jueves, 1 de septiembre de 2011

La fames calagurritana. La fidelidad hispana llevada al extremo.

Como ya anunciamos en el artículo sobre Sertorio, vamos a dedicar este breve artículo al pueblo de Calagurris, que siguiendo el ejemplo de Numancia, ofreció una salvaje resistencia, todo en honor de la fides que habían jurado a su líder, ya muerto, el romano Sertorio.
Tras un primer asedio por parte de las tropas de Pompeyo y Metelo en el año 74 a.C., levantado este por la intervención de Sertorio, que le causa 3000 bajas al enemigo, la unión de Calagurris con su salvador se refuerza. Pese a este rescate, las consecuencia para la ciudad son muy duras, ya que las tierras de alrededor han quedado devastadas por los ejércitos romanos enemigos. A esto se suma que Pompeyo, orgulloso general donde los haya, no olvidará este fracaso y mantendrá Calagurris en su punto de mira.
Como ya contamos, el cambio de política en Roma, donde los populares vuelven a ser tolerados y a coquetear con el poder, hace que la legitimidad de Sertorio quede muy dañada. Se inicia su declive en el año 73, hasta que es traicionado y asesinado al año siguiente. Parece ser, que el asedio a Calagurris se inicia ya en el 73 que inmersos ya en la resistencia se enteraron de la muerte de su líder y aliado, pese a lo cual siguieron luchando.
Pompeyo decidió delegar la dirección del asedio a su lugarteniente Afranio. La obstinación de este pueblo y su negativa a la redición conmovió a los cronistas romanos de varias épocas, y serán varios los que estampen por escrito esta gesta. Ante la falta de víveres y para no cesar en su lucha, se da el conocido episodio de la fames calagurritana, por el cual recurren al canibalismo, hasta el punto de, según Salustio, recurrir a salar los cadáveres para alargar su conservación. El mismo Salustio sirve de fuente a un autor posterior, Valerio Máximo, que fue el que retrató el episodio con mayor crudeza:

“La macabra obstinación de los numantinos fue superada en un caso semejante por la execrable impiedad de los habitantes de Calagurris. Los cuales, para ser por más tiempo fieles a las cenizas del fallecido Sertorio, frustrando el asedio de Cneo Pompeyo, en vista de que no quedaba ya ningún animal en la ciudad, convirtieron en nefanda comida a sus mujeres e hijos; y para que su juventud en armas pudiese alimentarse por más tiempo de sus propias vísceras, no dudaron en poner en sal los infelices restos de los cadáveres”.

Seguramente los autores más contemporáneos dieron más detalles del asedio, pero sus obras no han llegado a nuestros días. Existe una leyenda acerca de una figura conocida como “la Matrona”. Al parecer esta era la última mujer que quedaba con vida en la ciudad y su función era encender por las noches todas las cocinas de la ciudad, para que al ver el humo de estas, los romanos creyeran que aún quedaba mucha gente con vida. En su honor se erige en la actual ciudad de Calahorra una estatua con unas inscripciones que rezan:

- "Prevalecí contra Cartago y Roma"


- "Consiguió Calahorra el trofeo de vencedora e invencible por la nobleza de su sangre, por su estirpe, por las ciencias, por sus virtudes y por su valor guerrero".


- "Muy Noble, Muy Leal y Fiel Ciudad de Calahorra".

La ciudad se reconstruyó varios años después, ya muy romanizada. Pero, lo cierto, es que este nuevo episodio de resistencia reafirmó la fama de gente dura que los hispanos tenían entre los romanos. Así mismo, volvían a demostrar ser un pueblo fiel, leal a sus líderes. El mismo Augusto tendría durante años una guardia personal formada exclusivamente por calagurritanos, sabedor de que tras haberle jurado fidelidad, nunca le traicionarían.


Estatua de La Matrona


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