domingo, 9 de diciembre de 2012

El Salado, el fin de la última invasión.

Tras la famosa batalla de las Navas de Tolosa, con la consecuente caída del poder almohade, los reinos cristianos se habían hecho amos y señores de la situación en la Península Ibérica. Los débiles reinos de Taifas fueron cayendo uno tras otro, especialmente bajo el reinado del rey santo Fernando III. Solo Granada  (que comprendía la actual provincia, más Almería, Málaga y el istmo de Gibraltar) resistía, aunque a costa de pagar grandes tributos a Castilla.
Cuadro del Siglo XVII sobre la batalla que se
encuentra en el Real Monasterio de Guadalupe
Mientras, en el norte de África, un nuevo poder controlaba la zona, los benimerines. Desde finales del siglo XIII intentaron pasar a la península y no dejaron de mandar ayuda a sus compañeros de fe granadinos. Famoso fue su intento de toma de Tarifa en 1294, rechazado por el empeño del gran Guzmán el Bueno. La gran ventaja de los benimerines era la superioridad de su flota, con la que lograron el control del estrecho. Gracias a esto, consiguieron arrebatar Algeciras a los cristianos en 1329, desde donde lanzaron una ofensiva que acabó con la toma de Gibraltar en 1333. En los años siguientes, trataron de reforzar estas bases para un nuevo intento de ocupar la península. Para evitar grandes desembarcos de tropas, fue fundamental el papel del Almirante castellano Alfonso Jofre Tenorio, que pese a su enorme inferioridad, se convirtió en una pesadilla para los intereses musulmanes. En 1325, con tan solo seis galeras, ocho naos y otras seis embarcaciones menores, logró derrotar a una gran flota enemiga. Pero, con tan pocas naves, sabía que tarde o temprano no podría evitar el desembarco enemigo. Fue por esto que en 1339 fue reforzado por una flota bajo el mando del Almirante aragonés Gilabert Cruilles. Sin embargo, este fue herido en una escaramuza y al retirarse, los benimerines, aprovechando esta situación y la noche se lanzaron al paso del estrecho con 140 naves de transporte y 70 galeras. Por prudencia, Jofre Tenorio no se arriesgó a salir contra esta expedición, lo que le valió las críticas de todos, incluido el propio rey. Dolido en el orgullo, Tenorio se lanzó a una operación suicida en la que perdió la vida y casi todas sus naves. Tras esto, no quedaba ningún freno al flujo de tropas hacia Algeciras. El rey de Granada, Yusuf I, se frotaba las manos. Gracias al apoyo del rey de los benimerines, Abu Hasan, iba a poder quitarse por fin de encima el dominio de Castilla. Por otro lado, el rey de esta, Alfonso XI, se veía en una situación cada vez más amenazante, por lo que no dudo en pedir ayuda al Papa y a su suegro, el rey de Portugal, Alfonso IV. El santo padre dio a la campaña calificación de cruzada, con lo que recibió ayudas económicas y de hombres, especialmente de Aragón y Portugal. Portugal, acudió con su rey al frente a la contienda, más una flota para equilibrar las fuerzas en el estrecho y 2000 caballeros.
Estatua de Alfonso XI en Algeciras para conmemorar
su gran victoria en el Salado.
En este momento la situación se encuentra así; mientras el rey castellano busca refuerzos, los reyes Yusuf y Abu Hasan han puesto sitio a la deseada Tarifa. Reunido Alfonso XI con su suegro, marchan raudos a la ciudad sitiada, situándose en la orilla occidental del río Salado, al oeste de Tarifa. En una hábil maniobra, Alfonso XI consigue introducir en Tarifa 1000 caballeros y 4000 infantes para refrescar las exhaustas fuerzas de la ciudad. Además una escuadra combinada de aragoneses y genoveses, bajo el mando de Pedro de Moncada, introduce también algunos marineros.
Las fuerzas musulmanas se dan cuenta de que están perdiendo el control de la situación y deciden plantear una batalla en campo abierto, pues sus fuerzas sumaban 80000 hombres, frente a los 20000 infantes y 10000 caballeros castellanos y sus pocos refuerzos de Portugal y Aragón. Era el 30 de Octubre de 1340.
Cada ejército pasa a ocupar una orilla del rio. Los castellanos, como es habitual, tienen su mejor arma, la caballería pesada al frente. Sin embargo, el control de los vados por los que se puede cruzar el rio, es de los infieles. El rey castellano no se decide a pasar, hasta que dos de sus caballeros, los hermanos Gonzalo y Garci Lasso Ruiz de la Vega, en un gran acto de valor, espolean sus monturas, contagian al resto y se lanzan al cruce de un puente. Tras el paso del rio, vuelven a formar la línea de caballería y se lanzan con todo contra la vanguardia musulmana, compuesta por una gran masa de infantería. Los peones musulmanes caen aplastados, la famosa caballería ligera benimerín que formaba detrás se lanza en su ayuda, pero es detenida por los infantes castellanos que ya han tenido tiempo de cruzar el río y por la reserva de caballería de Gonzalo de Aguilar. Nada pudo hacer en un espacio tan cerrado la caballería ligera musulmana, más acta para espacios abiertos. Algo parecido ocurrió en el flanco derecho, donde la caballería portuguesa derrotó a la nazarí. A los musulmanes les quedaba la baza de su retaguardia, formada por la mayoría de sus infantes, pero en este momento, los defensores de Tarifa realizan una salida de la ciudad y los encierran entre dos frentes, sufriendo grandes bajas. La victoria cristiana es total, toman el campamento y dejan más de 40000 muertos enemigos sobre el margen del Salado. A esto se suma un enorme botín que reventó los mercados de oro y plata de España y Francia.
Esta victoria fue sonada en toda la Europa cristiana, que se inflamó de una gran dosis de moral. Alfonso XI envió al Papa Benedicto XII a 24 presos con todas las banderas capturadas al enemigo, además de grandes riquezas tomadas al mismo. Un enemigo que ya nunca más osaría tratar de invadir esa tan codiciada Hispania, que ahora solo tenía un pequeño y aislado pedazo musulmán, que gracias a sus riquezas y a las guerras civiles cristianas, resistiría un siglo y medio más el imparable avance de la Reconquista.
Alfonso XI representado en el fragor de la batalla
 

 

domingo, 24 de junio de 2012

García Fernández, Conde de Castilla, único freno de Almanzor.

Imagen de García Fernández en Salamanca
Conocidos son los estragos que Almanzor hizo en la España cristiana de fines del primer milenio. Indiscutible es la gran fuerza militar de este gran caudillo sarraceno, pero lo que también es cierto que pocos se atrevieron a hacerle frente. Muy al contrario, fueron muchos los reyes, condes y grandes señores que se le sometieron a cambio de prebendas. Valga como ejemplo, que en la famosa destrucción de Santiago de Compostela del 997, hubo señores leoneses entre las tropas del líder árabe.
Pero a lo largo de su victoriosa carrera, Almanzor tuvo en Castilla a un rival digno, el Conde García Fernández, que pese a sufrir varias derrotas, nunca se doblegó al poder de aquel diablo que asolaba las tierras reconquistadas.
Cuando en 970 heredó el condado de Castilla de su padre, Fernán González, se encontraba en una fase de paz con el califa de Córdoba, que por aquel entonces era Al-Hakam. En 974 decide romper la paz y ataca las tierras musulmanas de Soria y Guadalajara, tras formar una coalición con los reyes de León y Pamplona y otras poderosas familias. El general eslavo Galib, el mejor de la época en Córdoba les frena en el intento de tomar la importante plaza de Gormaz.
Pasan los años, Almanzor se ha hecho con el poder absoluto en Córdoba y empieza a golpear con dureza la frontera y las tierras cristianas. García Fernández cree con razón que hay que contrarrestar estas acciones y aliviar la frontera volviendo a intentar tomar Gormaz. Pide audiencia a su señor, el rey de León Ramiro III, pero este está escaldado de los enfrentamientos contra el poderoso Almanzor, y se la niega. No se rinde nuestro conde, y pese a no contar con ningún apoyo se lanza a tomar la plaza con un fuerte ejército castellano. El cómo había conseguido reunir estas huestes en su condado se debe principalmente a la promulgación de los Fueros de Castrojeriz. En base a estos fueros, se equiparaba legalmente a los campesinos que dispusieran de un caballo y armamento para hacer la guerra –los llamados infanzones-, con la baja nobleza. De esta manera, García Fernández atrajo a un gran número de estos infanzones a sus tierras, pudiendo formar así una fuerza militar considerable.
Estamos en 978 cuando el conde de Castilla inicia su ofensiva sobre Gormaz, la cual toma rápidamente, consiguiendo un éxito que nadie esperaba. Pero no se detiene aquí García Fernández, sino que continúa su campaña y saquea Almazán y Barahona, además de Atienza. La llegada del frío le hace retornar a sus tierras castellanas, cargado de un gran botín.
Mientras Almanzor  entraba en una especie de guerra civil con su suegro, el general Galib. García Fernández se alía con el general eslavo, pero la gran fuerza militar organizada por Almanzor les derrota en San Vicente. Era el año 981, el mismo en que una nueva coalición, de Castilla, León y Navarra se enfrente en Rueda a Almanzor, que una vez más sale vencedor, siendo a raíz de esta batalla cuando toma su sobrenombre de al-mansur, el victorioso. Esta derrota supuso la rebelión de los nobles gallegos del Reino de León, que deponen a Ramiro III y sitúan en el trono a Bermudo II. Tanto estos nobles, como el rey se convertirán de manera humillante en vasallos de Almanzor. Pronto le seguirán el resto de coronas y condados; García Fernández se quedará como el único opositor al poder avasallador de Almanzor. Este no deja de asolar las tierras cristianas, en especial de aquellos que osan no someterse. Pero García, pese a tener que ir retrocediendo terreno, no deja de causar dificultades a Almanzor y de intentar unir a los poderes cristianos contra el enemigo musulmán.
El invencible Almanzor no da crédito a que un simple conde, vasallo de León, sea tan terco y obstinado. A esto se suma la rebelión de uno de sus hijos, Abd Allah, que busca refugio en los dominios del conde de Castilla. Mientras, en 989, Almanzor vuelve a toparse con las defensas de Gormaz, pero asola el resto de la comarca. García Fernández llega a un acuerdo con él, le devolverá a su hijo a cambio de la paz y de que no le haga ningún daño. Almanzor acepta, pero no respeta el pacto y decapita a su propio hijo.
La paciencia de Almanzor se está agotando y se dispone a emplear una de sus tácticas preferidas, la compra de voluntades. Es aproximadamente lo que se narra en el Romance de los Siete Infantes de Lara, según el cual, la familia Lara, una de las más poderosas de Castilla, traiciona a su conde. En la trama está involucrada hasta la propia esposa de García. No sabemos la verdad que puede existir en este romance, pero sin duda, algo de cierto hay. Más aún, cuando lo que sí está probado es que será Sancho García, el hijo del conde, el que se alíe con Almanzor en contra de su padre. El motivo fue seguramente ver como todos los señores de la época lograban grandes prebendas al someterse al musulmán, mientras que, por el contrario, su testarudo padre no dejaba de sufrir las penalidades de la guerra y perder territorios y riquezas en sus luchas contra Almanzor. A esta triste traición, se une la de los infanzones de Espeja, una población de la frontera. Entre 993 y 994 caen Gormaz, Clunia y Osma. Es un golpe muy duro para García Fernández. Pero una vez más, cual ave fénix, el conde se rehace. Reorganiza sus fuerzas y contraataca para pedir cuentas a los de Espeja y atacar Medinaceli, haciendo retroceder a las fuerzas musulmanas. Será en el eje entre Langa y Peñaranda donde se dispute la batalla final. Volviendo a la leyenda del romance, doña Ava, la mujer de García Fernández, estaba compinchada con Almanzor. Esta alimenta al caballo de su marido de salvado en vez de cebado, para que se mantuviera robusto, pero sin fuerzas. De esta manera, al poco de ser montado por el conde, el caballo desfalleció y el castellano fue derribado y cayó malherido. Ciertamente, en una batalla cerca de Alcozar, el conde castellano cae gravemente herido, sus fuerzas se dispersan y es tomado prisionero. Almanzor por fin ha capturado a su eterno enemigo. Ordena que sea llevado a Córdoba donde será encarcelado y ajusticiado, pero las heridas son muy graves y García Fernández muere poco después, privando a Almanzor de su venganza. En un gesto nada habitual para este demonio, sabe reconocer al único rival digno que tuvo y entrega el cuerpo a los cristianos de Córdoba para que le den sepultura.
Muerte García Fernández ya nadie queda para hacer frente a Almanzor, pero su ejemplo de lucha calará en la generación posterior. Los hijos de los señores sometidos –incluso Sancho García, que cambiará su actitud con los años-, se hartan de vivir bajo la humillación del yugo del musulmán. Uno a uno, cuando vayan llegando al poder, se rebelaran contra Almanzor, hasta la muerte de este, que marcará el inicio de una gran crisis en el califato y de la recuperación de los reinos cristianos, en la cual tuvo bastante que ver el espíritu combativo y rebelde del conde García Fernández, “el de las manos blancas”.

lunes, 11 de junio de 2012

Los Tigres de Buharrat.

Legionarios de la III Bandera con el famoso estandarte del tigre
Ya hemos contado en otras ocasiones, que en sus inicios, el recién creado Tercio de Extranjeros carecía de la confianza del alto mando. Sus primeros servicios se daban lejos de la vanguardia y los primeros legionarios tuvieron que aguantar burlas de los soldados de otras unidades, sobre todo, por su característico gorrillo. Poco duro esta situación, el desastre de Annual catapultó a la Legión a la fama, pero unos días antes, esta legendaria unidad ya empezó a demostrar de lo que estaba hecha y supo acallar las críticas y los comentarios burlones. Una de esas primeras jornadas de gloria, fue la protagonizada por la III Bandera en Buharrat, siendo conocidos sus hombres a partir de entonces como los Tigres de Buharrat.
Bajo el mando del Comandante Candeira, en Febrero de 1921 la III Bandera había llegado a Tetuán, para como el resto, ser revistada por el Alto Comisario, causando una gran impresión entre el público asistente. De allí partió a realizar servicios de seguridad y protección de caminos, hasta que en Mayo llegó a Xauen, con la misión de proteger la ciudad. En estos días, las vanguardias de las columnas que protegen el lugar traban un breve combate con el enemigo, siendo  recibidos estos primeros disparo con gran júbilo por parte de los legionarios, que no ven la hora de entrar en combate. Pero los días pasan y no acaba de llegar el esperado día de bautizarse en un gran combate. Se construyen blocaos y se asegura la zona, más parecen peones e ingenieros, que soldados de infantería. El día 24 de junio, las tres banderas vuelven a unirse en el Zoco el Arbaa. Sus relaciones con los Regulares son cordiales, pero tendrán que llegar a las manos con otros soldados que les cantan aquello de “¿Quiénes son esos soldados, con tan bonitos sombreros? Son el Tercio de legionarios que llena sacos terreros”
Tiene la esperanza de encontrar la acción en las futuras operaciones que se presentan sobre Beni Lait, con el objetivo de acabar con el segundo del Raisuni, el temible guerrillero Hamido es Sucan. Pero al partir el día 27 se les vuelve a encuadrar en el grueso de las columnas, la ansiada vanguardia sigue quedando lejos.
En la operación sobre Salah, por fin el Comandante Franco consigue un puesto en vanguardia para su I Bandera, pero con la condición de que no tenga ni una baja, algo prácticamente imposible en un terreno infestado de enemigos. Alcanzamos así el día 29 de junio, un día que pasará a la historia de la Legión. El Sucan lanza un poderoso ataque sobre las fuerzas de Franco. Sus hombres reaccionan bien, pero pagan con su sangre el éxito. Uno de los heridos será el famoso Capitán Arredondo, jefe de la 1ª Cía., que quedará un año de baja por varios disparos en las piernas. Ese mismo día, al norte de Kudia Taimutz, la columna en la que está encuadrada la III Bandera, debe de entrar también en combate. Hay en la zona una larga loma, de vital importancia para dominar la situación, es Buharrat. A su toma se lanzan las dos compañías de fusiles de la Bandera, la 7ª y 8ª, apoyadas por el fuego de la de ametralladoras, la 9ª. Una vez tomada la posición, desde la cual se ve la propia casa del Sucan. Es cuando la 9ª se va a incorporar a las posiciones en Buharrat que se envuelta por un violento contraataque de los harqueños. Los legionarios están rodeados y tienen al enemigo tan cerca que no se puede emplear el fuego de ametralladora. Los servidores deben de defenderse a tiro de pistola antes de llegar al cuerpo a cuerpo. Mientras los conductores hacen lo propio con sus mosquetones, todos ellos acompañados por el vigor de su capitán, Camilo Alonso Vega. El enemigo intenta apoderarse de las máquinas y llega a cogerlas por el cañón, teniendo que soltarlas por su elevada temperatura y acabando por ser rechazado.
La acción de Buharrat le cuesta a la III Bandera la muerte del teniente Torres Menéndez y la de once legionarios. Han quedado heridos el capitán de la 8ª, Ortiz de Zárate y 19 legionarios. Se lamentan los caídos, pero por fin han disfrutado de su bautismo de fuego y han callado las bocas de esos que los calificaban como simples cargadores de sacos terreros.
El jefe de la Legión, el mítico Millán Astray, dará a esta Bandera su nombre de los Tigres de Buharrat, y a partir de ahora este será su estandarte, un tigre rampante que recordará por siempre el valor y ferocidad de aquellos legionarios que empezaron a escribir la historia gloriosa de la Legión.
Cuadro del excelente pintor Clauzel que muestra al portaestandarte de la III Bandera a caballo

lunes, 14 de mayo de 2012

La Dama de Arintero, la mujer caballero.

Imagen de la Dama de Arinteros que se encontraba en la
desaparecida sala de las mujeres militares del antiguo
Museo del Ejército en Madrid. Esa sala perdida en el
"progre" nuevo museo del Álcazar de Toledo.
Vivía España unos momentos de incertidumbre, provocados por una guerra civil en la que se disputaba el trono de Castilla. Por un lado tenemos a nuestra Isabel I de Castilla, la católica; por el otro, la hija bastarda del difunto rey Enrique IV, Juana la Beltraneja. Esta última recibió la adhesión de muchos nobles castellanos y contaba con el apoyo de las tropas portuguesas, ya que era esposa del rey de ese país, Alfonso V. Los Reyes Católicos han de hacer un llamamiento a todos sus fieles. Uno de ellos era el hidalgo Juan García, natural de Arintero y veterano de las guerras contra los moros, en 1474 era demasiado viejo para acudir de nuevo al combate. Para desgracia suya sus 7 descendientes eran mujeres, por lo que no iba a poder ayudar a sus reyes, viendo caer la deshonra sobre su familia. Tan apenado estaba el anciano, que una de sus hijas medianas, Juana, decidió tomar el papel que a un hijo le hubiera correspondido. Con una gran fuerza de voluntad recibió un duro entrenamiento de dos meses en los que curtió su cuerpo y aprendió el oficio de las armas. Una vez estuvo lista, se pertrecho como un guerrero y partió a unirse a las filas de sus reyes. Llegó al campamento de Benavente y triunfó en su engaño al ser alistado como el caballero Diego Oliveros. Tras meses de campaña, participó con valentía en la toma de la rebelde Zamora y se gano el respeto de sus compañeros. Tras esto, los fieles a la Beltraneja, con el ejército portugués al frente, se concentraron en Toro, en torno a la cual se iba a decidir el futuro de la contienda.  Era 1 de Marzo de 1475, cuando en Peleagonzalo, las tropas de caballería castellanas destrozan al enemigo. En la persecución el caballero Oliveros traba combate con un fiero enemigo. Pese a que lo desmonta del caballo, en el choque, Diego sufre la rotura de su jubón, quedándose libre un suave pecho blanco que hace descubrir a todos que en realidad están delante de una mujer. Salta pronto el escándalo y Juana es llevada ante la presencia del rey Fernando. Este queda muy sorprendido por como una mujer se ha desenvuelto todo ese tiempo con tanta valentía y destreza y le ofrece lo que ella quiera. Esta, humilde, le pide solo la libertad, a lo que el rey contesta que eso ya la tiene, que pida otra cosa. Es entonces cuando según los romances la Dama de Arintero le pide al rey:

“En ese caso, señor, hay algo que me gustaría pediros. Mi tierra os sirve tan generosamente que se está quedando sin varones y tiene que enviar a sus mujeres a la guerra, no consintáis que se despueble y libradla de los azotes de la guerra. No os pido que la libréis de los justos tributos de dinero; libradla de los tributos de sangre; haced que todos sus naturales sean hijosdalgo, y ello engrandecerá el reino”

El rey le expende un documento a Juana, en el que se recogen los siguientes privilegios para su villa:
- Arintero sería ahora solar conocido de hijosdalgos notorios.
- En las tierras de Arintero y en veinte leguas a la redonda no podría exigirse contribución de sangre o dinero; sus vecinos quedaban exentos del pago de tributos reales y del servicio militar.
- Los miembros del linaje y solar tendrían el privilegio de presenteros de beneficios.
- Que fueran Presenteros en la parroquia de Santiago Apóstol.
- Que los Presenteros tuvieran derecho a ser obsequiados con yantar por el rector de la parroquia.
- Que el Presentero más viejo llevase la ofrenda de la caridad todo el año.
- Que su categoría de Hijosdalgos la tuvieran aunque cambiaran de residencia, y referido a todos los vecinos de Arintero.
- Se concedía licencia real para celebrar todos los años fiesta y feria en el aniversario de la victoria ante las tropas portuguesas.

Parte Juana muy contenta hacia su pueblo, pero no acaba aquí su historia, pues el drama estaba por venir.
La reina Isabel hace ver a su marido que ha errado en su decisión, que tal como están las cosas, con tanto noble levantisco, no se pueden ir regalando privilegios de ese tipo así como así. Se envía por lo tanto una patrulla de seis hombres para que prendan a Juana y le arrebaten el legajo.
Nuestra heroína, que en nada podía sospechar este devenir de las cosas, se encontraba descansando en La Cándana, un pueblo a escasos 20 kilómetros del suyo, parece ser que jugando a los bolos con unos familiares. Pronto dan con ella los soldados y le piden los documentos. Esta se niega, y, previsora de lo que podía ocurrir, se los había dado a un primo suyo para que se los hiciese llegar a su padre.
Juana entabla un feroz combate contra los seis hombres. Unos dicen que murió valientemente en la refriega; otros que logro escapar y acabar sus días esposada con un noble asturiano. Quién sabe, para la leyenda ha quedado su nombre y el escudo de su pueblo la recuerda con este poema:

SI QUIERES SABER
QUIEN ES ESTE VALIENTE
GUERRERO QUITAD LAS
ARMAS VERÉIS SER
ES LA DAMA DE ARINTERO
CONOCED LOS DE
ARINTERO VUESTRA
DAMA TAN HERMOSA
PUES QUE COMO
CABALLERO CON SU REY
FUE VALEROSA.
Escudo de la Villa de Arintero


También quedaron unos versos en su recuerdo en el pueblo que presumiblemente la vio caer, en La Cándana aún se dice:

"La Cándana, pueblo triste
porque en tu recinto viste
morir la luz de Arintero.
Toda la montaña llora
la alegría de tus muros
y, en la Dama, a quien adora
mira sus timbres más puros".

Existe una novela histórica de Antonio Martínez Llamas con el título de “La Dama de Arintero” donde se narra la vida de esta gran mujer.

martes, 1 de mayo de 2012

Mörsel Karl, el supermortero alemán.

Un Mörsel Karl con la gran cantidad de hombres que se necesitaba para su uso
De entre los diferentes tipos de morteros que se emplearon en la II Guerra Mundial, el más espectacular, aunque no el más efectivo, fue el mortero Mörsel Karl, una auténtica bestia de 600 mm. de calibre. Debido a su gran tamaño y a la dificultad de su transporte apenas se le dio uso y su función más la del impacto psicológico sobre el enemigo. Pensando para la campaña de Francia, la rápida rendición de esta nación, hizo que su uso se retrasara hasta la campaña del Este, concretamente en el sitio de Sevastopol. Posteriormente fue utilizado en el Levantamiento de Varsovia y en Brest-Litovsk. Su radio de alcance superaba los 6800 metros, en el modelo Gerät 040. Posteriormente, se modificaron tres de los 6 Mörsel Karl existentes, creando el modelo Gerät 041, que alcanzó un radio de más de 10 kilómetros, al reducir el calibre a 54 cm y estableciendo la longitud del tubo en 7,1 metros.

Los Mörsel Karl se distribuyeron en tres batallones de la Wehrmacht. En el 1º estaban los Karl Adán y Eva, en el 2º Odín y Thor y en el 3º Loki y Ziu (nombre germano de Tyr, dios escandinavo de la guerra).
El Mörsel Karl ZIU en el Levantamiento de Varsovia

El peso de la munición, según el tipo, rondaba las dos toneladas por unidad. Los Mörsel Karl se situaban sobre una plataforma con ruedas de carga. La suspensión se consiguió mediante dos tipos de barras de torsión. El motor de la plataforma de transporte era un Daimler-Benz MB 507 Diesel de 12 cilindros, refrigerado por líquido, consiguiendo una velocidad máxima de 10 km/h. El transporte se hacía a través de ferrocarriles especiales, ya que para ser llevados por carretera tenían que ser desmontados.
Muestra de la violencia del impacto del ZIU contra un edificio

lunes, 9 de abril de 2012

Don Ángel Salamanca, Medalla Militar Individual.

En el artículo de la batalla de Krasny Bor, el testimonio del entonces sargento Salamanca, ya nos sirvió para dar vida a los hechos. Hoy, como se merece, nos toca homenajear a este hombre, que tras ser nombrado Medalla Militar Individual por su capitán en el propio campo de batalla en 1943, hubo de esperar hasta 1969 para que le fuera concedida de manera oficial y hasta 1998 para que le fuera impuesta en un acto en la Academia de Infantería.
Ángel Salamanca Salamanca nació en 1919 en el pueblo toledano de Escalonilla. Transcurría tranquila su vida, como la de cualquier aldeano, hasta la llega de la II República. Tras unos primeros años sin alborotos, la victoria del Frente Popular en las irregulares elecciones de 1936 acaba con la paz del poblado. La ley empieza a brillar por su ausencia y solo vale lo que salga de la Casa del Pueblo. A todo aquel que tiene unas míseras tierras se le considera rico, y como tal se le obliga a contratar parados, que al no tener donde trabajar, solo hacen que vaguear y vivir de una pobre clase media trabajadora. Uno de estos casos es el del padre de Ángel Salamanca. No acabaron aquí los desmanes, pues ya antes del inicio de la guerra, dos familiares son asesinados sin razón, arrojados a un pozo y enterrados bajo macetas.
Tras el estallido de la guerra, la familia Salamanca queda en la zona roja. Seguirán con especial atención el avance de las tropas nacionales hacia la liberación del Alcázar de Toledo. Era septiembre de 1936, cuando enterado de la presencia de los nacionales en Talavera de la Reina, Ángel Salamanca, con solo 17 años, decide pasarse a sus líneas, en soledad y sin decir nada a nadie. Durante 3 días ando siguiendo el curso del río Tajo. Alimentándose de lo que iba encontrando en los huertos que iba encontrándose en su camino y durmiendo al raso, fue sorprendido por unos disparos y unas voces. Se había topado con un tabor de Regulares. Tras decir que venía a unirse a sus fuerzas, fue llevado ante un oficial para ser interrogado sobre la situación tras las líneas. Estaba en la posición de la columna del comandante Castejón, formada por el II Tabor de Regulares y la V Bandera de la Legión. Tras pasar toda la información que pudo, quedaron sorprendidos de que no hubiera encontrado tropas enemigas en todo su camino, eso significaba que el avance estaba más libre de lo que creían. Queda encuadrado en la Plana Mayor y pocos días después participa en la liberación de su propio pueblo, donde se encuentra con su preocupada familia que nada sabía de él. Tras esto, siguió en el avance hasta Toledo. Una vez tomada la ciudad y liberado el Alcázar queda filiado en el Depósito de Milicias de FE de las JONS. Se le encuadra en la III Bandera de Castilla donde lucha en el frente de Toledo y Madrid, hasta que por ser menor de edad de le tramita la baja de la I Bandera de Toledo donde estaba en ese momento. Al poco tiempo, ya mayor de edad, pasa a formar parte de la IV Bandera de Castilla, en la tercera centuria, en la División nº 13 del Cuerpo de Ejército Marroquí. Como el mismo cuenta en sus memorias Esclavos de Stalin, estuvo en los frentes de Aragón: en el Vértice del Silencio; en Teruel, donde su bandera tomó varias cotas importantes hasta el río Alfambra; y en Belchite. Su Bandera recibió por estas acciones la Medalla Militar Colectiva. Cruzó el Ebro y el Cinca y llegó hasta las puertas de Lérida. En su expediente consta que “durante su permanencia observó buena conducta y alto espíritu militar y falangista”.
La curiosidad en este tiempo, es que durante la batalla de Teruel, sirviendo como enlace, se pierde durante varios días entre las líneas enemigas. Se le da por muerto y así se le comunica a su familia. Finalmente apareció y pidió permiso para ir a su pueblo a calmar a los suyos. No sería la última vez que Ángel Salamanca fue declarado muerto.
De abril a junio de 1938 realiza el curso de Sargento Provisional en Jerez de la Frontera. Tras obtener sus galones es destinado al 6º Batallón del Regimiento de Infantería Burgos nº 31, adscrito a la 81 División del Cuerpo de Ejército de Castilla bajo el mando del general Varela. Se movió por Castellón, Valencia, el Ebro, Extremadura y Guadalajara, donde le sorprende el final de la guerra. Además de la Colectiva, obtuvo de manera individual la Medalla de Campaña, dos Cruces Rojas del Mérito Militar y dos Cruces de Guerra. Tras la guerra es enviado con su batallón a los montes de Asturias y León para controlar los últimos focos de resistencia republicana, hasta que en junio de 1940 acaba su misión y es disuelto su batallón, quedando en situación de disponible.
Ese mismo año intentó alistarse como voluntario en el ejército alemán que entonces avanzaba imparable por Europa. Su petición, aunque agradecida, fue rechazada como todas las demás, pues Alemania no tenía entonces ninguna unidad donde enrolarlos. Así que cuando se formó la División Azul corrió a alistarse. En esos momentos estaba destinado en la 1ª División de Caballería. Su padre, harto de las ausencias de su hijo, que solo tenía 21 años, consiguió que no le cogieran. Triste vio partir en julio de 1941 a los primeros voluntarios. Así que cuando las cosas en Rusia se complicaron para los alemanes, sin decir nada en casa, fue de nuevo al banderín de enganche. Era mayo de 1942. Concentrado en Logroño, cruzo la frontera en el 14 Batallón de Marcha, quedando en Alemania hasta el 15 de setiembre. Una vez en Rusia queda encuadrado en la 5ª Cía. del II Batallón del famoso Regimiento 262, a las ordenes del eterno capitán Teodoro Palacios. Este le destinó a la segunda sección, bajo el mando del alférez Céspedes, que cayó en Krasny Bor. Tras la batalla, se iniciaban 11 años, 1 mes y 18 días de cautiverio.
El teniente Salamanca dando un discurso cuando recibió la Medalla Militar
Individual en la Academia de Infantería de Toledo en 1998
No vamos a narrar todo lo acontecido en los campos de trabajo y las cárceles rusas, para ello ya están los libros del capitán Palacios y el propio Salamanca. Lo que si debemos destacar es el papel tan importante que tuvieron tanto Salamanca como los otros suboficiales en el mantenimiento de la moral de los prisioneros españoles. Palacios y los otros oficiales pronto fueron separados del resto de los españoles, por lo que los más altos grados en la mayoría de campos, eran los sargentos.
Salamanca, herido en Krasny Bor, pasó los primeros días hacinado en uno de los hospitales rusos donde antes de sanar sus heridas, fue ya enviado a un campo. Durante todos esos años trabajó en diversas tareas y estuvo muchas veces al borde de la muerte por las enfermedades, la falta de alimentos y el maltrato de los carceleros bolcheviques. Siempre estuvo en el punto de mira de los traidores a España, los que formaban los llamados grupos antifascistas que trataban de convencer a los otros prisioneros de firmar declaraciones contra España, mintiendo sobre su situación o que incluso llegaran a renunciar a la nacionalidad española. A cambio se les ofrecía raciones extras de comida o pequeñas comodidades. En una situación extrema, Salamanca consiguió que pocos hombres acabaron cediendo a estas trampas, y recuperó a muchos de los que lo habían hecho. El momento de mayor tensión se vivió en Abril de 1951. Muchos prisioneros de otras nacionalidades ya habían sido liberados o vivían en mejores condiciones, incluso los alemanes. Pero los españoles, como causa del gobierno de Franco, eran los más odiados por los bolcheviques. En esta fecha, Salamanca y otros organizan una huelga de hambre porque eran los únicos que no tenían permitido mantener correspondencia con sus familiares. Tras muchas torturas y tratar de hacerles comer a la fuerza, el gran éxito de la huelga en el corazón del “paraíso de los trabajadores”, hace que al igual que Palacios y otros oficiales, Salamanca y sus colaboradores sean condenados a 25 años de trabajos forzados. Poco les importaba esto a unos hombres que habían perdido toda esperanza de salir de la URSS y que sobrevivían gracias al orgullo de ser españoles y de mantener firmes sus ideales. Al menos, gracias a los camaradas alemanes liberados, idearon un sistema de correspondencia a través de Alemania y diversos organismos, que les permitió dar noticias de su situación a sus familias. Era la segunda vez que la familia Salamanca se enteraba de la “resurrección” de su “difunto” hijo.
Cuando por fin, en Abril de 1954 se llega a un acuerdo para su liberación, muchos no podían creerlos hasta que embarcaron en el Semíramis en el puerto de Odessa. La llegada a Barcelona fue espectacular, todo el mundo se volcó con ellos. Cuenta Salamanca, que cenando en un restaurante se le acercó una prostituta y le dijo que no podía darle nada excepto su cuerpo, y que si quería podía tomarlo. Salamanca rechazó la invitación agradecido, pero sirva el ejemplo para dar cuenta de cómo toda la población adoraba a estos héroes. Tras el recibimiento en su pueblo y dar cuenta de su testimonio, Salamanca intentó volver a filas, pero no se le permitió. Se le contaron los años de servicio, pero no le sirvieron para ascender. Tuvo que conformarse con un trabajo civil y hacer el curso para brigada. Hasta 1969 duraron los trámites para concederle su Medalla Militar. Fue ya como teniente en la reserva que se hizo justicia y hace unos pocos años, en la cuna de la Infantería, se homenajeo a este ESPAÑOL como se merece.
En mayo de 2005, a la tercera fue la vencida, Don Ángel Salamanca Salamanca, dejó, esta vez sí, este mundo.

Bibliografía: Esclavos de Stalin, Ángel Salamanca Salamanca y Francisco Torres García. Colección Denuncia.

Don Ángel Salamanca narrando la batalla de Krasny Bor

lunes, 19 de marzo de 2012

La Batalla de Simancas, el primer gran paso de la Reconquista.

Ramiro II
Como aquí hemos contado, mucho son los que ponen en duda la existencia o la importancia de batallas como las de Covadonga, Clavijo o Calatañazor. Sin embargo, nadie pone en duda la gran victoria cristiana en Simancas, recogida incluso por las fuentes árabes, y que significó un paso definitivo en el avance cristiano hacia el sur, traspasando la frontera marcado por el río Duero y demostrando al mundo que España estaba dispuesta a desprenderse del yugo musulmán.
El gran protagonista de esta batalla fue el rey de León Ramiro II. El casus belli venía de tiempo antes. Ramiro II se estaba mostrando como un belicoso monarca y no dejó de organizar razias contra el territorio musulmán, llegando a atacar ciudades tan importantes como Madrid o Zaragoza. Precisamente el detonante del estallido de la furia de Abderramán III, califa de la época, fue por causa de esta ciudad. Ramiro II había apoyado a Hashim, el gobernador de Zaragoza, para que se rebelase al poder del califa y entrar a su servicio. Abderramán III tuvo que reaccionar y tras conquistar la estratégica Calatayud, volvió a tener en su redil la siempre rebelde provincia de Zaragoza.
No olvido el califa esta afrenta y decidió valerse de la proclamación de la Guerra Santa para organizar una gran campaña contra su enemigo cristiano y de una vez por todas acabar con su insolencia y sus correrías. Llamó a la campaña Supremo Poder y reclutó guerreros de múltiples lugares, desde mercenarios a fanáticos religiosos, hasta sumar la sorprendente cifra de 100.000 hombres, un ejército nunca antes visto en la época. Su objetivo era tomar Zamora, que por aquel tiempo era el corazón del Reino de León.
Por su parte, Ramiro II no se quedó quieto y busco el apoyo de sus aliados. Así consiguió que se unieran a su defensa el rey pamplonés García Sánchez I y los condes de Castilla Fernán González y Ansur Fernández.
La masacre en los barrancos de Alhándega
Abderramán III se puso personalmente al frente de sus ejércitos y partió de Córdoba el 28 de junio del 939. En su camino, el 19 de julio hubo un gran eclipse solar que algunos ya vieron como el presagio de un gran desastre. Tras pasar por Toledo, el 1 de agosto llegó a la ciudad de Simancas, que era el primer obstáculo en el camino hacia Zamora. Ramiro II que no quería dejar más tierra libre para que fuera devastada por sus enemigos, junto todas sus fuerzas en las defensas de esta ciudad.
El califa estaba sediento de venganza y nada más llegar lanzo un ataque masivo de todas sus fuerzas. Durante cinco días los cristianos resistieron bravamente la ofensiva musulmana. Estos se iban debilitando cada vez más y su impotencia crecía al no poder tomar la ciudad. Parece ser que el gran número de generales que tenía Abderramán III no llegaron a entenderse y surgieron las envidias por ser un eslavo el que acaparaba más poder.  Los cristianos habían sufrido mucho, pero aún eran más numerosas las bajas musulmanas, por lo que el califa optó por retirarse antes de perecer en aquel paraje. Creía que así, tras el castigo a la ciudad, quedaba a salvo su honra. Pero Ramiro II no era pusilánime que se conformara con haber salvado el reino. Viendo la retirada forzada del enemigo se lanzo en su persecución. Fue en una zona, hoy no localizada, llamada por las crónicas árabes como los barrancos de Alhándega, donde se produjo el desastre para los hombres del califa. Allí cayeron en una emboscada de los cristianos que les costó grandes pérdidas. El propio califa estuvo a punto de caer prisionero de no haber sido por sus hombres más fieles que le facilitaron la huida.
La campaña le costó 20.000 hombres a Abderramán III, pero lo que más le dolía era el orgullo. Mandó crucificar a 300 hombres acusados de cobardía y nunca más se volvió a poner al frente de sus tropas.
Por su parte, la victoria cristiana -que atribuyeron a la aparición de los santos Millán y Santiago-, les sirvió para repoblar grandes zonas del Duero y dar un importante avance a la Reconquista. Era la primera gran victoria de las armas cristianas sobre las de los invasores y se abría así un periodo de esplendor para los reinos cristianos.
Ramiro II reinó varios años más, siendo lo más destacado el enfrentamiento con su antes fiel Fernán González, el conde que separó Castilla del Reino de León, abriendo así un episodio fundamental en nuestra historia.

martes, 13 de marzo de 2012

Bernardo de Gálvez, un español héroe de Estados Unidos.

Bernardo de Gálvez
En nuestro personaje de hoy se juntan dos de las particularidades de nuestra nación y su historiografía. Por un lado, lo que tantas hemos denunciado, este hombre sería protagonista de mil películas en cualquier otro país. Por otra parte, triunfó en el siglo XVIII, ese periodo de la historia en el que parece que España no existía después de su esplendor imperial, y que, sin embargo, junto a otros hombres, como el inolvidable Blas de Lezo, volvió a llenar de gloria las armas españolas.
Bernardo de Gálvez y Madrid nació en un pequeño pueblo de la axarquía malagueña, Macharaviaya, en el verano de 1746. Pronto ingresó en la academia militar de Ávila, para con tan solo 16 años recibir su bautismo de fuego en la guerra contra Portugal, donde alcanzó el grado de teniente.
Su primer contacto con las tierras americanas se produce en 1762, cuando arribó ya como capitán del Ejército Real a Nueva España, conocida hoy como estado de Nuevo México. Allí guerreó contra los famosos apaches, que antes de embarcarse en las guerras contra los colonos yanquis del oeste, ya se estuvieron repartiendo estopa contra los españoles, que volvemos a recordar, a mediados del siglo XVIII, pese a quien le pese -y pese a los gobernantes patéticos e inútiles-, seguíamos siendo una potencia mundial de primer orden. Diez años estuvo allí, ascendió a comandante y no paró de batirse por su España hasta que regresó a ella para ser destinado a la ciudad francesa de Pau, donde aprendió su lengua. En 1775 participa en la infructuosa expendición contra Argel y asciende a teniente coronel. En 1776 vuelve a América, concretamente a la Luisiana Occidental, que desde hacía unos años antes pertenecía a España, cedida por Francia en compensación por la pérdida de La Florida en la Guerra de los Siete Años. Sus conocimientos de francés le sirvieron para ejercer el papel de gobernador en esta provincia, donde se dedicó a perseguir el contrabando inglés y comerciar con los franceses. En 1778 funda una ciudad a la que da su nombre, Galveztown, hoy Galveston.
Desde su llegada, fue el principal valedor de la recién iniciada Guerra de la Independencia de los Estados Unidos contra Inglaterra. Mantuvo conversaciones con los principales líderes de la rebelión, ayudo el tráfico de armas y hombres de los useños y bloqueo el acceso de los navíos ingleses por el Misisipi. En 1779 asalta las guarniciones inglesas de la Luisiana Oriental e impidió que su capital, Nueva Orleans, fuera atacada por los hijos de la pérfida Albión. Al año siguiente, destacó con la acción que le valió la toma del fuerte Charlotte, un sitio que duró dos semanas y que abría el paso hacia la importante Pensacola.
Estamos en un contexto en que las hostilidades entre Inglaterra y España sufrían continuos altibajos. Treguas y declaraciones de guerra se alternaban. En 1781, gracias a la mayor rapidez de los correos españoles, Bernardo de Gálvez se entera de una nueva ruptura de las hostilidades y se pone manos a la obra. Dijimos que tras la toma del fuerte Charlotte había quedado libre el paso hacia Pensacola y de Gálvez no tardó en aprovecharlo.

La Batalla de Pensacola.

Momento de la entrada de los españoles en el fuerte inglés
Tras neutralizar las primeras defensas, el 9 de marzo de 1781 los españoles desembarcan fuerzas de infantería de Marina y ponen sitio a Pensacola. Solo eran 1500 hombres y contaba con muy poca artillería, por lo que vio que con esos medios no iba a poder tomar una plaza fuerte de ese tipo.  Pide refuerzos a Nueva Orleans y a Mobila, otra ciudad cercana. Por su parte, el comandante inglés de la plaza, general Campbell, hace lo propio con Jamaica. Los españoles llegan a juntar 4000 hombres contra una posición bien defendida por 1800 ingleses y algunos centenares de indios aliados. Dentro de las fuerzas españolas, la escuadra estaba bajo el mando de José Calvo Irazábal, que al ver a los ingleses bien pertrechados en las defensas de la bahía se negó a que sus barcos entraran en ella por considerarlo un suicidio. Fue en estas que, Bernardo de Gálvez, tiró de valentía y a bordo de su buque estandarte, el bergantín Galveztown, no dudó en izar la bandera de Almirante para atraer todo el fuego inglés, y jugándoselo todo penetró en la bahía sin dejar de cañonear las defensas inglesas. El resto de barcos españoles, viendo como su líder iba solo a la muerte, no les quedó más remedio que por vergüenza torera ir tras él. Tras este episodio que no acabó con el sitio -pero que demostró que los españoles lo iban a dar todo por hacerse con la estratégica plaza-, siguió el asedio. Llegaron más refuerzos españoles fruto de las buenas gestiones de los mandos patrios. Así, con ya 7500 hombres, de Gálvez basa su estrategia en atacar en tres puntos escalonados. La lucha es encarnizada, los ingleses se defienden con valentía. El 8 de mayo, tras dos meses de asedio, una granada de obús lanzada a menos de 500 metros entra por la abertura de un polvorín inglés y provoca una gran explosión. El líder español ordena un ataque final aprovechando la coyuntura y los españoles toman Pensacola al asalto. La plaza se rinde y Campbell y los demás jefes ingleses caen prisioneros.

Fin de la guerra.

Estatua ecuestre de Bernardo de Gálvez en Nueva Orleans
La caída de la estratégica Pensacola es un golpe mortal para los intereses británicos en el norte de América. Gálvez toma poco después la isla de Nueva Providencia en las Bahamas, acabando así con la última baza para la resistencia de Inglaterra contra los rebeldes norteamericanos. El Caribe es totalmente español, cosa que lleva a los norteamericanos al triunfo final.
Estaba de Gálvez preparando la invasión de Jamaica, lo único que les quedaba a los ingleses en el Caribe, cuando los ingleses se rinden y firman la paz con la nueva nación de Estados Unidos, Francia y España. Solo esto salvó a esta isla de haber caído en las manos del invencible Bernardo de Gálvez.
A consecuencia de la paz del Tratado de Versalles, España recupera las dos Floridas. Fue tan importante el papel de Gálvez, que en el desfile de la victoria del 4 de julio, desfiló a la derecha del mismísimo George Washington. La nueva nación, supo agradecer el apoyo vital de este español ilustre. Por su parte, el monarca español, Carlos III le recompensó con los grados de Mariscal de Campo y teniente general gobernador de los nuevos territorios conquistados. Le otorgó también el título de Conde de Gálvez, Vizconde de Galvestown y el derecho a llevar en su escudo de armas su figura empuñando la espada sobre su bergantín y con la leyenda “Yo solo”, en referencia a su acción en la bahía de Pensacola. Además, al morir su padre, pase a ser Virrey de México.
No acaba aquí la historia de este hombre único, si como guerrero había destacado, no se quedó atrás como político. En su papel de virrey supo ganarse al pueblo y dejar un gran recuerdo. Iluminó las calles de las ciudades y destinó muchos fondos de la lotería y los impuestos a la beneficencia y al desarrollo de la ciencia.
Hoy en día es triste decir que es mucho más conocido en Estados Unidos que en su propia nación. Allí no se olvida su ayuda para la obtención de su libertad y cabe destacar también una estatura ecuestre suya en Nueva Orleans, donada a dicha ciudad por el rey Juan Carlos I. Al menos, aquí en España, en su provincia, Málaga, cuenta con una asociación cultural; mientras que en su pequeño pueblo se recrea la batalla de Pensacola todos los 4 de julio por grupo de reconstrucción histórica.


A continuación un video de dibujos animados en honor a nuestro héroe:

domingo, 4 de marzo de 2012

La Batalla del río Volkhov. Las primeras glorias en Rusia.

Poco después de su llegada a Rusia y de ocupar los sectores asignados, la División 250 iba a ser protagonista de una importante batalla, la que se originó a causa del paso del río Volkhov por las fuerzas del Reich.
Divisionarios cruzando el río
Dentro de las operaciones del planeado asedio a Leningrado, el 16 de octubre de 1941 los alemanes habían conseguido un importante éxito al tomar la ciudad de Nóvgorod. Tras esto, siguieron su camino hacia al norte siguiendo el curso del río Volkhov. Dicho río era de obligatorio paso para la conquista de la ciudad de Lenin. Tras organizar el paso en diversos puntos, en el área de Udarnik, iba a ser la división española la encargada de formar una cabeza de puente que facilitara el paso de las tropas alemanes en ese punto. El mando de la acción recaerá en el jefe del legendario 2º Batallón del Regimiento 269, el comandante Miguel Román Garrido. El río en Udarnik tenía la nada desdeñable anchura de 300 metros. Para franquear esta distancia no era posible el uso de lanchas motorizadas, pues el ruido hubiera delatado la presencia de los españoles. De tal modo, el día 17, se organizó un golpe de mano dirigido por el famoso Teniente Escobedo -entonces álferez-, que con los 49 hombres de su sección  pasó el río en lanchas neumáticas de 8 hombres cada una. Sin contar con ningún apoyo exterior, loen absoluto silencio se lanzaron a la toma de una cota donde había un importante observatorio de la artillería rusa. Tras su toma, tuvieron que volver a emplear todas sus fuerzas para rechazar el contraataque ruso. Aguantaron la envestida de todo el 2º Batallón del 848 Regimiento soviético. Ese medio centenar de valiente fue capaz de hacer retroceder a aquellos 3000 hombres que solo atacaban con el valor que les daba el Vodka. Los españoles llamaron a esta posición “Capitán Navarro”, en honor al primer caído de la 250 en unos combates anteriores.
En este tiempo, el resto de las fuerzas del Regimiento 269 y de otras de la Blau, fueron atravesando el río, teniendo en la otra orilla más de 2000 hombres el 20 de octubre. Allí, los pontoneros españoles de la 54 Compañía instalaron un transbordador con el que facilitar el paso de sus camaradas alemanes
Una vez asegurado el paso, la División Azul continúo su progresión hacia el interior, llegando a tomar varios pueblos, hasta que se vio frenada en los “Cuarteles de Miravevskiia”. En otros sectores, también estuvo presente la Blau, destacando la resistencia en el monasterio de Otesky. Estas y otras batallas merecen capítulo aparte que ya trataremos, valga de precedente lo recogido por el periódico Ideal de Granada en su edición del 20 de enero de 1942:
El Teniente Escobedo herido, luce orgulloso su
Medalla Militar Individual y su Cruz de Hierro.
“El alférez Manuel Herrador Caspedosa, voluntario de la División Azul que se encuentra en Porcuna, ha hecho algunas manifestaciones sobre el comportamiento de la unidad a que pertenece, y en la que figuraba el heroico compañero José Escobedo Ruiz. De este ha relatado sus más destacados hechos, especialmente aquél en que, cierto día, al mando de cuarenta y nueve hombres de su sección, pasó un río con agua al pecho, y, bajo el fuego enemigo, formó una cabeza de puente con el fin de dar paso a su unidad. Momentos después de pasarle y una vez establecida, no sin duros combates, fue atacado por unos tres mil hombres, con gran lujo de material, para impedir la formación de dicha cabeza de puente y, de este modo, el avance de la gloriosa División Azul. El alférez y su sección, con un valor asombroso, escasos de hombres y de municiones, se batieron día y noche con el enemigo, que aumentaba en número, y consiguieron cogerle morteros y ametralladoras que emplearon, consiguiendo rechazar al enemigo, al mismo tiempo que le infligían un duro castigo y le hicieron gran número de prisioneros, además de causarle una elevada proporción de bajas. El día 27 de octubre nuestra división tuvo que entrar al arma blanca, en un pueblo. Cayó herido el citado alférez y fue hecho prisionero por cinco soldados bolcheviques; pero al darse cuenta el soldado Ramírez, su enlace, se lanzó al arma blanca contra los que le conducían, logrando desarmar y dar muerte al enemigo y rescatar al alférez. Dicho soldado fue recompensado en el acto con la cruz de hierro alemana y propuesto para la medalla militar española y el alférez Escobedo le fueron concedidas la cruz de hierro y la medalla militar individual, que se la impuso el embajador de España, conde de Mayalde, prendiéndosela de su pecho, mientras que la cruz de hierro lo fue por el propio general Muñoz Grandes. También ha sido propuesto para la concesión de la gran cruz laureada de San Fernando. Toda la unidad, que participó en esta operación, estaba mandada por el heroico comandante Román, también condecorado con la cruz de hierro y la medalla militar individual por sus altas cualidades en el mando, valor esforzado y sacrificio. Otro hecho que despierta profunda admiración por nuestra división es el ocurrido al mismo batallón que mandaba el comandante Román. Este pidió un voluntario para mandar un parte a otro batallón, a cinco kilómetros de distancia de aquél y al que había de llegar por bosques ocupados por francotiradores. Se ofrecieron todos los componentes de la unidad; pero destacó por su decisión, un muchacho de dieciséis años, al que le comandante le dijo que no estaba en plan de humor, contestando el muchacho que si para aquello no servía que le pegara un tiro. Tomó parte el pequeño y, a los cuarenta y cinco minutos se presentó en el otro batallón con dos tiros en el pecho y otros dos en el cuello. Al recibirle quisieron llevarle a toda prisa al botiquín; pero se negó rotundamente hasta que puso en manos del comandante el parte en cuestión. Minutos después caía desmayado por la pérdida de sangre sufrida. También este muchacho ha sido propuesto para la laureada de San Fernando. En otra ocasión, cierta noche, al pedir voluntarios para dar un golpe de mano, se presentaron todos al oficial encargado de dirigir la operación. Uno de los no seleccionados se presentó al oficial y le dijo: “Mi alférez, anoche fue Fulano, hoy Zutano y nosotros nunca hemos ido. Si es que no valemos como los demás, pégueme un tiro”. También ha sido muy elogiado lo hecho por “La Parrala”, uno de los batallones que manda el comandante Luque, cuando un día, al encontrarse en situación apuradísima, un grupo de soldados cantaban, mientras luchaban, la popular canción. Un general alemán, que en unión del general Muñoz Grandes observaba la operación, junto con el ruido de las armas y explosiones percibió el aire y la alegría de la canción y preguntó a este si aquél era un himno pidiendo refuerzos. Muñoz Grandes le contestó, por medio de un intérprete, que aquello era una canción de gracia española. El general alemán, emocionado, dejó los gemelos, abandonó su observatorio y cuando volvió al lugar de la acción, después de terminada ésta victoriosamente, condecoró con la cruz de hierro a los 184 soldados que en ella habían intervenido. Aún queda otro exponente glorioso de nuestros soldados. Un día es el teniente Galiano que manda una sección de asalto, que a los tres días de la anterior operación, pasa un río con seis botes y ya con un cabo herido llega a la otra orilla, vuela con un cartucho de trilita la posición donde había cincuenta rusos y alcanza, con el cabo herido, nuestra orilla. Asimismo fue condecorado con la cruz de hierro y la medalla militar individual. En las operaciones que se realizaron contra otra determinada posición soviética, este mismo teniente logró apoderarse de una ametralladora enemiga y asaltó con bombas de mano otro nido de ametralladoras. También ha sido propuesto para la laureada de San Fernando. El alférez Herrador ha hecho desfilar ante nosotros la cinematográfica visión de estos hechos ya relatados y de otros muy numeroso, así como también ha descrito el recibimiento que primero en las estaciones españolas y, después, en las alemanas, les hacían a su paso, vitoreándoles el público constantemente, envidiosos y ansiosos de compartir su suerte. Otra gran emoción –dice- fue la de la jura de la bandera en el campamento alemán, acto en el que la nuestra ondeaba junto a las demás amigas, todas gloriosas, en el que juraron todos dar la vida, si preciso fuera, para dejar en el último baluarte enemigo nuestra enseña siempre invencible.”

Bibliografía: Esta y más información en el excelente foro de memoriablau.foros.ws

martes, 28 de febrero de 2012

El Caney y las Lomas de San Juan. Vendiendo caro el fin de un imperio.

El desastre del 98 marcó el fin del imperio español de ultramar. La intervención de Estados Unidos en ayuda de los rebeldes filipinos y cubanos, decantó la balanza del lado de nuestros enemigos.  La metrópolis española estaba demasiado lejos del frente de batalla y no se pudo reaccionar a tiempo para enviar refuerzos que pudieran frenar a los estadounidenses. De todos es conocido que la contienda se decidió en el mar, cuando la moderna flota de USA destrozó a la más antigua, y poco equipada, armada española, que pese a todo, supo sucumbir con honor, porque como dijo Méndez Núñez años antes  “más vale honra sin barcos que barcos sin honra”.
Monumento al General Vara del Rey
Lo que no se conoce tan bien, fueron las dificultades que los yanquis encontraron por tierra, en especial en su avance hacia Santiago de Cuba, donde destacamentos de soldados españoles, muchos menos numerosos, les crearon serias dificultades. Hay quien dice que, hasta el punto, de llegar a plantearse la retirada de haber llegado a tiempo los refuerzos españoles antes del combate naval de Santiago de Cuba.
Cierto que la táctica española de concentrar la mayor parte de sus tropas en la capital cubana pudo haber sido equivocada, pues se dejaron posiciones estratégicas muy mal defendidas; pero también es cierto que las tropas españolas estaban bastante mejor entrenadas en la época que las del ejército americano, donde las tropas profesionales eran minoría, nutriéndose en su mayor parte de voluntarios sin ninguna experiencia en combate y que pronto se vieron superados por un clima infernal. A esto hay que sumar, que aunque parezca difícil de creer, y en claro contraste con lo que pasaba en el mar, el equipamiento de los soldados americanos era peor que el español.
En este contexto llegamos a la gloriosa jornada del 1 de julio 1898, donde una vez más, las armas españolas, pese a la derrota, se cubrieron de gloria. Todo empezó en el poblado de El Caney.

El Caney.
El mando americano había elegido este día para lanzar su ataque final por tierra sobre Santiago. Para ello creyó que lo más conveniente era apoderarse de las lomas de San Juan, un punto estratégico  que se alzaba sobre la ciudad. Para ello, el general useño  Shafter dividió sus fuerzas en tres divisiones, destinando dos al taque principal sobre las lomas y la otra, mandada por Lawton, contra la aparentemente débil posición de El Caney. Allí se encontraba el general español Vara del Rey con apenas 550 hombres entre españoles y cubanos leales, además de 2 cañones de montaña. Enfrente iban a tener casi 7000 soldados americanos, encuadrados en 4 divisiones, además de un millar de cubanos rebeldes y 4 cañones de 81 mm.
Pese al escaso número de combatientes, la posición estaba bien estructurada, con el pequeño fuerte del Viso y rodeada con 6 blocaos. Además se había fortificado todo el poblado, en especial la iglesia y la cárcel, construidas en piedra y las cuales fueron aspilleradas. El ataque americano pretendía fijar a los españoles en esa posición, evitando así que atacaron el flanco americano en las lomas de San Juan. Se calculó que la posición caería en poco más de 2 horas, no sabían cuan equivocados estaban.
El ataque se inicia a las 06:30 de la mañana con fuego de artillería de las cuatro piezas americanas, que no encontraron respuesta pues los dos cañones españoles carecían de munición. Tras media hora de un fuego poco eficaz por la distancia a la que habían colocado las piezas, Lawton envía dos divisiones, 4000 hombres en total, al asalto de la posición. Pero aquí se encuentran la primera sorpresa, cuando los fusileros españoles les frenan con un fuego eficaz. Algunos llegan a la cima de la posición, pero enseguida son expulsados por los bravos españoles. Lawton envía otra división de 1500 hombres, obteniendo un nuevo fracaso. La situación se le complica, pues su superior, Shafter, que también encuentra serias dificultades en las lomas de San Juan, le pide que abandone El Caney y le ayude en el ataque principal. Lawton, herido en su orgullo, se niega, pues no ceja en su empeño de tomar esa posición apenas defendida por medio millar de hombres. Envía al ataque a su última división que tampoco obtiene ningún éxito. Será entonces cuando tome una brillante decisión que le lleve a la victoria, pues decide adelantar 500 metros sus piezas de artillería, a raíz de lo cual estas sí que empiezan a causar graves daños en el fuerte español. Tras machacar con este fuego a los españoles, una de las brigadas se lanza de nuevo al asalto a las 15:00, encontrando ya muy pocos defensores capaces de plantarles cara y tomándola al fin. Pese a ello, los españoles resistirán dos horas más por las calles del poblado, obligando a los americanos a tener que avanzar casa por casa. Son las 17:00, cuando los supervivientes españoles han agotado los 150 cartuchos por hombre que les correspondían y ven como el enemigo se hace con todo el poblado.
Las bajas españolas son de 38 muertos, 138 heridos y 130 prisioneros. El resto, al mando del teniente coronel Puñet, pudo retirarse a Santiago por un sendero que desconocían los americanos. Entre los muertos estaban el propio Vara del Rey y sus dos hijos, a los que vio morir antes de ser alcanzado por una bala cuando lo retiraban herido en una camilla. Los americanos, que no habían podido cumplir su objetivo de apoyar el ataque en las lomas por ese flanco, habían tenido 81 muertos y 360 heridos, además de otros 150 guerrilleros cubanos.
Para entender lo heroico de este combate, que mejor que el testimonio de un hombre neutral allí presente, el agregado militar en Washington de las embajadas sueca y noruega, el capitán sueco Werster, que dejo estas palabras que han de pasar a la historia:
El 30 de junio por la tarde, el ejército americano se concentró al E. de Santiago para prepararse al ataque.
La brigada Duffield se dirigió por la costa hacia Aguadores.
El núcleo principal de las fuerzas formaba dos agrupaciones: en El Pozo se situaron las divisiones Kent y Wheeler con tres baterías, mientras la división Lawton, con una batería, marchaba hacia él para ocupar posición al E. del Caney.
La brigada Bater constituyó la reserva, situándose al E. de El Pozo.
Frente a ellos, el general Vara del Rey ocupaba El Caney con 500 hombres de Infantería; en Aguadores había 1000; en el centro el general Linares emplazó sus avanzadas, formadas por 1200 hombres, que se situaron en las alturas de San Juan, mientras que los fuertes de la entrada del puerto y los atrincheramientos que defendían Santiago quedaban guarnecidos con 5500 hombres.
El 1 de julio, al punto del día, la división Lawton comienza su movimiento de avance hacia El Caney; la confianza reina en el campo americano, donde el único temor consiste en que el enemigo se escape sin combatir; pero en El Caney, como se verá, están muy lejos de pensar así.
Las casas del pueblo han sido aspilleradas, se han abierto trincheras en un terreno pedregoso, y el juego de unas y otras es rasante sobre un espacio de 600 a 1200 metros; en la punta Nordeste de la posición, el fuerte de El Viso, guarnecido con una compañía, ocupa una colina desde la cual se domina todos los aproches.
Los americanos se proponían envolver la posición española, para lo cual la brigada Chaffee se dirigió desde el Nordeste hacia El Viso; la de Ludlow, desde el Sudoeste hacia la desembocadura del camino que une El Caney con Santiago, mientras que una batería se colocó en posición al E. del pueblo, y la brigada Miles ocupa el S. Ducoureau (?), formando el ala izquierda.
Hacia las seis de la mañana comenzó el fuego de las trincheras españolas; de improviso se descubre sobre ellas una línea de sombreros de paja; inmediatamente el ruido de una descarga, seguido de la desaparición de los sombreros; esta operación se repite cada minuto, observándose una gran regularidad y acción de voluntad firme, lo que no deja de producir una profunda impresión en la línea de exploradores americanos; las balas cruzan el aire, rasando el suelo, hiriendo y matando.
Poco tiempo después, toda la brigada Chaffee se encontró desplegada, pero sin poder avanzar un paso, y la de Ludlow se vio también detenida.
Mientras el fuego de la Infantería aumenta progresivamente, la batería americana comienza a disparar. Como los españoles no cuentan en El Caney con un solo cañón, el fuego puede hacerse con la misma tranquilidad que en un campo de maniobras: las piezas pueden hacer daño, sin peligro alguno de recibirlo.
A los pocos momentos loas granadas estallaban por encima de las trincheras, alcanzaban las casas del pueblo y perforaban los muros de El Viso, proyectando los shrapnels su lluvia de plomo sobre la posición; mas, a pesar de todo, en el fuego español se observa igual continuidad e igual violencia.
Delante de El Viso se descubría un oficial paseándose tranquilamente a lo largo de las trincheras: fácil es comprender que el objeto de este peligroso viaje en medio de los proyectiles de que el aire está cruzado no es otro sino animar con el ejemplo a los bravos defensores; se le vio, de cuando en cuando, agitar con la mano su sombrero y se escuchaban sus aclamaciones: "¡Ah, sí! ¡Viva España! ¡Viva el pueblo que cuenta con tales hombres!".
Las masas de Infantería americana se echaban y apretaban contra el suelo hasta el punto de parecer clavadas a él, no pudiendo pensar en moverse a causa de las descargas que la pequeña fuerza española les enviaba a cada instante. Se hizo preciso pedir socorros, y hacia la una avanzó Miles desde Ducoureau, entrando en línea a la derecha de Ludlow, y hacia las tres la cabeza de la brigada de reserva se desplegaba a la derecha de Chaffee; pero en lo alto de las trincheras el chisporroteo de los máuser se escuchaba siempre.
Por fin, a las tres y treinta y seis minutos la brigada Chaffee se lanza al ataque contra El Viso; pero queda al principio detenida al pie de la colina, y no invade el fuerte sino después de un segundo y violento empuje.
Los españoles ceden lentamente el terreno, demostrando con su tenacidad en defenderse lo que muchos militares de autoridad no han querido nunca admitir: que una buena Infantería puede sostenerse largo tiempo bajo el fuego rápido de las armas de repetición. ¡El último soldado americano que cayó fue herido a veintidós pasos de las trincheras!
Aunque la clave de la posición estaba conquistada, la faena continuaba. Yo seguí, con el corazón oprimido por la emoción, todas las peripecias de esta furiosa defensa y de este brusco ataque.
Desde El Viso, una vez ocupado, las tropas americanas comienzan a tirar sobre el pueblo, que es también en este momento el objetivo de la brigada Ludlow; pero la ocupación no se efectuó hasta las cuatro y media, hora en que los últimos españoles abandonaron las casas para recomenzar el fuego desde una colina situada 600 metros al oeste.
¡Admirable obstinación de resistencia, a la que todos contribuyen hasta el último instante!
Detrás de la línea de batalla americana se arrastraban los cobardes chacales de esta guerra: los cubanos.
Desde los bosques de palmeras, situados al E. de El Viso, habían tomado alguna parte en la acción. ¡Allí fui y presencié una escena repugnante: dos hermosos muchachos catalanes estaban tendidos y medio desnudos entre las altas yerbas; sus negros cabellos manchados de sangre; sus ojos abiertos y vidriosos, y debajo de estos pálidos y desfigurados rostros sus gargantas estaban abiertas por esas heridas delgadas y profundas que el machete produce.
Mi misión inactiva y neutral no me permitía sino huir de allí para substraerme a este horrible espectáculo, y así lo hice, dirigiéndome hacia las tropas americanas que en aquel momento daban el asalto a El Viso, y a sus jefes me acerqué rogándoles el envío de centinelas que cuidaran de los heridos españoles que quedaban detrás de las trincheras conquistadas.
Generosos como siempre para los desgraciados, los americanos escucharon mi súplica y ¡curiosa circunstancia! mientras me ocupaba de salvar a mis camaradas españoles, una bala de sus compatriotas en retirada me alcanzó. Pero felizmente sólo llegó a atravesar mi capote.
El ruido del combate no cesó sino cuando el sol estaba a punto de ponerse. Durante cerca de diez horas, 500 bravos españoles resistieron unidos y como encadenados sin ceder un palmo de terreno a otros 6.500 provistos de una batería, y les impidieron tomar parte en el principal combate contra las alturas del monte San Juan.
¡Después de esto, ni una palabra más se escucha en el campo americano sobre la cuestión de la inferioridad de la raza española!
Y esta lucha de El Caney ¿no aparecerá siempre ante todo el mundo como uno de los ejemplos más hermosos de valor humano y de abnegación militar? Quien haya tomado parte en ella ¿no es bien digno de una honorífica recompensa?
¡Contemplad ese pueblo! Las casas están arruinadas por las granadas, las calles cubiertas de muertos y heridos. El General Vara de Rey está allá, muerto; sus oficiales al lado suyo, muertos; en derredor multitud de oficiales y soldados. Todos han llenado su deber, desde el primero hasta el último.
¡Dichoso el país que es tan querido de sus hijos!
¡Dichosos los héroes que han sucumbido en un combate tan glorioso!
¡Con su sangre han escrito en la historia el nombre de El Caney, como uno de los más brillantes episodios guerreros, y con letras de oro deben inscribirse también en las banderas de las tropas que allí combatieron!"

Las Lomas de San Juan.
Como hemos apuntado, el ataque principal se iba a realizar sobre las lomas de San Juan. Allí, de manera incomprensible por lo estratégico de la posición, los españoles solo dejaron una débil doble línea defensiva, prefiriendo concentrar al grueso de las tropas en la capital. La primer línea contaba con una serie de trincheras, alambradas y pozos de tirador defendidas por 521 hombres. A unos 700 metros a la retaguardia se encontraba la segunda, donde el general Linares, estableció su cuartel general y que contaba con 411 hombres. Los españoles tenían 5 piezas de artillería, por 12 de los americanos, más cuatro cañones Gatling. Aquí la proporción de hombres era aún más escandalosa, pues los americanos reunieron para el ataque 15.000 soldados, más 4000 rebeldes cubanos.
Poco después de las 08:00 se inicia el ataque artillero, con el mismo éxito que en El Caney, solo que además aquí los españoles contaban con dos cañones Krupp que alcanzan a los artilleros americanos y a los primeros soldados desplegados frente a la posición. E igual que en El Caney, los americanos se lanzan al asalto, confiados de la poca resistencia que iban a enfrentarles los españoles. Cabe apuntar, que después de meses en que la prensa amarilla de USA había impulsado a su país a la guerra, desprestigiando hasta el insulto a los españoles; los yanquis tenían la creencia de que sus enemigos, los mismos que habían conquistado el mundo cuatro siglos atrás, eran una raza inferior llena de cobardes y pusilánimes. Aquellos soldados les iban a mostrar lo errados que estaban.
Combate de las Lomas de San Juan
Los americanos empiezan a caer ante el fuego de los máuser españoles, mucho mejores que los Remington americanos. Cunde el pánico en sus líneas y hay muchos hombres que se niegan a seguir avanzando ante los certeros disparos de los españoles. De haber contando con más tropas, los españoles hubieran podido aprovechar este momento para dispersar a las desordenadas tropas americanas. En este momento, los useños lanzan un globo para tratar de ver la disposición de las fuerzas españoles. Pero su color amarillo sobre el azul del cielo lo convierte en un blanco fácil para las tropas españolas que lo abaten enseguida, además de disparar a su punto de origen, donde efectivamente se concentran gran número de americanos que sufren el fuego artillero de sus enemigos. Sin embargo, en su corto vuelo, el globo a descubierto un sendero, por el que las apelotonadas fuerzas americanas consiguen avanzar para empezar a envolver a las fuerzas españoles, concentrando sus avance en el punto conocido como Kettle Hill, además de en San Juan. Reinician su avance, pero el fuego combinado de los máuser y los cañones españoles les frena una vez más. Es entonces cuando se pide el refuerzo, no atendido, de las tropas que luchaban en El Caney.
Los combates siguen y será clave la toma de Kettle Hill por parte de la división de Caballería americana, que cae tras una intensa resistencia, pero que ahora obligara a los españoles a distraer fuerzas de la defensa principal en San Juan. A esto se suma que los españoles se quedan sin munición para sus cañones y los americanos colocan a 500 metros tres ametralladoras gatling que barren el frente español con su nutrido fuego.  Por si fuera poco, el silencio de la artillería española, permite a la americana, frenada hasta entonces, apoyar el avance de sus hombres. En estos momentos los españoles tienen dos frentes abiertos y les está cayendo todo lo que tienen los americanos, sin contar con apenas munición con la que defenderse. Los españoles retroceden de las trincheras a los blocaos y de aquí a la segunda línea defensiva, donde solo llegan 8 hombres. Cuando los americanos van conquistando las posiciones solo encuentran cadáveres como enemigos a su avance. Los españoles llegan a sacar incluso a los heridos de los hospitales cercanos para poder mantener la defensa. A las 16:00 los americanos se hacen con la loma que es un auténtico cementerio.
En el momento más crítico, llegan unas tropas de refuerzo que han desembarcado de la flota del almirante Cervera. Lanzan un sorprendente contraataque, que pese a no lograr recuperar ninguna posición –y costarle la vida a su jefe, el Capitán de Navío Bustamante, que obtendrá la Laureada-, mete el miedo en el cuerpo a los americanos, que además siguen esperando que lleguen los refuerzos de El Caney. Han tomado las lomas, pero a un alto precio, 205 muertos y 1180 heridos, un 10% de las tropas destinadas en Cuba, además de 200 cubanos rebeldes. Por  su parte, los españoles han tenido 165 muertos, 376 heridos y 121 prisioneros. Lo que acaba de destrozar la moral americana es el darse cuenta de que pese al valor estratégico, allí los españoles solo habían destinado una pequeña parte de sus tropas y que pese a ello los han frenado durante toda la jornada y han acabado con la decima parte de sus tropas. Debido a esto deciden asegurar sus posiciones y no atacar Santiago, donde está prácticamente todo el ejército español de la isla.
El futuro presidente Roosevelt, que comandó la división de caballería que tomo Kettle Hill y por lo que muchos años después de su muerte recibió la medalla del Congreso –máxima condecoración de USA y único presidente que la posee-, pidió al senador Cabot que convenciera al presidente de que le mandará todos los regimientos y piezas artilleras disponibles, pues la situación era critica y el desastre militar estaba cercano.
El general Shafter, jefe de todo el contingente, el 3 de julio, le envía un telegrama al secretario de guerra, donde le informa que piensa retroceder 5 millas, pues pese a atener la ciudad cercada por el norte y el este, su línea es muy débil.
Es muy importante ver que si en ese momento las fuerzas españolas hubieran contraatacado desde la capital a buen seguro habrían desecho a todo el ejército de tierra americano causando el desastre que temía Roosevelt, pero fue entonces cuando la escuadra española realizó la incompresible salida del puerto de Santiago, donde estaba bien protegida, a plena luz del día y fue destrozada por la armada de USA, precipitando así el fin de una guerra que se había puesto muy complicada para las fuerzas americanas.
Una vez más, unos políticos incompetentes tiraban por tierra el trabajo y la lucha de los mejores soldados que la tierra ha tenido sobre su suelo.

Para consultar estas y otras batallas del 98, recomendamos la web www.eldesastredel98.com donde de manera magnífica se trata el conflicto.



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