martes, 28 de febrero de 2012

El Caney y las Lomas de San Juan. Vendiendo caro el fin de un imperio.

El desastre del 98 marcó el fin del imperio español de ultramar. La intervención de Estados Unidos en ayuda de los rebeldes filipinos y cubanos, decantó la balanza del lado de nuestros enemigos.  La metrópolis española estaba demasiado lejos del frente de batalla y no se pudo reaccionar a tiempo para enviar refuerzos que pudieran frenar a los estadounidenses. De todos es conocido que la contienda se decidió en el mar, cuando la moderna flota de USA destrozó a la más antigua, y poco equipada, armada española, que pese a todo, supo sucumbir con honor, porque como dijo Méndez Núñez años antes  “más vale honra sin barcos que barcos sin honra”.
Monumento al General Vara del Rey
Lo que no se conoce tan bien, fueron las dificultades que los yanquis encontraron por tierra, en especial en su avance hacia Santiago de Cuba, donde destacamentos de soldados españoles, muchos menos numerosos, les crearon serias dificultades. Hay quien dice que, hasta el punto, de llegar a plantearse la retirada de haber llegado a tiempo los refuerzos españoles antes del combate naval de Santiago de Cuba.
Cierto que la táctica española de concentrar la mayor parte de sus tropas en la capital cubana pudo haber sido equivocada, pues se dejaron posiciones estratégicas muy mal defendidas; pero también es cierto que las tropas españolas estaban bastante mejor entrenadas en la época que las del ejército americano, donde las tropas profesionales eran minoría, nutriéndose en su mayor parte de voluntarios sin ninguna experiencia en combate y que pronto se vieron superados por un clima infernal. A esto hay que sumar, que aunque parezca difícil de creer, y en claro contraste con lo que pasaba en el mar, el equipamiento de los soldados americanos era peor que el español.
En este contexto llegamos a la gloriosa jornada del 1 de julio 1898, donde una vez más, las armas españolas, pese a la derrota, se cubrieron de gloria. Todo empezó en el poblado de El Caney.

El Caney.
El mando americano había elegido este día para lanzar su ataque final por tierra sobre Santiago. Para ello creyó que lo más conveniente era apoderarse de las lomas de San Juan, un punto estratégico  que se alzaba sobre la ciudad. Para ello, el general useño  Shafter dividió sus fuerzas en tres divisiones, destinando dos al taque principal sobre las lomas y la otra, mandada por Lawton, contra la aparentemente débil posición de El Caney. Allí se encontraba el general español Vara del Rey con apenas 550 hombres entre españoles y cubanos leales, además de 2 cañones de montaña. Enfrente iban a tener casi 7000 soldados americanos, encuadrados en 4 divisiones, además de un millar de cubanos rebeldes y 4 cañones de 81 mm.
Pese al escaso número de combatientes, la posición estaba bien estructurada, con el pequeño fuerte del Viso y rodeada con 6 blocaos. Además se había fortificado todo el poblado, en especial la iglesia y la cárcel, construidas en piedra y las cuales fueron aspilleradas. El ataque americano pretendía fijar a los españoles en esa posición, evitando así que atacaron el flanco americano en las lomas de San Juan. Se calculó que la posición caería en poco más de 2 horas, no sabían cuan equivocados estaban.
El ataque se inicia a las 06:30 de la mañana con fuego de artillería de las cuatro piezas americanas, que no encontraron respuesta pues los dos cañones españoles carecían de munición. Tras media hora de un fuego poco eficaz por la distancia a la que habían colocado las piezas, Lawton envía dos divisiones, 4000 hombres en total, al asalto de la posición. Pero aquí se encuentran la primera sorpresa, cuando los fusileros españoles les frenan con un fuego eficaz. Algunos llegan a la cima de la posición, pero enseguida son expulsados por los bravos españoles. Lawton envía otra división de 1500 hombres, obteniendo un nuevo fracaso. La situación se le complica, pues su superior, Shafter, que también encuentra serias dificultades en las lomas de San Juan, le pide que abandone El Caney y le ayude en el ataque principal. Lawton, herido en su orgullo, se niega, pues no ceja en su empeño de tomar esa posición apenas defendida por medio millar de hombres. Envía al ataque a su última división que tampoco obtiene ningún éxito. Será entonces cuando tome una brillante decisión que le lleve a la victoria, pues decide adelantar 500 metros sus piezas de artillería, a raíz de lo cual estas sí que empiezan a causar graves daños en el fuerte español. Tras machacar con este fuego a los españoles, una de las brigadas se lanza de nuevo al asalto a las 15:00, encontrando ya muy pocos defensores capaces de plantarles cara y tomándola al fin. Pese a ello, los españoles resistirán dos horas más por las calles del poblado, obligando a los americanos a tener que avanzar casa por casa. Son las 17:00, cuando los supervivientes españoles han agotado los 150 cartuchos por hombre que les correspondían y ven como el enemigo se hace con todo el poblado.
Las bajas españolas son de 38 muertos, 138 heridos y 130 prisioneros. El resto, al mando del teniente coronel Puñet, pudo retirarse a Santiago por un sendero que desconocían los americanos. Entre los muertos estaban el propio Vara del Rey y sus dos hijos, a los que vio morir antes de ser alcanzado por una bala cuando lo retiraban herido en una camilla. Los americanos, que no habían podido cumplir su objetivo de apoyar el ataque en las lomas por ese flanco, habían tenido 81 muertos y 360 heridos, además de otros 150 guerrilleros cubanos.
Para entender lo heroico de este combate, que mejor que el testimonio de un hombre neutral allí presente, el agregado militar en Washington de las embajadas sueca y noruega, el capitán sueco Werster, que dejo estas palabras que han de pasar a la historia:
El 30 de junio por la tarde, el ejército americano se concentró al E. de Santiago para prepararse al ataque.
La brigada Duffield se dirigió por la costa hacia Aguadores.
El núcleo principal de las fuerzas formaba dos agrupaciones: en El Pozo se situaron las divisiones Kent y Wheeler con tres baterías, mientras la división Lawton, con una batería, marchaba hacia él para ocupar posición al E. del Caney.
La brigada Bater constituyó la reserva, situándose al E. de El Pozo.
Frente a ellos, el general Vara del Rey ocupaba El Caney con 500 hombres de Infantería; en Aguadores había 1000; en el centro el general Linares emplazó sus avanzadas, formadas por 1200 hombres, que se situaron en las alturas de San Juan, mientras que los fuertes de la entrada del puerto y los atrincheramientos que defendían Santiago quedaban guarnecidos con 5500 hombres.
El 1 de julio, al punto del día, la división Lawton comienza su movimiento de avance hacia El Caney; la confianza reina en el campo americano, donde el único temor consiste en que el enemigo se escape sin combatir; pero en El Caney, como se verá, están muy lejos de pensar así.
Las casas del pueblo han sido aspilleradas, se han abierto trincheras en un terreno pedregoso, y el juego de unas y otras es rasante sobre un espacio de 600 a 1200 metros; en la punta Nordeste de la posición, el fuerte de El Viso, guarnecido con una compañía, ocupa una colina desde la cual se domina todos los aproches.
Los americanos se proponían envolver la posición española, para lo cual la brigada Chaffee se dirigió desde el Nordeste hacia El Viso; la de Ludlow, desde el Sudoeste hacia la desembocadura del camino que une El Caney con Santiago, mientras que una batería se colocó en posición al E. del pueblo, y la brigada Miles ocupa el S. Ducoureau (?), formando el ala izquierda.
Hacia las seis de la mañana comenzó el fuego de las trincheras españolas; de improviso se descubre sobre ellas una línea de sombreros de paja; inmediatamente el ruido de una descarga, seguido de la desaparición de los sombreros; esta operación se repite cada minuto, observándose una gran regularidad y acción de voluntad firme, lo que no deja de producir una profunda impresión en la línea de exploradores americanos; las balas cruzan el aire, rasando el suelo, hiriendo y matando.
Poco tiempo después, toda la brigada Chaffee se encontró desplegada, pero sin poder avanzar un paso, y la de Ludlow se vio también detenida.
Mientras el fuego de la Infantería aumenta progresivamente, la batería americana comienza a disparar. Como los españoles no cuentan en El Caney con un solo cañón, el fuego puede hacerse con la misma tranquilidad que en un campo de maniobras: las piezas pueden hacer daño, sin peligro alguno de recibirlo.
A los pocos momentos loas granadas estallaban por encima de las trincheras, alcanzaban las casas del pueblo y perforaban los muros de El Viso, proyectando los shrapnels su lluvia de plomo sobre la posición; mas, a pesar de todo, en el fuego español se observa igual continuidad e igual violencia.
Delante de El Viso se descubría un oficial paseándose tranquilamente a lo largo de las trincheras: fácil es comprender que el objeto de este peligroso viaje en medio de los proyectiles de que el aire está cruzado no es otro sino animar con el ejemplo a los bravos defensores; se le vio, de cuando en cuando, agitar con la mano su sombrero y se escuchaban sus aclamaciones: "¡Ah, sí! ¡Viva España! ¡Viva el pueblo que cuenta con tales hombres!".
Las masas de Infantería americana se echaban y apretaban contra el suelo hasta el punto de parecer clavadas a él, no pudiendo pensar en moverse a causa de las descargas que la pequeña fuerza española les enviaba a cada instante. Se hizo preciso pedir socorros, y hacia la una avanzó Miles desde Ducoureau, entrando en línea a la derecha de Ludlow, y hacia las tres la cabeza de la brigada de reserva se desplegaba a la derecha de Chaffee; pero en lo alto de las trincheras el chisporroteo de los máuser se escuchaba siempre.
Por fin, a las tres y treinta y seis minutos la brigada Chaffee se lanza al ataque contra El Viso; pero queda al principio detenida al pie de la colina, y no invade el fuerte sino después de un segundo y violento empuje.
Los españoles ceden lentamente el terreno, demostrando con su tenacidad en defenderse lo que muchos militares de autoridad no han querido nunca admitir: que una buena Infantería puede sostenerse largo tiempo bajo el fuego rápido de las armas de repetición. ¡El último soldado americano que cayó fue herido a veintidós pasos de las trincheras!
Aunque la clave de la posición estaba conquistada, la faena continuaba. Yo seguí, con el corazón oprimido por la emoción, todas las peripecias de esta furiosa defensa y de este brusco ataque.
Desde El Viso, una vez ocupado, las tropas americanas comienzan a tirar sobre el pueblo, que es también en este momento el objetivo de la brigada Ludlow; pero la ocupación no se efectuó hasta las cuatro y media, hora en que los últimos españoles abandonaron las casas para recomenzar el fuego desde una colina situada 600 metros al oeste.
¡Admirable obstinación de resistencia, a la que todos contribuyen hasta el último instante!
Detrás de la línea de batalla americana se arrastraban los cobardes chacales de esta guerra: los cubanos.
Desde los bosques de palmeras, situados al E. de El Viso, habían tomado alguna parte en la acción. ¡Allí fui y presencié una escena repugnante: dos hermosos muchachos catalanes estaban tendidos y medio desnudos entre las altas yerbas; sus negros cabellos manchados de sangre; sus ojos abiertos y vidriosos, y debajo de estos pálidos y desfigurados rostros sus gargantas estaban abiertas por esas heridas delgadas y profundas que el machete produce.
Mi misión inactiva y neutral no me permitía sino huir de allí para substraerme a este horrible espectáculo, y así lo hice, dirigiéndome hacia las tropas americanas que en aquel momento daban el asalto a El Viso, y a sus jefes me acerqué rogándoles el envío de centinelas que cuidaran de los heridos españoles que quedaban detrás de las trincheras conquistadas.
Generosos como siempre para los desgraciados, los americanos escucharon mi súplica y ¡curiosa circunstancia! mientras me ocupaba de salvar a mis camaradas españoles, una bala de sus compatriotas en retirada me alcanzó. Pero felizmente sólo llegó a atravesar mi capote.
El ruido del combate no cesó sino cuando el sol estaba a punto de ponerse. Durante cerca de diez horas, 500 bravos españoles resistieron unidos y como encadenados sin ceder un palmo de terreno a otros 6.500 provistos de una batería, y les impidieron tomar parte en el principal combate contra las alturas del monte San Juan.
¡Después de esto, ni una palabra más se escucha en el campo americano sobre la cuestión de la inferioridad de la raza española!
Y esta lucha de El Caney ¿no aparecerá siempre ante todo el mundo como uno de los ejemplos más hermosos de valor humano y de abnegación militar? Quien haya tomado parte en ella ¿no es bien digno de una honorífica recompensa?
¡Contemplad ese pueblo! Las casas están arruinadas por las granadas, las calles cubiertas de muertos y heridos. El General Vara de Rey está allá, muerto; sus oficiales al lado suyo, muertos; en derredor multitud de oficiales y soldados. Todos han llenado su deber, desde el primero hasta el último.
¡Dichoso el país que es tan querido de sus hijos!
¡Dichosos los héroes que han sucumbido en un combate tan glorioso!
¡Con su sangre han escrito en la historia el nombre de El Caney, como uno de los más brillantes episodios guerreros, y con letras de oro deben inscribirse también en las banderas de las tropas que allí combatieron!"

Las Lomas de San Juan.
Como hemos apuntado, el ataque principal se iba a realizar sobre las lomas de San Juan. Allí, de manera incomprensible por lo estratégico de la posición, los españoles solo dejaron una débil doble línea defensiva, prefiriendo concentrar al grueso de las tropas en la capital. La primer línea contaba con una serie de trincheras, alambradas y pozos de tirador defendidas por 521 hombres. A unos 700 metros a la retaguardia se encontraba la segunda, donde el general Linares, estableció su cuartel general y que contaba con 411 hombres. Los españoles tenían 5 piezas de artillería, por 12 de los americanos, más cuatro cañones Gatling. Aquí la proporción de hombres era aún más escandalosa, pues los americanos reunieron para el ataque 15.000 soldados, más 4000 rebeldes cubanos.
Poco después de las 08:00 se inicia el ataque artillero, con el mismo éxito que en El Caney, solo que además aquí los españoles contaban con dos cañones Krupp que alcanzan a los artilleros americanos y a los primeros soldados desplegados frente a la posición. E igual que en El Caney, los americanos se lanzan al asalto, confiados de la poca resistencia que iban a enfrentarles los españoles. Cabe apuntar, que después de meses en que la prensa amarilla de USA había impulsado a su país a la guerra, desprestigiando hasta el insulto a los españoles; los yanquis tenían la creencia de que sus enemigos, los mismos que habían conquistado el mundo cuatro siglos atrás, eran una raza inferior llena de cobardes y pusilánimes. Aquellos soldados les iban a mostrar lo errados que estaban.
Combate de las Lomas de San Juan
Los americanos empiezan a caer ante el fuego de los máuser españoles, mucho mejores que los Remington americanos. Cunde el pánico en sus líneas y hay muchos hombres que se niegan a seguir avanzando ante los certeros disparos de los españoles. De haber contando con más tropas, los españoles hubieran podido aprovechar este momento para dispersar a las desordenadas tropas americanas. En este momento, los useños lanzan un globo para tratar de ver la disposición de las fuerzas españoles. Pero su color amarillo sobre el azul del cielo lo convierte en un blanco fácil para las tropas españolas que lo abaten enseguida, además de disparar a su punto de origen, donde efectivamente se concentran gran número de americanos que sufren el fuego artillero de sus enemigos. Sin embargo, en su corto vuelo, el globo a descubierto un sendero, por el que las apelotonadas fuerzas americanas consiguen avanzar para empezar a envolver a las fuerzas españoles, concentrando sus avance en el punto conocido como Kettle Hill, además de en San Juan. Reinician su avance, pero el fuego combinado de los máuser y los cañones españoles les frena una vez más. Es entonces cuando se pide el refuerzo, no atendido, de las tropas que luchaban en El Caney.
Los combates siguen y será clave la toma de Kettle Hill por parte de la división de Caballería americana, que cae tras una intensa resistencia, pero que ahora obligara a los españoles a distraer fuerzas de la defensa principal en San Juan. A esto se suma que los españoles se quedan sin munición para sus cañones y los americanos colocan a 500 metros tres ametralladoras gatling que barren el frente español con su nutrido fuego.  Por si fuera poco, el silencio de la artillería española, permite a la americana, frenada hasta entonces, apoyar el avance de sus hombres. En estos momentos los españoles tienen dos frentes abiertos y les está cayendo todo lo que tienen los americanos, sin contar con apenas munición con la que defenderse. Los españoles retroceden de las trincheras a los blocaos y de aquí a la segunda línea defensiva, donde solo llegan 8 hombres. Cuando los americanos van conquistando las posiciones solo encuentran cadáveres como enemigos a su avance. Los españoles llegan a sacar incluso a los heridos de los hospitales cercanos para poder mantener la defensa. A las 16:00 los americanos se hacen con la loma que es un auténtico cementerio.
En el momento más crítico, llegan unas tropas de refuerzo que han desembarcado de la flota del almirante Cervera. Lanzan un sorprendente contraataque, que pese a no lograr recuperar ninguna posición –y costarle la vida a su jefe, el Capitán de Navío Bustamante, que obtendrá la Laureada-, mete el miedo en el cuerpo a los americanos, que además siguen esperando que lleguen los refuerzos de El Caney. Han tomado las lomas, pero a un alto precio, 205 muertos y 1180 heridos, un 10% de las tropas destinadas en Cuba, además de 200 cubanos rebeldes. Por  su parte, los españoles han tenido 165 muertos, 376 heridos y 121 prisioneros. Lo que acaba de destrozar la moral americana es el darse cuenta de que pese al valor estratégico, allí los españoles solo habían destinado una pequeña parte de sus tropas y que pese a ello los han frenado durante toda la jornada y han acabado con la decima parte de sus tropas. Debido a esto deciden asegurar sus posiciones y no atacar Santiago, donde está prácticamente todo el ejército español de la isla.
El futuro presidente Roosevelt, que comandó la división de caballería que tomo Kettle Hill y por lo que muchos años después de su muerte recibió la medalla del Congreso –máxima condecoración de USA y único presidente que la posee-, pidió al senador Cabot que convenciera al presidente de que le mandará todos los regimientos y piezas artilleras disponibles, pues la situación era critica y el desastre militar estaba cercano.
El general Shafter, jefe de todo el contingente, el 3 de julio, le envía un telegrama al secretario de guerra, donde le informa que piensa retroceder 5 millas, pues pese a atener la ciudad cercada por el norte y el este, su línea es muy débil.
Es muy importante ver que si en ese momento las fuerzas españolas hubieran contraatacado desde la capital a buen seguro habrían desecho a todo el ejército de tierra americano causando el desastre que temía Roosevelt, pero fue entonces cuando la escuadra española realizó la incompresible salida del puerto de Santiago, donde estaba bien protegida, a plena luz del día y fue destrozada por la armada de USA, precipitando así el fin de una guerra que se había puesto muy complicada para las fuerzas americanas.
Una vez más, unos políticos incompetentes tiraban por tierra el trabajo y la lucha de los mejores soldados que la tierra ha tenido sobre su suelo.

Para consultar estas y otras batallas del 98, recomendamos la web www.eldesastredel98.com donde de manera magnífica se trata el conflicto.



domingo, 12 de febrero de 2012

La Batalla de Calatañazor, el fin de Almanzor.

Como Covadonga o Clavijo, nos encontramos ante otra victoria cristiana a las que muchos historiadores ponen en duda su existencia. Las únicas fuentes del enfrentamiento son de más de dos siglos después y parecen bastante contradictorias. 
Castillo de Calatañazor, a los pies del cual se libró la legendaria batalla.
Corría el año 1002, cuando después de su aceifa número 56, el diablo Almanzor volvía, una vez más, cargado de botín a Córdoba. Durante el fin del primer milenio, este guerrero musulmán había frenado la reconquista y puesto en jaque a todos los reinos cristianos. León, Barcelona y un largo etcétera habían sido víctimas de los saqueos de Al-Mansur, el victorioso. Había incluso arrasado Santiago de Compostela, de donde robó las campanas de la antigua catedral, llevándolas a la mezquita de Córdoba. Dos siglos y medio después, hicieron el camino inverso tras la toma de la capital califal por parte del rey santo Fernando III.
Volviendo al inicio de esta historia, el anciano Almanzor parece que bastante enfermo, acampo a los pies del castillo de Calatañazor. Fue allí, donde un ejército cristiano, formado por la coalición del conde Menendo González de León, Sancho Garcés III de Navarra y Sancho García de Castilla, interceptó a las fuerzas musulmanas, mucho  mayores en número. Para evitar que la inferioridad de hombres les llevara a ser envueltos, formaron una línea delgada que ocupaba todo el frente de batalla. La lucha, en un caluroso día de agosto, duró toda la jornada. Según los cronistas cristianos, Almanzor calló gravemente herido, por lo que sus hombres se retiraron, pudiendo los cristianos saquear su campamento, siendo esta la primer victoria sobre tan temido enemigo, que moriría poco tiempo después victima de las heridas del combate.
Como hemos dicho, hoy en día, no se cree esta versión. Los investigadores apuntan a que si que pudo haber un enfrentamiento, saldada como siempre, con una victoria de Almanzor, pero a un coste de vidas mucho mayor de lo que solía ser habitual. La buena actuación de las tropas cristianas y la muerte posterior de Almanzor a causa de una enfermedad, haría que naciera la leyenda. Se sitúa este hecho en la batalla de Cervera.
Fuera como fuese, lo cierto es que en el sentir popular, Calatañazor quedó en la memoria popular como el fin de ese diablo que tanto daño había hecho a la causa cristiana. Nunca después, el islam tuvo en España a un gran guerrero de tal calibre como el victorioso.

sábado, 11 de febrero de 2012

El Teniente Coronel Valenzuela. Tizzi-Assa, el espíritu de compañerismo.

Este artículo va dedicado a nuestro compañero y hermano “el Seco”, el cual está en las lejanas tierras afganas portando con honor el escudo del arcabuz, la pica y la ballesta. ¡Va por ti Fontes!
Teniente Coronel Valenzuela
Una vez más, volvemos la vista hacia los primeros años de la Legión, aquellos en los que supo forjar el temperamento, la idiosincrasia y la leyenda que la acompañan hasta nuestros días. Pronto empezó la legión a teñir su bandera con la gloriosa sangre de sus legionarios, pero fue un 5 de junio de 1923, en la zona de Larache, en el collado de Tizzi Assa, en la posición de Tafersit, donde el Tercio ofrendó a la Patria la vida de su mejor legionario, el segundo jefe de su historia, el Teniente Coronel Don Rafael de Valenzuela y Urzaiz.
Valenzuela nació en 1881 en Zaragoza. Ingresó en la Academia de Infantería del alcázar toledano antes de cumplir los 16 años, para ser promovido en un solo año al empleo de segundo subteniente, debido a la implantación de cursos reducidos ante la necesidad de oficiales subalternos que trajeron las guerras del 98. Fue Valenzuela un hombre culto que dominaba varias lenguas como el inglés, francés, alemán, latín y griego y perteneció a la Real Maestranza de Caballería de Zaragoza. Tras varios destinos y ascender por antigüedad en 1903 a teniente y en 1909 a capitán, será su llegada a Marruecos la que le marcará y lo convertirá en el gran militar que fue. Obtuvo el ascenso a comandante por meritos de guerra en 1913, además de la Cruz de María Cristina, la del Merito Militar con distintivo rojo y la Medalla Militar de Marruecos. Ascendió a teniente coronel en 1919. Tras el desastre de Annual, decide volver a África y se pone al mando de dos batallones de infantería con los que ayuda a retomar parte del territorio perdido tras aquellas tristes jornadas del verano de 1921. En setiembre de 1922 se encarga de la creación del Grupo de Regulares Indígenas nº 5, el “Alhucemas”. No disfrutará mucho del mando de esta unidad, pues el 30 de noviembre del mismo año recibe el mando del Tercio de Extranjeros, del cual su fundador, Millán-Astray, había cesado por motivos políticos, su enfrentamiento con las Juntas Militares. Se presentó ante sus nuevos hombres a través de una Orden General del Tercio de Extranjeros, para ganarse, ya desde el principio, el cariño y la admiración de aquellos aguerridos hombres maltratados por la fortuna.
TIZZI-ASSA.
Tan solo seis meses después de tomar el mando del Tercio, Valenzuela escribió su página más gloriosa hasta el momento. Cerca del poblado de Tafersit, existía una posición defensiva en el puerto de Tizzi-Assa. A finales de mayo los rifeños inician un asedio de la posición que con el paso de los días se vuelve cada vez más crudo. Sus defensores -pertenecientes al Regimiento de Infantería Isabel la Católica nº 54, hoy nº 29 y perteneciente a la BRILAT, con guarnición en Pontevedra, y a los que se conoció como "Los Héroes de Tizzi-Assa-, se encuentran en el límite de sus fuerzas. Lo escarpado del terreno hace prácticamente imposible la llegada de convoyes que puedan reforzar la posición. El alto mando decide crear una columna que vaya en su ayuda, bajo el mando del coronel Gómez Morato. Dentro de esta estarán las fuerzas legionarias, formadas por la I, II y IV Banderas, con el propio jefe del Tercio, Valenzuela, al frente. Es el 4 de junio de 1923, un día antes de la acción, cuando Valenzuela motiva a sus hombres con un discurso que ha pasado a la historia y con una última sentencia que está escrita en la eternidad y hoy es uno de los lemas más sagrados de la Legión:

“Caballeros Legionarios, mañana salvaremos a nuestros compañeros de Tizzi-Assa; mañana entrará el convoy o yo pereceré. Mañana ejecutaremos esta hazaña, porque nuestra raza no ha muerto aún.

Valenzuela estaba dispuesto a darlo todo por salvar a aquellos hombres. Sabía que su abrazo con la muerte era casi seguro, y, como buen Caballero de la Orden de Santiago, pidió ser confesado antes de aquel decisivo día.
En los albores del 5 de junio se inicia el ataque para liberar Tizzi-Assa. La primera oleada hace retroceder a los rifeños, pero, buenos conocedores del terreno, se aliaran con este para frenar la ofensiva española en el barranco de Loma Roja. Las bajas son muy numerosas en ambos bandos, pero los rifeños tienen más reservas. Es el momento más crítico de la jornada. El mando empieza a temer verse superado y rememorar un nuevo desastre en aquellas inhóspitas tierras. Es entonces, cuando consciente de lo delicado de la situación, Valenzuela ordena poner toda la carne en el asador. Ordena a su cornetín rasgar el viento con las notas del toque de ataque, se incorpora sobre la ladera y con el gorrillo y su bastón de mando en la mano izquierda, y la pistola en la derecha, se lanza al asalto gritando ¡A mí los valientes! ¡Viva la Legión! Al ver esta imagen casi divina, sus hombres, hechizados de mística, no dudan en acompañar a su jefe en esa carrera suicida. Los rifeños no pueden detener esta horda fanática  empiezan a ceder. Pero en su retirada, alcanza con una ráfaga a Valenzuela. Siete balas le atraviesan y le quitan la vida en el acto. Ha caído el jefe, será un gran trofeo para los harkeños el hacerse con tan preciado cuerpo. Sus legionarios no lo van a permitir. Los primeros en caer son su cornetín y su plana mayor, los más cercanos. Luego los cuatro camilleros que fueron a recoger su cuerpo, que cada vez tiene más y más compañeros encima y a sus lados, protegiéndole de la profanación. La escena es seguida de cerca por un joven alférez del Tercio, Pablo Sendra, que con los 20 hombres que le quedan en su sección, se lanza también a proteger los restos del líder. Cuando por fin se pudo rechazar al enemigo de la posición y se pudo rescatar el cuerpo de Valenzuela, 40 legionarios yacían a su alrededor, formando una lujosa escolta hacia el más allá del ya inmortal Valenzuela y cumpliendo con el Espíritu de Compañerismo: “Con el sagrado juramento de no abandonar jamás un hombre en el campo, hasta perecer todos”.
Lápida del sepulcro de Valenzuela
La muerte de Valenzuela conmocionó al Tercio y a la sociedad española, dando idea de lo querida que era su persona. Se trasladó su cuerpo inerte hasta su natal Zaragoza, donde recibió sepultura en la Basílica de Nuestra Señora de la Virgen del Pilar, siendo acompañado su féretro desde su llegada a la ciudad hasta la cripta por todo el pueblo maño, algo que solo se hacía cuando morían importantes personalidades de la iglesia.
Valenzuela recibió la Medalla Militar Individual a título póstumo, además el rey Alfonso XIII le concedió el título nobiliario de Marqués de Valenzuela de Tahuarda, por pertenecer Tizzi Assa a las conocidas como Peñas de Tahuarda.
Para la operación de Alhucemas se creó el 1 de mayo de 1925 la VII Bandera, que poco tiempo después participó en la acción. A esta Bandera se le dio el nombre de Valenzuela, siendo su escudo la cruz de Santiago, de cuya orden militar fue miembro Valenzuela.
En la obra La Legión que vive, el coronel Mateo describió así a este héroe:

“Valenzuela se volcaba al hablar de ideales nobles y generosos; cuando se dirigía sus hombres tremolaba la voz, distendía el gesto, temblaban sus puños y asomaban lágrimas a sus ojos de mirar recto y leal. Y en el campo, en operaciones, al crepitar la fusilería de la horda rebelde, su esbelta y vigorosa figura se agigantaba y el Legionario que era, se crecía guiado y transformado en todo su ser”.

Bibliografía: -Elogio y glosa emocionada del Teniente Coronel Valenzuela, del Comandante Don Francisco Ángel Cañete Pérez en www.asasve.es

Escudo de la VII Bandera "Valenzuela"


domingo, 5 de febrero de 2012

La gesta del lago Ilmen.

Junto a la famosa batalla de Krasny Bor, las jornadas más gloriosas de la División Azul se vivieron en el lago Ilmen, donde superando a los elementos y a un enemigo mucho más numeroso, la Blau cumplió con la misión encomendada. 
Compañía de Esquiadores
Corría el día 7 de enero de 1942 cuando una ofensiva rusa destrozó a la División 290 de Infantería alemana. Los restos de esta y otras unidades de la zona, 593 hombres al mando del capitán Pröhl, quedan sitiadas por el Regimiento 140 de Infantería del 11 Ejército Soviético en la guarnición de Wswad, al sur del lago Ilmen, cerca del sector donde se encontraba la División Azul.
Unos meses antes, en noviembre, el general Muñoz Grandes -viendo como los rusos utilizaban patrullas de patinadores y esquiadores para atacar las posiciones aisladas y los puesto de vigilancia españoles-, decide encargar al teniente José Otero de Arce, la creación de una compañía de esquiadores dentro de la División Azul, para patrullar sobre el frente del lago.
Dado que los alemanes no tenían más tropas disponibles en la zona, se le encarga la misión de enlazar con los sitiados a los divisionarios. Recibida la orden la noche del día 9, al amanecer del día siguiente ya están preparados los esquiadores españoles para partir. Son 206 hombres, encuadrados en 6 secciones, comandados por el capitán José Manuel Ordás Rodríguez. La expedición cuenta con un médico, Pedro Sánchez Bejarano; un intérprete, el ruso blanco Constantino Alejandrovich, que había servido en la Legión durante la Guerra Civil. El tren de bagaje son 70 trineos con nueve fusiles ametralladores, víveres y munición para tres días, tirados todos ellos por pequeños caballos.
La distancia a recorrer son 30 kilómetros en línea recta, sobre las aguas heladas del lago. Pronto comprobaran como, las grietas sobre el hielo, les obligan a dar varios rodeos que aumentaran la distancia prevista. Ya a las 11 de la mañana del primer día llegan en un trineo tres hombres congelados e informan de las grietas del lago y de los muros de hielo infranqueables que les están retrasando la marcha. Poco después llega el sargento encargado de la radio, pues esta ha sufrido la rotura del generador. Muños Grandes seguirá la acción con mucho interés y a lo largo de los días no dejará de enviar mensajes de ánimo al capitán Ordás.
El día 11, tras 26 horas de marcha, los españoles han llegado a la orilla del lago, pero a causa de los desvíos han aparecido a 15 kilómetros al oeste del objetivo, en Ustrika, donde hay otra guarnición alemana. La compañía tiene ya 102 bajas por congelación, 18 de ellas muy graves, y ha perdido 30 trineos. Hay que tener en cuenta que estaba sufriendo temperaturas que rondaban los 50 grados negativos. La grasa de los cerrojos de los fusiles se fundía e impedía su funcionamiento, los alimentos eran como piedras y no se podía beber sin calentar el agua, pero sin hacían fuego delataban su posición al enemigo.  Un ejemplo fue el catalán Ramón Farré Palaus, que por las congelaciones se le hubieron de amputar las dos piernas.
Capitán Ordás
Pasan las siguientes jornadas avanzando por la orilla del lago mientras sufren dures ataques de los bolcheviques, llegando incluso a la bayoneta para defenderse. Cuando el día 17 están próximo a su objetivo, reciben la noticia de que la posición de Wswad está cercada por 3000 esquiadores siberianos. Por el contrario, los españoles solo reciben el refuerzo de 40 letones de la 81 División de Infantería de la Wehrmacht. Nada de esto frenará la determinación de estos hombres para tratar de liberar a sus camaradas alemanes.
A las 8 de la mañana se inicia la ofensiva española que ocupa los poblados de Ma y Bo. Tras ocupar Shi, los soviéticos retroceden, para lanzar pronto un contraataque con dos batallones sobre la vanguardia española. Esta se ve envuelta, pero lucha con valor para abrirse paso. De los 36 hombres que la formaban, 14 mueren en el intento. Ordás recibe la orden de establecer una posición avanzada en Maloye Utschno, donde envía 20 españoles y 14 alemanes, que contactaran allí con supervivientes de otras posiciones, sumando finalmente, 23 españoles y 19 alemanes y algunos letones. El día 19 recibirán un gran ataque de los rusos, que cuentan con varios carros de combate. Se intenta socorrer a la posición, pero el enlace es imposible. Ordás envía al teniente Otero de Arce con otros 7 españoles al auxilio de lo que pueda quedar de la posición de Maloye. Les acompañará un panzer y dos secciones alemanas. Consiguen rescatar a cinco españoles y un letón, los únicos supervivientes.
Teniente Otero de Arce
En la madrugada del día 21, cuando volvían a la orilla del lago, estos pocos hombres consiguen contactar con la posición de Wswad, incorporándose poco después el capitán Ordás que se fundirá en un gran abrazo con el capitán Pröhl. Las escenas de hermanamiento se multiplicaban entre los soldados de ambas nacionalidades. Ahora queda el retorno. Pero los españoles, esos idealistas que formaban la 250, no se conforman con eso. El día 24 se presentan voluntarios para reconquistar Maloye y Bolsloye, pese a la insistencia de los alemanes para que desistan de ello. Se consigue el objetivo, pero a costa de más bajas. Cuando el 25 llegan a su destino, solo 11 hombres acompañan al capitán Ordás. De 206 hombres, solo retornaron 12. La acción del lago Ilmen había costado 194 bajas, pero desde entonces ya nadie volvió a dudar de la capacidad de la División Azul y aquellos hermanos alemanes les estarían eternamente agradecidos. El gobierno español supo recompensar a la unidad con la Medalla Militar Colectiva y con la Individual al capitán Ordás, la segunda de su carrera, y al teniente Otero de Arce. Los alemanes les otorgaron nada menos que 32 Cruces de Hierro.

Por su interés, a continuación copiamos las Operaciones de la acción, extraída del blog divisionazul.blogia.com.
Mapa de Operaciones
OPERACIONES DE LA COMPAÑÍA DE ESQUIADORES PARA LIBERAR LA GUARNICIÓN ALEMANA DE WSWAD.
ESPAÑA Y ALEMANIA FRATERNIDAD EN EL CAMPO DE BATALLA.
Día 9 — enero 1942: a Las 21 h 15;
El General alemán de C. de E. dice por teléfono que la guarnición alemán de W... al Sur del Lago Ilmen está sitiada y no pudiendo ayudarla las tropas de aquel sector, pregunta si podemos nosotros los españoles hacer algo; a 30 kms. De nuestras posiciones y teniendo que atravesar el lago, parece imposible, pero preguntados: «Cómo se porta la guarnición de WSWAD?» «Muy valientemente» — se contesta — y entonces decimos: Se hará lo que se pueda y más de lo que se pueda.
Antes del amanecer del 10 sale el Capitán ORDÁS con 205 hombres; llevan 9 fusiles ametralladores, Radio, medico, víveres y municiones para 3 días.

Día 10— enero —
A las 11. Llegan en un trineo 3 congelados, dicen que la marcha es durísima y que en el Lago hay muros de hielo infranqueables y grietas enormes.
A las 11,35, regresa el Sargento de Radio: el generador se ha roto, no funciona la radio, pero pueden recibir; la marcha es muy penosa y el espíritu admirable.
A las 21,30.
Radio — General Muñoz Grandes a Capitán Ordás: «La guarnición W... resiste valientemente, es preciso salvarla, lo exige el honor de España y el espíritu de fraternidad entre nuestros dos pueblos, todos estamos pendientes de los heroicos soltados de Ordás.
Animo, tenéis la gloria mayor en vuestras manos; atacad resueltamente.»

Día 11.
A las 2.
Radio — General Muñoz Grandes a Capitán Ordás: « Con el Sargento va el generador. Sé que sufrís mucho. No importan. España entera sabe de vuestra hazaña. Alemania os admira. Sois el orgullo de nuestra raza. Tengo fe en vosotros porque tengo fe en España. Confiad en Dios y atacad como Españoles.
A las 9,50.
Radio — General Muñoz Grandes al Capitán Ordás:
A las 17.
Capitán Ordás a jefe de E. M.: «Ocupado D...».
Día 14.
Capital Ordás a Jefe E. M.: «Ocupado P... Seguiremos a liberar W......
Capital Ordás a Jefe de E. M.: «Ocupado Sch...; guarniciones de aquí y Pagost Ushin reforzadas con alemanes y lituanos.»
A las 23,30.
Capitán Ordás a Jefe E. M; Guarnición de Schischimorowo atacada por esquiadores rusos que se han retirado después de pequeño combate. Prisioneros cogidos dicen que en el sector comprendido entre Wo y Ma. Ju. Se encuentran 3.000 esquiadores Siberianos.

Día 15.
A las 5,45.
Capitán Ordás a General Muñoz Grandes; Llamado urgentemente por Jefe sector me comunico haber recibido orden para liberar W... posteriormente por orden del FÜRER quedaba sin efecto siendo la guarnición de W.... la que rompería el cerco y retirarse en la dirección más favorable. Apoyándome en buena situación de mis fuerzas elevadísima moral rogué se me concediera el honor de ayudar a W.... Consultado General alemán acepto.
A las 8,40.
General a Capitán Ordás; Confío en vuestra pericia, en vuestro valor y en Dios.
Muñoz Grandes.

Día 16.
A las 22.
Capitán Ordás a General Muñoz Grandes: Mañana avanzaremos.

Día 17.
A las 22.
Capitán Ordás a General Muñoz Grandes; A las 8 horas empezamos avance, apoyados por 40 letones, ocupado Ma y Bo. Al ocupar Shi. Se rompe resistencia enemiga entrando en vanguardia en ducho pueblo.
Reacciona el enemigo contraatacando con dos batallones con piezas antitanques y seis carros semipesados que envolvieron rápidamente vanguardia Española. Al destacamento envuelto por carros se defiende heroicamente; otros carros se dirigen contra el resto de la compañía fijándola en Bol.
De los 36 Españoles que formaban la vanguardia, mueren 14; el resto logra abrirse paso y llega a nosotros. Nos hacemos fuertes en Bo. Donde resistimos a pesar del fuerte ataque enemigo. A las 21 horas recibo orden de establecer avanzada en Mal. A donde parten 20 Españoles y 14 alemanes que envío de la sección que recibo de refuerzo. Además de las bajas citadas hemos tenido dos muertos y trece heridos.

Día 18.
Sin novedad.

Día 19.
A las 13,30.
Capitán Ordás a General Muñoz Grandes; A las 7 horas hoy, enemigo entró en grandes masas en Mal, asaltando la guarnición compuesta de 23 españoles y 19 alemanes. Ataque que fue Apoyado por 6 tanques. —Desplegó resto Compañía recogió 5 heridos españoles y dos alemanes. —LA enorme superioridad enemiga y apoyo de tanques nos impiden reconquistar posición. La guarnición no ha capitulado; ha muerto con las armas en la mano. Vemos gran concentración enemiga en Mal. y Bol... Ut... Esperamos ataque. Sabremos morir como españoles.
Arriba España. Viva Franco.»
A las 23.
General Muñoz Grandes a Capitán Ordás; Como habláis vosotros, solo hablan los héroes.
Así y solo así se hace un Imperio. Animo. Vuestra conducta es el orgullo de esta brava División. Pese a todo venceréis. Hay Dios, y el os dará la Victoria porque sois los hijos más valientes de España. — Un abrazo que no será el último, lo aseguro.»
Muñoz Grandes.
A las 14,30.
Capitán Ordás a General Muñoz Grandes: « En la noche de ayer hemos sido bombardeados 3 veces por aviación rusa. Al anochecer grades masas enemigas se dirigieron contra nuestra posición y para facilitar la defensa varios voluntarios han salido a quemar carros. El ataque ya en marcha de los rusos no llegó a efectuarse y se retiraron. — Dios existe.»

A las 16.
Capitán Ordás a General Muñoz Grandes; General alemán nos felicito y anuncio recompensas.

Día 21.
A las 9,45.
Capitán Ordás a General Muñoz Grandes: En la madrugada de hoy guarnición alemana de W... Se abrazaron a 7 Km al E. de U....Los deseos de V. E. se han cumplido totalmente.
A las 10,45.
General Muñoz Grandes a Capitán Ordás; «Orgulloso de vosotros con mucha alegría os abrazo.
Muñoz Grandes.
A las 11.
Capitán Ordás a General Muñoz Grandes: «Regresó nuestra fuerza, la mayoría están congelados.
A las 11,40.
General Muñoz Grandes a Capitán Ordás «Manda por correo relación nominal de los que salisteis, bajas habidas y los que quedan, y por radio relación numérica.»
A las 16.
Capitán Ordás a General Muñoz Grandes: « Salimos en total 206 hombres y quedamos 34.

Día 22.
Sin novedad.

Día 23.
Sin novedad...

Día 24.
A las 22.
Capitán Ordás a General Muñoz Grandes: « A Las 7 horas hoy iniciamos ataque — La Compañía en vanguardia sigue a los tanques alemanes y penetra en Mal. y Bol..... después de vencer fuerte resistencia — Nuestras bajas son: Un oficial, Un sargento y 7 soldados. A pesar de quedar tan solo 12 hombres útiles para el combate, la confianza en nosotros de los que nos rodean es siempre la misma; con nuestro supremo esfuerzo y pese al frío intensísimo, hacemos que esa confianza vaya en aumento, derramando prácticamente nuestra sangre por España y nuestro Caudillo. Así nos lo exigen los cuerpos sagrados de los que valientemente cayeron. ¡Arriba España! ¡Viva Franco!»

Día 25.
A las 1,40.
General Muñoz Grandes a capitán Ordás: «Dime cuántos valientes quedan....
A las 18,45.
Capitán Ordás a General Muñoz Grandes: « Quedamos 12 combatientes....
Todo esto pudiera ser solo literatura pero... Salieron 206 y quedan 12.
ESTO ES HEROÍSMO!! ¡ARRIBA ESPAÑA!

AGRADECIMIENTOS.
El General en Jefe.
C. G. Ejército a 21/1/42.
SR. GENERAL:
En el día de su cumpleaños, le expreso mis mejores y más sinceras felicitaciones y le deseo obtenga nuevos triunfos, al frente de su soberbia División' en nuestra lucha común.
Aprovecho la oportunidad para expresarle también mi especial reconocimiento hacia los bravos componentes de su División que para liberar la posición de Wswad, avanzaron sobre el Lago Ilmen y luego unidos con fiel espíritu de camaradería, con las tropas de la División... realizaron, tanto en la defensiva, como en el ataque gestas tan excepcionales.
Esta empresa, de auténtica camaradería, encuentra en todo el Ejército, las mayores alabanzas y justifica sienta Vd. y toda su División, la máxima de las satisfacciones.
Deseándole a Vd., mi General y a su brava División mucha suerte y nuevas victorias, quedo de Vd.,
Muy respetuosamente.

DEL GENERAL MUÑOZ GRANDES AL CAPITÁN ORDÁS:
Sobre Las heladas aguas del Lago y gracias a la bravura y espíritu de sacrificio con que lo atravesasteis para liberar a los héroes de W... ha rugido el león español.
En nombre del Caudillo os concedo, a ti Capitán Ordás la Medalla Militar y a todos los valientes que te acompañaron, la Medalla Militar colectiva.
Por la Patria agradecida os abraza.

CARTA DEL GENERAL JEFE DE LA DIVISIÓN
AL GENERAL MUÑOZ GRANDES

MI MUY RESPETADO GENERAL:
En el momento en que cesan de estar a mis órdenes los valientes Soldados de su Compañía de Esquiadores, es para mí un deber ineludible expresar a Vd. mi agradecimiento y mi admiración por él arrojo temerario y heroico de sus soldados.
Ha sido para mí un honor poder tener bajo mi mando a estas excelentes tropas y motivo de especial satisfacción que con la concesión de 32 Cruces de Hierro a la Compañía haya cristalizado en forma palpable el reconocimiento de los Mandos Superiores.
Con la expresión de mi estima y con el deseo de poder volver, a saludarle personalmente, quedo de Vd.,

Muy respetuosamente.

SCHOPPER.
Una curiosidad. Un comic japonés reflejando la hazaña.

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