta gloria dieron al Imperio español. Para ello nos centraremos en los 3 Tercios Viejos, el de Nápoles, el de Sicilia y el de Lombardía. Recibieron el nombre de viejos por el hecho de ser los tres primeros en crearse, pero al extenderse este apelativo a Tercios de nueva creación se les pasó a denominar como Grandes Tercios Viejos.


La importancia de los Tercios empieza en el hecho de que son el primer ejército moderno europeo, es decir, que sus soldados son profesionales voluntarios, y no procedentes de levas con motivos de algún conflicto, como venía ocurriendo en la época. Su origen y primera aparición documental, se remonta a las reformas del Emperador Carlos V en 1534 y la Ordenanza de Génova de 1536 en la que se habla del Tercio de Nápoles y Sicilia, el Tercio de Lombardía y el de Málaga. Este último no fue permanente y acabó integrado en el de Cerdeña; mientras que el de Nápoles y Sicilia se separaron. Pero estas unidades no habían nacido de la noche a la mañana, pues eran herederas directas de las Coronelías con las que el Gran Capitán había dominado Italia y en las que la Infantería Española empezó a hacerse dueña de los campos de batalla. Estas unidades, por la ordenanza de 1495 ya eran de soldados reclutados y pagados para servir a los intereses de la corona española. De hecho, como veremos, parece que en 1509 ya había unidades denominadas Tercios.

Otra de las cosas en las que no se ponen de acuerdo los expertos historiadores de los Tercios, es en el origen de su nombre. Hay varias teorías. Una dice que es porque imitaban a las Legiones Romanas, otra que porque se componía de 3000 soldados, o que porque estaba dividida en tres grupos de picas, escudados y ballesteros o espingarderos. La última teoría dice que es porque en su origen fueron esos tres tercios viejos los únicos, aunque enseguida surgió el de Cerdeña. Que cada cual elija con cual se queda. El hecho es que en un principio el término se reservaba a la infantería, no extendiéndose a la caballería hasta 1649. Aunque con la llegada de los Borbones los Tercios pasan a convertirse en Regimientos, el termino se ha seguido aplicando a lo largo de la historia en varias épocas, hasta hoy en día que existen los Tercios de Infantería Marina y los más modernos, los cuatro de la Legión, homenaje de su fundador, Millán-Astray a estas grandes unidades.

Volviendo a los Tercios Viejos, estos eran mandados por un Maestre Mayor, teniendo cada uno 12 compañías de 250 hombres, mandadas cada una por un Capitán. Esto era la teoría, porque en la práctica, debido sobre todo a que estaban en constante conflicto y no podían reponer las bajas, las cifras eran mucho más bajas. Otra figura fija en los Tercios era la del Alférez, palabra árabe que significa “el que lleva la bandera”, y que de hecho era su misión, conservar la bandera del Tercio pasara lo que pasara. Hay crónicas que hablan de alféreces que habiendo perdido los dos brazos en el combate, agarraban el preciado símbolo con la boca y los muñones ensangrentados para que no se les fuera arrebatado. Por debajo del Maestre de Campo estaba el Sargento Mayor, que se encargaba de transmitir las órdenes de este a los capitanes del Tercio. Aparte en cada Tercio había un Sargento, encargado de la instrucción de la tropa; y varios Cabos, que mandaban sobre unos 25 hombres. Cada Tercio tenía además gente encargada de varios servicios, como el Furriel Mayor, que pagaba y alojaba a los soldados; los tambores y pífanos, que llevaban las ordenes del Capitán en el fragor de la batalla y marcaban el ritmo. No podían faltar los capellanes que se aseguraran de la paz espiritual de los hombres, ni los médicos que tenían como curiosos enfermeros a los barberos que hacían también veces de cirujanos, y a los que nunca les faltaba el trabajo en la agitada vida de un Tercio. De forma no oficial, a los Tercios les acompañaba siempre una gran parafernalia de vendedores y prostitutas para calmar los instintos de estos bravos guerreros.

El éxito de los Tercios es en parte ser la continuación de las ideas del Gran Capitán, que da la mayor importancia en el combate a la Infantería, frente a la hegemonía de la caballería en el Medievo. Pero también, los ciertos saben adaptarse rápidamente a la evolución de la guerra, y a medida que avanzan los años las armas de fuego van sustituyendo a las ballestas, siendo los arcabuceros los soldados más expertos y antiguos, dejando las picas a los noveles, de ahí que a los jóvenes soldados se les conozca como “picas secas”.

Pero volviendo a los Tercios Viejos, que fue de ellos, esta es su historia:

TERCIO VIEJO DE LOMBARDÍA: Conocido como El Osado. Se dice que fue el primero de todos y que era la élite del ejército español, según un capitán de la época “tercio padre de todos los demás y seminario de los mayores soldados que ha visto Europa en nuestro tiempo”. Era el encargado de controlar el norte de Italia, con sede en Milán y fortalezas en el Piamonte, Mantua y Castiglione, además de otras guarniciones. Tuvo que acudir a Flandes por lo delicado de la situación. Cae allí bajo el mando del conde de Mansfelt, un general alemán, algo que no hacía ninguna gracia a los soldados españoles. Este dio la orden de invernar en una de las islas del río Mosa, lo que hizo que los españoles pensaran que podrían caer de nuevo en una situación como la del “milagro de Empel”, solo que esta vez no hubiera tal milagro. Así que se negaron a obedecer, ya que además se les adeudaban muchas pagas, algo bastante normal en los Tercios. Aunque acabaron desistiendo, Alejandro Farnesio no les perdonó y quiso darles un escarmiento que sirviera de ejemplo, así que ordenó su disolución y distribuir sus hombres entre otros Tercios. El acto de la disolución consistía en plegar su bandera por el Alférez y romper el asta. El soldado y escritor Diego Duque de Estrada cuenta así la terrible escena: “algunos no pudieron detener las lágrimas a fuerza del deshonor; y los que tantas veces habían tolerado sus heridas con ojos secos, como ajenas, ahora traspasados con más penetrante dardo, entre suspiros y gemidos se rendían oprimidos al dolor y todos con pompa fúnebre lloraban al tercio como al difunto que llevaban al sepulcro”.

Escudo del RIL SICILIA 67
TERCIO VIEJO DE SICILIA: Conocido como El Valeroso. Ha permanecido hasta nuestros días. Como Tercio participó en muchas de las guerras del Mediterráneo, como la toma de la Goleta en sus inicios, el socorro a Malta en 1565 o la famosa batalla de Lepanto en 1571. Como no, lucho contra los franceses en Italia, estuvo presente en Flandes, en la Armada Invencible, en la guerra de Portugal de 1580 y siguió combatiendo durante todo el siglo XVII por el Mediterráneo hasta su transformación en Regimiento en 1707. En 1815, al absorber otras unidades se le cambia el nombre por África, hasta que lo vuelve a recuperar en 1897, cambiando su regimiento de número, hasta el actual 67 que recibe en 1966, cuando era un regimiento de montaña. Hoy en día se encuentra acuartelado en San Sebastián, tiene 476 años de historia. En 1797 consiguió el derecho de llevar en su escudo el lema “Valor, firmeza y lealtad”. Además tiene una Laureada colectiva por la Batalla de Huesca de 1837 en la I Guerra Carlista y con tres medallas militares colectivas por acciones en la guerra civil.

Escudo del RIL SORIA 9
TERCIO VIEJO DE NAPOLES: Conocido como El Sangriento. Hoy su heredero es el Regimiento de Infantería Soria 9 y es considerada como la unidad más antigua de Europa. Su origen se remonta a 1509, cuando Fernando el Católico envía a Italia el Tercio de Zamudio, mandado por Pedro de Zamudio. Por estar en Nápoles, parece que en 1513 es cuando se le empieza a denominar como Tercio de Nápoles. Participa en las guerras contra los franceses, destacando en la batalla de San Quintín y la toma de Amberes. Estuvo también en la malograda empresa de la Armada Invencible. Igual que le pasó al de Lombardía, un acto de insubordinación hace que en 1590 Alejandro Farnesio lo disuelva, pero lo reorganiza al año siguiente como Tercio de Brabante, y con este nombre recibirá el título del sangriento, por ser el famoso Tercio que no se rindió en Rocroi y que acabó con todos su hombres muertos o malheridos. Pasará a llamarse Tercio de Sangre. Recibirá el nombre de Soria al ser hecho regimiento en 1715. Desde entonces cambia numerosas veces de nombre y ubicación, estando actualmente en Fuerteventura. Merece por si solo un artículo mucho más extenso. Valga como resumen que tiene dos Laureadas colectivas, dos medallas militares colectivas y siete cruces de distinción. El solo hecho de ver su escudo produce escalofríos.

No finalizaremos sin recomendar un gran libro, el de Tercios de España, del gran escritor Fernando Martínez Laínez y el general José María Sánchez de Toca y Catalá. De ahí hemos sacado la mayor parte de la información.

Como último homenaje, un video con el Himno de los Tercios que sale en la BSO de Águila Roja, de Daniel Sánchez de la Hera, y que pone los pelos de punta.

Bibliografía: -Tercios de España de Fernando Martínez Laínez y José María Sánchez de Toca y Catalá.
- http://www.amm2m.com/

domingo, 3 de abril de 2011

Reivindicando a un gran militar, General Valeriano Weyler.

El General Weyler ha pasado a la historia como El Carnicero, apodo que se le dio por su dureza en la guerra de Cuba, en especial por el episodio de la reconcentración de campesinos para evitar que estos se unieran a los rebeldes y que causó un gran mortandad en la población cubana por hambre y enfermedades. No vamos a justificar estas muertes, pero hay que entender que el país estaba en guerra, que los rebeldes independentistas hacían lo mismo en las zonas que controlaban, y que sobre todo, la prensa amarilla estadounidense exagero mucho las acciones de Weyler.


Pero Weyler ya era un hombre curtido antes de las guerras de Cuba. Hijo de un médico militar, siguió los pasos de su padre, pero en el arma de Infantería, en cuyo Colegio de Toledo ingresó y salió de Teniente en 1861, para seguidamente cursar los estudios de Estado Mayor y con solo 24 años ser ya comandante. Solo medía 1,52 metros, pero eso no le impedía ser un hombre impetuoso y destacar desde sus inicios como gran estratega, no en vano sus compañeros del colegio de infantes le llamaban Escipión. Su primera experiencia bélica fue en 1863 cuando es destinado a Santo Domingo, donde consigue la Cruz Laureada de San Fernando por la acción del río Haina, cuando con solo 150 hombres resistió el asalto de más de 500 durante tres días. Aquí aprendió Weyler lo dura que era la guerra bajo un clima tropical y empezó a convertirse en un experto en ella, además sobrevivió a las fiebres amarillas, quedando inmune a ellas el resto de su vida. Cabe destacar que antes de partir a este destino le había tocado la lotería nacional y se había hecho rico, pudiendo haber vivido tranquilamente de las rentas. Pero esto no iba con este gran hombre y solo el mundo militar podía darle la verdadera riqueza a su espíritu.

En 1868, en el marco de la Guerra de los Diez Años, parte a Cuba por primera vez. Era Brigadier y estaba a las órdenes del General Blas Villate, Conde de Valmaseda. Weyler organiza a los cubanos pro españoles en una entidad efectiva y temible, los Cazadores de Valmaseda, que serán el terror de los insurgentes. De vuelta a España, en 1873, con la I República y en el seno de la última guerra carlista, derrota al general Santés, por lo que es ascendido a Mariscal de Campo. Con la Restauración, pese a ser destituido un tiempo acusado de nuevo de ser demasiado brutal, sigue progresando y es ascendido a Teniente General y nombrado Capitán General de las Canarias, cargo que ocupa de 1878 a 1883, pasando luego a ejercer el cargo en Filipinas y otras regiones españolas.

En eso que vuelve la guerra a Cuba y la situación es cada vez peor, los rebeldes cada vez controlan más territorio de la isla y están rondando la capital de La Habana. El entonces presidente del gobierno, el inolvidable Cánovas del Castillo, que sobre esta guerra afirma que se hará “hasta el último hombre y hasta la última peseta”, sustituye al general Martinez Campos y nombra a Weyler como Capitán General. Gracias a esto la guerra da un vuelco. Weyler, frente a la tibieza de su antecesor, se muestra duro, muy duro sí, pero no más que los independentistas en una guerra muy cruel en la que pereció una tercera parte de la población total de la bella isla. Weyler hizo que los soldados españoles, machacados física y moralmente por la guerra de guerrillas y las enfermedades, recuperen el orgullo y venzan de nuevo en los envites contra los rebeldes. Como buen estratega se le ocurre dividir la isla a través de las trochas, murallas con puestos de vigilancia para aislar a los rebeldes. Consigue acabar con uno de los líderes más carismáticos de los rebeldes, Antonio Maceo. Pero en España la situación cambia, un anarquista italiano asesina a Cánovas y llega al poder el liberal Sagasta, contrario a la política dura de Weyler y lo sustituye por Ramón Blanco, quien fracaso en esta nueva política conciliadora, sobre todo desde la llega de los estadounidenses a la isla, quien sabe si Weyler podría haberles frenado de mejor manera.

De vuelta a España, Weyler llego a ser tres veces Ministro de la Guerra y una de Marina. Fue el encargado de sofocar la revuelta de la Semana Trágica de Barcelona en 1909 y llego a ser nombrado por sus meritos Grande de España, siendo Marqués de Tenerife y Duque de Rubí, además de ser nombrado senador vitalicio por Alfonso XIII. Su estrella se apagó con la llegada de la dictadura de Primo de Rivera, a la que se opuso y contra la que conspiró en la sanjuanada de 1926. No fue arrestado por estos hechos, su figura era demasiado grande para ello, pero se le retiró de la vida pública y murió en 1930, con 92 años. Hace unos años, su nieta, María Teresa Weyler escribió un libro para limpiar el buen nombre de su abuelo, al que tanto mancillaron los cretinos de Pulitzer y Hearst en su afán de llevar a su país a la guerra contra España para vender más periódicos. El libro se llama Memorias del General Weyler, que al parecer fueron dictadas por el mismo a su hijo y padre de la escritora, Fernando Weyler.

Mientras tanto, aquí como siempre creyéndonos lo que dicen del exterior de nosotros, sin pararnos a investigar y ver como son de verdad las cosas.

¡HONOR AL GENERAL WEYLER!

Bibliografía: - Revista Historia de Iberia Vieja, nº 69.
-www.biografiasyvidas.com
-Wikipedia.

sábado, 2 de abril de 2011

Superadas las 3000 visitas.

Gracias a todos los que nos visitan y a los que dejan sus comentarios. Al hilo de esto último hemos cambiado la configuración del blog para que sea más facil dejar comentarios a los artículos.
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