Quien más y quien menos, conoce los avatares de Don Rodrigo Díaz
de Vivar, sus destierros y los encontronazos con su señor, el rey Alfonso VI.
Harto el buen vasallo de la incomprensión de su monarca, acabó por crear su
propio feudo en Valencia, acompañado por sus fieles huestes, arrebató estas
tierras a los antiguos señores musulmanes y resistió el envite de la nueva
potencia norteafricana, los almorávide, que como una plaga, habían vuelto a
teñir de sangre buena parte de España. Será tras la batalla desarrollada cerca
de Quart de Poblet, conocida como Batalla de Cuarte, cuando el Cid, tras su
mayor victoria, se haga llamar “princeps
Rodericus campidoctor”.
El Cid |
Tras la toma de Valencia por las tropas del Cid el 14 de
junio de 1094, no tardó el famoso Yusuf, emperador almorávide, en poner sus
ojos sobre estas tierras. Una vez más, una taifa débil, prefería el yugo
integrista que representaba Yusuf, a tener que vivir bajo la cruz o teniendo
que pagar grandes impuestos a un señor cristiano. Yusuf aprovechó la llamada de
los ciudadanos de Denia para iniciar su expedición. Tras reclutar unos 4000
hombres en Ceuta, pasó al Península, donde las taifas sometidas a su poder le
entregaron un número similar de soldados. A fines del verano llegó a las
inmediaciones de Valencia, acampando en una llanura entre Quart y Mislata, pero
el ramadán hizo que las operaciones quedaran muy paradas durante un mes, hasta
que el 14 de Octubre se inició el asedio con toda su intensidad a la capital
valenciana. La ciudad seguía siendo en mayor parte musulmana, con lo que
era fácil que al iniciarse el asedio, se rebelaran contra las fuerzas
cristianas del interior. Para evitar esta tentación, el Cid, que era un gran
psicólogo, los amenazó con la muerte si el asedio se ponía duro. Además,
utilizó una serie de fenómenos para afirmar que se auguraba una victoria
cristiana. Como se recoge en varias crónicas, el Cid, viendo desde las murallas
de Valencia el campamente enemigo, afirmó que este solo serviría para aumentar
sus riquezas y el ajuar de sus hijas. Pero, lo que más influyó en la moral de
los defensores, fue la propaganda del Cid, que hizo correr el rumor que los
reyes Pedro I de Aragón y Alfonso VI, venían con grandes fuerzas para socorrer
la ciudad. Lo del de Aragón parece que fue totalmente falso; mientras que
respecto al rey leonés, si que pudo haber enviado tropas, pero el conflicto se
resolvió antes de su llegada.
Estas noticias también llegaron a las tropas sitiadoras,
provocando deserciones y disminuyendo la presión en el asedio. Así, tras una
semana de infructuosos ataques, el Cid decidió salir de la ciudad a combatir a
campo abierto. La estratagema elaborada por el Cid fue un éxito. Era noche cerrada
cuando el mismo, comandando la mayor parte de su ejército, salió por la puerta
Sur de la ciudad, donde los almorávides no tenían fuerzas. La caballería pesada
del Cid dio un gran rodeo hasta situarse en la retaguardia de los sitiadores. Mientras,
al amanecer, una pequeña fuerza de caballería hizo una salida para hacer creer
a sus enemigos que era la típica acción que pretendía aliviar el asedio y
conseguir provisiones. A su paso salió la mayor parte del ejército almorávide,
cayendo así en la trampa. Estos jinetes cristianos tornaron grupas hacia la
ciudad, a la vez que el Cid atacaba el campamento donde estaba el general
almorávide Muhammad, quien, como todos, creyó que estaba siendo atacado por las
esperadas fuerzas de Alfonso VI. Cundió el pánico entre los sitiadores que se
desorganizaron como pudieron dejando numerosas bajas en el campo y huyendo de
lo que creían era un gran ejército. El Cid no los persiguió pues carecía de
entidad para ello, pero había levantando el asedio con una tropa menor, sin prácticamente
bajas y, como había prometido, se había apoderado del campamento enemigo.
Desarrollo de la batalla |
Gracias al botín y el armamento incautado, el Cid pudo
asegurar su hegemonía en el principado de Valencia, tomando importante núcleos como
Sagunto. Se alió con Pedro I, que pudo tomar Huesca, gracias al freno que
suponía Valencia. Tras la muerte del Cid, su esposa Jimena defendió la ciudad
todo lo que pudo, hasta que el propio Alfonso VI decidió que era mujer dejarla
a los almorávides. Peso a ello, las acciones del Cid habían logrado equilibrar
las fuerzas en la zona y dejar la poderosa Taifa de Zaragoza muy aislada del
apoyo almorávide, con lo que en pocos años, el Reino de Aragón pudo expandirse
hacia el sur aprovechando el trabajo del gran Rodrigo Díaz de Vivar.
Mapa de la época del Cid. Observese como el principado de Valencia está clavado enmedio del poderío musulmán de los almorávides. |