El General Monasterio con su montura y boina carlista. |
La estrategia nacional se basó en la división de sus fuerzas de 100000 hombres en tres grandes cuerpos, el primero, el Marroquí mandado por el General Yagüe se encargaría del flanco norte, el centro lo ocuparía la I División de Caballería comandado por Monasterio y el Sur por el Cuerpo de Ejército de Galicia al mando del General Arando. En su ofensiva sobre el valle del río Alfambra los apoyarían unas 400 piezas de artillería y la aviación nacional, además de l italiana y la Legión Condor. Para la defensa del valle, los republicanos contaban con el XIII Cuerpo de ejército, integrado por cuatro divisiones, las ya curtidas 27ª y 39ª, la 66ª y la más novel, la 19ª.
Los ataques se iniciaron con retraso el día 5, pues debido a una gran niebla, la aviación no tenía apenas visibilidad para realizar sus bombardeos. La artillería nacional también inicio su castigo sobre las posiciones enemigas. Por parte republicana, los carros de combate soviéticos intentaban abatir a la aviación nacional.
El día 6 continuaron los combates, esta vez con el avance de la Infantería nacional que tras romper la línea de enlace de las brigadas mixtas 132ª y 61ª y creaba un corredor de más de 15 kilómetros en las líneas de la 151ª.
Será el día siguiente cuando la Caballería inicie sus misiones de reconocimiento entre la Sierra de Palomera y la carretera de Zaragoza. La misión se saldó con gran éxito, pues no solo cogieron por sorpresa al enemigo atrincherado, sino que hicieron 1600 prisioneros, además de incautar gran cantidad de armamento y abrir otro nuevo corredor en el campo de batalla. Los republicanos eran continuamente superados por los movimientos nacionales, que conseguían embolsar brigadas enteras, forzando así su rendición. Además, se veían fijados sobre el terreno y no podían hacer nada mientras veían como la División de Monasterio se dirigía a Visiedo, en la mismísima retaguardia republicana. Hacia allí fueron 13 tanques republicanos. Viendo este movimiento, los aviones Fiat italianos pegaron varias pasadas, consiguiendo destruir un carro y averiando varios más. La intervención de la aviación y la cobertura de la artillería, hace que los jinetes de Monasterio consigan situarse a tan solo 50 metros de las posiciones republicanas. Es aquí, con el 4º Escuadrón de Alcántara en vanguardia que Monasterio ordena una carga a la vieja usanza. Los soldados republicanas, que en esa zona eran los más noveles, vieron sorprendidos como pese a sus armas modernas, 3000 demonios a caballo se les echaban encima. Sin poder creer que esa imagen pudiera ser posible y presos del pánico, muchos se dieron a la fuga y cayeron bajo los cascos de los caballos. El 4º Escuadrón Alcántara alcanzó Visiedo, donde los republicanos huyeron sin luchar al ver lo que se les venía encima. Mientras, el resto de la División se abría en abanico y ocupaba la población de Camañas, además de capturar toda una batería artillera enemiga. A media tarde de ese día 7, toda la División de Monasterio había llegado a las faldas del río. Al día siguiente, el resto de fuerzas nacionales completó el avance desde Perales de Alfambra, mientras la I División de Caballería seguía limpiando de enemigos la zona. En total se ocuparon más de 1000 kilómetros cuadrados y 14 poblaciones, dejando limpio el camino hacia Teruel para su reconquista.
La I División de Caballería del bando Nacional. |
El General Monasterio, de fuertes tendencias carlistas, fue nombrado jefe de milicias y consejero nacional de FE de las JONS al acabar la guerra e ingresó en 1942 en la Orden Militar y Hospitalaria de San Lázaro, además de ser ascendido a Teniente General. En el año 1943, tuvo valor, junto a otros generales, de decirle al Generalísimo Franco que debía de reinstaurarse ya la monarquía. No molestó esto al líder nacional, que le nombró sucesivamente Capitán General de las V y III Regiones Militares, además de llegar a ser procurador en Cortes. Pero, sin duda, por lo que ha pasado a la historia es por ser el protagonista de la última batalla romántica en territorio español con la épica carga de sus jinetes, a pecho descubierto, frente a los fusiles y maquinaria enemiga.