Quien más y quien menos, conoce los avatares de Don Rodrigo Díaz
de Vivar, sus destierros y los encontronazos con su señor, el rey Alfonso VI.
Harto el buen vasallo de la incomprensión de su monarca, acabó por crear su
propio feudo en Valencia, acompañado por sus fieles huestes, arrebató estas
tierras a los antiguos señores musulmanes y resistió el envite de la nueva
potencia norteafricana, los almorávide, que como una plaga, habían vuelto a
teñir de sangre buena parte de España. Será tras la batalla desarrollada cerca
de Quart de Poblet, conocida como Batalla de Cuarte, cuando el Cid, tras su
mayor victoria, se haga llamar “princeps
Rodericus campidoctor”.
El Cid
Tras la toma de Valencia por las tropas del Cid el 14 de
junio de 1094, no tardó el famoso Yusuf, emperador almorávide, en poner sus
ojos sobre estas tierras. Una vez más, una taifa débil, prefería el yugo
integrista que representaba Yusuf, a tener que vivir bajo la cruz o teniendo
que pagar grandes impuestos a un señor cristiano. Yusuf aprovechó la llamada de
los ciudadanos de Denia para iniciar su expedición. Tras reclutar unos 4000
hombres en Ceuta, pasó al Península, donde las taifas sometidas a su poder le
entregaron un número similar de soldados. A fines del verano llegó a las
inmediaciones de Valencia, acampando en una llanura entre Quart y Mislata, pero
el ramadán hizo que las operaciones quedaran muy paradas durante un mes, hasta
que el 14 de Octubre se inició el asedio con toda su intensidad a la capital
valenciana. La ciudad seguía siendo en mayor parte musulmana, con lo que
era fácil que al iniciarse el asedio, se rebelaran contra las fuerzas
cristianas del interior. Para evitar esta tentación, el Cid, que era un gran
psicólogo, los amenazó con la muerte si el asedio se ponía duro. Además,
utilizó una serie de fenómenos para afirmar que se auguraba una victoria
cristiana. Como se recoge en varias crónicas, el Cid, viendo desde las murallas
de Valencia el campamente enemigo, afirmó que este solo serviría para aumentar
sus riquezas y el ajuar de sus hijas. Pero, lo que más influyó en la moral de
los defensores, fue la propaganda del Cid, que hizo correr el rumor que los
reyes Pedro I de Aragón y Alfonso VI, venían con grandes fuerzas para socorrer
la ciudad. Lo del de Aragón parece que fue totalmente falso; mientras que
respecto al rey leonés, si que pudo haber enviado tropas, pero el conflicto se
resolvió antes de su llegada.
Estas noticias también llegaron a las tropas sitiadoras,
provocando deserciones y disminuyendo la presión en el asedio. Así, tras una
semana de infructuosos ataques, el Cid decidió salir de la ciudad a combatir a
campo abierto. La estratagema elaborada por el Cid fue un éxito. Era noche cerrada
cuando el mismo, comandando la mayor parte de su ejército, salió por la puerta
Sur de la ciudad, donde los almorávides no tenían fuerzas. La caballería pesada
del Cid dio un gran rodeo hasta situarse en la retaguardia de los sitiadores. Mientras,
al amanecer, una pequeña fuerza de caballería hizo una salida para hacer creer
a sus enemigos que era la típica acción que pretendía aliviar el asedio y
conseguir provisiones. A su paso salió la mayor parte del ejército almorávide,
cayendo así en la trampa. Estos jinetes cristianos tornaron grupas hacia la
ciudad, a la vez que el Cid atacaba el campamento donde estaba el general
almorávide Muhammad, quien, como todos, creyó que estaba siendo atacado por las
esperadas fuerzas de Alfonso VI. Cundió el pánico entre los sitiadores que se
desorganizaron como pudieron dejando numerosas bajas en el campo y huyendo de
lo que creían era un gran ejército. El Cid no los persiguió pues carecía de
entidad para ello, pero había levantando el asedio con una tropa menor, sin prácticamente
bajas y, como había prometido, se había apoderado del campamento enemigo.
Desarrollo de la batalla
Gracias al botín y el armamento incautado, el Cid pudo
asegurar su hegemonía en el principado de Valencia, tomando importante núcleos como
Sagunto. Se alió con Pedro I, que pudo tomar Huesca, gracias al freno que
suponía Valencia. Tras la muerte del Cid, su esposa Jimena defendió la ciudad
todo lo que pudo, hasta que el propio Alfonso VI decidió que era mujer dejarla
a los almorávides. Peso a ello, las acciones del Cid habían logrado equilibrar
las fuerzas en la zona y dejar la poderosa Taifa de Zaragoza muy aislada del
apoyo almorávide, con lo que en pocos años, el Reino de Aragón pudo expandirse
hacia el sur aprovechando el trabajo del gran Rodrigo Díaz de Vivar.
Mapa de la época del Cid. Observese como el principado de Valencia
está clavado enmedio del poderío musulmán de los almorávides.
Conocidos son por todos, los problemas que las partidas
de guerrilleros españoles ocasionaron al ejército francés durante la Guerra de
la Independencia. Sus embocadas y golpes de mano, hicieron del combate no convencional,
una gran arma contra los intereses franceses. Pero, no solo fueron este tipo de
fuerzas irregulares las protagonistas de estas acciones; en este artículo vamos
a ver, como un ejército convencional fue capaz de sorprender al ejército
imperial y en un hábil golpe de mano arrebatarle el control de una de las mayores
fortalezas de Europa, el castillo de San Fernando, en la localidad ampurdanesa
de Figueras.
Muchos fueron los héroes militares que dio esta guerra, en
la que antes de la cual nunca habían tomado las armas. Hombres de distinta
procedencia y condición, que sin pasar por ninguna academia militar, se
rebelaron como hábiles estrategas y conductores de hombres en el combate. Uno
de estos hombres fue el clérigo Francisco Rovira Sala, el Doctor Rovira, que
abandonó por un tiempo el altar para escarnio de los franceses, llegando por
meritos de guerra a ostentar el grado de Brigadier.
El Abad Rovira se había educado en un ambiente de odio
hacia las innovaciones que llegaban de la revolucionaria Francia. Pese a lo que
apuntaron en el pasado algunos autores, no parece que Rovira participara en la
Guerra de la Convención contra la novel república francesa a fines del siglo
XVIII. Sería poco después de los hechos del Bruch, cuando indignado de las tropelías
de los franceses, se sumó en Bañolas al alzamiento de la vecina Figueras el 13
de junio de 1808. Mandó que tocaran las campanas del pueblo de famoso lago,
para una vez reunido los vecinos lanzar una inflamable proclama contra el
invasor del otro lado de los Pirineos.
El contexto de Cataluña en los primeros días de la guerra
es el de una región, cuya capital, Barcelona, y sus principales fortalezas, han
sido rápidamente ocupadas por el ejército de Napoleón. Las otras tres capitales
resisten en un principio (famosa es la ya aquí tratada resistencia de Álvarez
de Castro en Gerona). Tarragona acabará quedando como la capital de los patriotas
catalanes y en la zona que nos ocupa se formarán dos Juntas corregimentales en
Gerona y Figueras.
Pocos días después del alzamiento, el 18 de junio se
intenta un primer asalto y toma del castillo de San Fernando, clave en el
abastecimiento logístico del ejército francés en Cataluña, por controlar este
el camino real, a través del cual se suministraba a sus fuerzas de todos lo
necesario proveniente de Perpiñán. El plan era que aprovechando que los mandos
franceses se encontraban en el ayuntamiento con motivo de un baile, capturarlos
y una vez descabezadas las tropas, tomar la fortaleza. El capitán retirado Juan
Clarós, con el mando del corregimiento de Figueras, dirige la acción que acaba
en desastre. Pese a todo logra bloquear la fortaleza. Esta acción fue cubierta
por el Doctor Rovira, que en su primera acción militar, corta con sus hombres
el camino real, impidiendo que el castillo fuese auxiliado.
Tras este fracaso se reorganiza la resistencia y se crea
la Junta Superior de Cataluña.
Se regulariza la situación de Rovira, que se incorpora
como capitán a los migueletes, encuadrando su compañía de Bañolas en el Segundo
Tercio de Gerona. Estos Tercios equivalían a un Batallón de 10 compañías, unos
1000 hombres. Poco duró su primera aventura militar, pues en Agosto, una orden
superior del marqués de Palacio, licencia a todos los religiosos del Ejército
de Cataluña. No se rinde el abad y en Noviembre es reincorporado a filas, esta
vez como coronel de infantería, recibiendo el mando de la unidad conocida como
Cuerpo de Expatriados. Tanto esta unidad, como el Batallón de Almogávares de
Narcís Gay, se crearon para paliar el flojo reclutamiento de los migueletes.
Rovira se provee de hombres que tras el sitio de Rosas va llegando a Bañolas,
de ahí el nombre de expatriados.
Pasa solo un mes, y se le da también el mando de una
División de Somatenes. Un somatén equivalía a la mitad de un Tercio, 500
hombres. Los somatenes servían como fuerzas reservistas. Combinando ambas
fuerzas, Rovira no dejó de machacar las líneas de comunicación del ejército
francés, especialmente interceptando los convoyes que aprovisionaban el asedio
francés a Gerona. Destaca la captura de uno en Mendinyà que llevaba 36 carros
de galletas y otros efectos.
Otra acción destacada es cuando el 27 de Diciembre de
1808 expulsó a los franceses de Pont de Molins y de Capmany, empujándolos a
Junquera. Pero no todo fueron alegrías; el 24 de Febrero del año siguiente,
fracasa en una emboscada entre Esponellà y Orfans, donde además es capturado,
consiguiendo huir tras sobornar a unos de sus captores.
Centrándonos en la famosa Rovirada, es curioso que el término
se originara como algo despectivo. El General O´Donnell, que nunca estuvo a
favor de la acción, se refería a ella con este apelativo para menospreciarla.
Rovira sabía que si caía San Fernando, la Armée de Catalogne solo podría ser
abastecida por mar, de manera que si se permitía a los ingleses tomar las Islas
Medas y que desembarcaran fuerzas contra la más que probable fuerza de asedio
que los franceses mancarían a retomar el castillo; su ejército quedaría aislado
de todo apoyo logístico. Como veremos, O´Donnell no dio ninguna facilidad a
Rovira y responsabilidad suya fue que la Rovirada no fuese explotada como
merecía.
Durante todo 1810 Rovira fue planeando la acción. Una
enfermedad, la llegada de refuerzos y
problemas meteorológicos frenaron varios intentos anteriores. No dejó de pedir
más hombres para llevar a cabo sus planes, pero solo se le cedieron los
Expatriados encuadrados en la Segunda Sección de la Primera Legión Catalana.
La Legión Catalana era una unidad interamas con tres
Secciones (equivalentes a Regimientos) de infantería, dos de ellas de línea y
una ligera. A estas fuerzas se sumaban una compañía de gastadores y una unidad
de artillería.
La Segunda Sección de la Primera Legión Catalana contará
con tres Batallones, los Expatriados y el Batallón de Almogávares de Gay que se
le une el 12 de Marzo. Por tanto, las cifras de las fuerzas que llevaron a cabo
la Rovirada oscilan entre 969 hombres según unos autores, 1038 según otros y
otros que afirman que la Segunda Sección solo tenía 462 hombres por 92 del
Batallón de Almogávares.
Fuera cual fuese el número, el gran éxito de la acción
fue gracias a la inteligencia. Rovira contaba con cinco topos dentro de la
fortaleza. Los franceses externalizaban gran parte de su logística y gran parte
de ella la formaban gentes de la tierra. Así, el acceso a los almacenes de
suministros, lugar por el que entraron los asaltantes, era más que conocido por
Rovira. Joan Marqués había hecho una copia en cera de la llave de acceso a dichos
almacenes. Genís y Pere Pou informaron a Rovira hasta última hora de la
situación de los puestos de seguridad dentro del castillo. Juan Floreta y Juan
Buenaventura fueron los otros dos informadores. Incluso el capitán Casa pudo
entrar disfrazado días antes en la fortaleza y dar informes fiables.
Cuando todo estaba a punto se iniciaron los movimientos
aprovechando la Semana Santa, una época que se presumía tranquila por los
franceses, que sabían de la religiosidad de los españoles. Rovira realiza unas
maniobras de diversión para disminuir las tropas francesas en el castillo. Lo
consigue simulando un intento de invasión de la frontera francesa en Saint
Laurent de Cerdans. A esto suma otro falso intento de tomar Olot atacando la
vanguardia francesa a finales de Marzo, siendo relevado cuando consigue su
propósito. Estas maniobras, junto al asedio de Castellfollit, dejan en la
fortaleza una fuerza de menos de 1000 hombres.
Imagen aérea de la explendida fortaleza de San Fernando
Rovira acerca por el día sus fuerzas aprovechando los
frondosos bosques, hasta detenerse a 2 horas del castillo. Al anochecer se
aproximan a tan solo una hora de su objetivo, tomando como base de partida la
casa del capitán Bonal, donde toman una frugal cena y se informa a las tropas
de la acción. Rovira divide sus fuerzas en 4 piquetes y una fuerza de cobertura
mandada por el mismo. Inician movimiento a las 00:30, tomando la fortaleza solo
2 horas después, pese al mal tiempo que les acompañó.
Era una noche de luna llena, pero avanzaron por el Sur aprovechando
los altozanos, hasta el glacis defensivo. De allí hasta la poterna del almacén
de víveres fueron por la contravanguardia del torreón de San Juan. El mal
tiempo y el fuerte viento de tramontana les ayudó en la acción, pues los
centinelas franceses están a cubierto en las garitas. Accedieron a los fosos
por la escala de mampostería de la contraescarpa, frente a la cara izquierda de
la contraguardia de San Juan, muy cerca de la poterna. Allí se dio muerte a los
primeros centinelas. Solo hizo falta acabar con la vida de 25 soldados enemigos
para tomar la fortaleza por sorpresa. Como contraseña para identificarse
durante la acción se escogió la palabra catalana SETZE, dieciséis, debida a su difícil
pronunciación por la gente de habla no catalana. Cada piquete se hizo cargo de
un objetivo:
-El capitán Casas con 80 hombres fueron los primeros en
tomar la poterna y acabar con los centinelas de guardia de la puerta principal
sobre ella.
-El capitán Dresayre, con 208 hombres se encargó de tomar
las casamatas encima de las caballerizas donde se alojaban las tropas de
infantería del 1ª Reggimento di Fanteria
di Napoli.
-El capitán Bonal, con otros 208 hombres, ocupó los
cuarteles donde se alojaba la tropa artillera del 5é Bataillon du Train.
-Por último, el teniente coronel Llobera, jefe de la
fuerza de asalto, aseguró el Estado Mayor y capturó al gobernador de la plaza,
el general Guillot.
Guillot culpó del éxito de la acción a sus tropas
napolitanas, que afirma que se rindieron al grito de “Viva España, somos todos hermanos”.
Pese a la rapidez y el éxito, hubomomentos de preocupación, ya que debido a la
lluvia se inutilizaron muchos cartuchos,pero el propio Rovira afirma que sus hombres supieron tirar de bayoneta
y sable.
Por esta acción Rovira fue ascendido a Brigadier y fue el
primer militar propuesto a la novel Cruz Laureada de San Fernando, la cual
rechazó formalmente, pues prefirió ser nombrado Maestre de la Escuela de Vic,
ya que él nunca quiso hacer carrera militar, sino seguir con la suya en la
iglesia una vez terminada la guerra. El resto de hombres también fueron
recompensados en mayor o menor medida por su heroicidad.
No se detuvo Rovira, pues sabía que de poco serviría su
acción sino se completaba con el control de la costa y con el apoyo inglés.
Viajo a Valencia para convencer a O´Donnell, pero este siguió negándose pese al
éxito de su vilipendiada Rovirada. En Cádiz se encontraban 2000 ingleses
esperando para desembarcar. O´Donnell solo consintió que apoyaran a los
asediados en Tarragona. Como se temía Rovira, pronto los franceses enviaron fuerzas
para retomar San Fernando. Sin nadie que les importunara por la espalda como
quería Rovira y aprovisionados por mar, el éxito de la Rovirada se iba
diluyendo.
El 28 de junio caía Tarragona y tras cuatro meses de
brava resistencia, San Fernando capitulaba ante los franceses. Para más inri,
solo diez días después, las Islas Medas eran ocupadas por las fuerzas de
Millans del Bosch, cortando así el cabotaje entre Marsella y Barcelona,
acabando con el aprovisionamiento de los franceses por mar, justo cuando habían
vuelto abrir la vía logística terrestre. Una vez más, la ceguera del alto
mando, esta vez O´Donnell, impidió haber dejado a los franceses sin ningún
apoyo en una zona tan complicada como Cataluña.
Hoy en día, dos siglos después la Rovirada apenas es conocida
por los entendidos y los habitantes de Figueras, que la recrean históricamente
cada año.
Es muy recomendable la visita a esta magnífica fortaleza,
donde en sus caballerizas se encuentran unos muros conmemorativos con los nombres
de muchos de estos héroes, justo enfrente donde otro héroe patriota, el
defensor de Gerona, Álvarez de Castro, murió en cautiverio.
Valgan como homenaje las palabras del gobernador de la
fortaleza esos cuatro meses, el Mariscal Juan Antonio Martínez, marqués de
Campoverde:
“Gloria al Dios de
los ejércitos, y honor a los valientes catalanes”
Bibliografía: La
Rovirada-1811. Pablo de la Fuente de Pablo y Jordi Bohigas Maynegre.
Colección de Cuadernos del Castillo de San Fernando editada por el Ministerio
de Defensa en 2011 para conmemorar el segundo centenario.
En nuestro último artículo, sobre la Guerra de Granada, reflejábamos
la arriesgada aventura de un castellano que osó clavar en la mezquita de la
capital nazarí un retrato de la Virgen. Ese hombre era Hernán Pérez del Pulgar,
y por estas y muchas otras gestas recibió el sobrenombre del de las Hazañas y
merece un artículo propio.
Inauguración en 2010 de la estatua dedicada al héroe en su ciudad natal, Ciudad Real.
Corría el año 1451 cuando la castellana villa de Ciudad
Real vio nacer a este gran hombre. Muy ligado desde siempre a la figura de
Isabel la Católica, sus primeras acciones de combate se desarrollan contra
Portugal y el bando que apoyaba la candidatura de Juana la Beltraneja al trono
de Castilla. Pero fue durante la Guerra de Granada que su nombre se empezó a
escribir en la historia. Desde el inicio de la contienda su bravura fue
conocida y ya en 1481 recibe los títulos de Gentilhombre y Continuo de la Casa
Real. Al año siguiente realiza una de sus primeras famosas hazañas, cuando
estando sitiado en Alhama -una ciudad de gran valor estratégico por su
situación en el corazón del reino nazarí-, consigue burlar la vigilancia del
enemigo y llegar a Antequera para pedir refuerzos con los que levantar el
asedio de los musulmanes. Gracias a esta acción, recibió en 1486 el título de
Capitán General de Alhama. No transcurrió mucho tiempo para que volviese a
asombrar a propios y extraños, cuando con apenas 80 hombres conquista el
castillo del Salar, entre Loja y Granada. Una vez es envestido con un nuevo
título, el de alcaide del Salar. En 1679, más de dos siglos después, el
recuerdo de esta hazaña, hace la ciudad de Granada pida que se cree el
Marquesado del Salar, que llegó a obtener la Grandeza de España en 1834.
El rey Fernando el Católico lo quiso a su lado para la
toma de Vélez-Málaga. Por sus buenas dotes diplomáticas fue el encargado de
negociar la rendición de Málaga. Tras esto tomo Baza y dio muerte en combate singular
al general musulmán Aben-Zaid. Como consecuencia de esta victoria el rey le
concede el título de caballero y le otorga un escudo nobiliario con un león que
agarra una bandera con la leyenda Ave María, rodeado de un once castillos que
simbolizan las 11 plazas tomadas a los musulmanes y el lema “Tal debe el
hombre ser como quiere parecer”. Ejemplo
de su determinación es cuando en 1490, cuando Boabdil asediaba Salobreña y los
pozos de la ciudad ya no tenían agua, ante la oferta de rendición del rey
nazarí, Pulgar, que dirigía la defensa, arroja por sus murallas el contenido de
la última jarra de agua. Tras esto, lanzó un ataque y rompió el asedio con una
gran victoria.
Cuadro de Pulgar en la Diputación de Ciudad Real.
El siguiente
episodio de su historia es el ya referido de la entrada en Granada. El objetivo
inicial era prender fuego a la mezquita y fue al no poder hacerlo que clavo el
famoso cartel con la imagen de la virgen y la siguiente leyenda “Sed
testigos de la toma de posesión que realizó en nombre de los reyes y del
compromiso que contraigo de venir a rescatar a la Virgen María a quien dejo
prisionera entre los infieles”. En la huida sí que consiguió prender fuego
a la Alcaicería y derrotar a un grupo mucho más numerosos de guardias
granadinos. Los reyes lo otorgaron otro castillo para su escudo y el gran honor
de ser enterrado en la futura catedral de Granada que se iba a construir sobre
esa mezquita que el profanó.
Tras el final de
la Reconquista fijo su residencia en Sevilla y se dedicó al oficio de
historiador. Por orden del emperador Carlos V escribió una obra sobre las
campañas del Gran Capitán en Nápoles titulada “Breve parte de las hazañas
del excelente nombrado Gran Capitán”. Con 73 años no pudo negarse a volver
a tomar las armas tras la llamada del emperador, para luchar contra los
franceses en la frontera de los Pirineos. Murió con 80 años un 11 de agosto de
1531, siendo efectivamente enterrado en la catedral granadina, junto a los Reyes
Católicos por los que tanto luchó y siendo el único que disfruta de tal
privilegio sin ser de la familia real.
Muy recordado en
su ciudad natal, tiene allí un instituto con su nombre. La principal referencia
de su vida es la biografía que de él escribió Francisco Martínez de la Rosa en
la novela histórica Hernán Pérez del Pulgar, el de las Hazañas. Otro
hombre, que de haber nacido en un país menos desagradecido, tendría mil películas
y libros dedicados a su figura.
Tal día como hoy de hace 521 años culminaba uno de los
episodios más importantes de la historia de nuestra nación, la Reconquista.
Casi 8 siglos de luchas por unificar España bajo una misma fe y gobierno, como
con los reyes visigodos. En más de un artículo hemos afirmado que si no se
terminó antes fue por las rentas que el rico reino nazarí de de Granada pagaba
a la corona castellana. A esto se sumaba las luchas intestinas entre los reinos
cristianos, las propias civiles que estos tenían en su interior, y –también es
justo decir- que el reino nazarí estaba bien organizado militarmente y la
orografía del terreno completaba sus buenas fortificaciones.
Fue una vez conseguida la unión dinástica de los dos
reinos más importantes, Castilla y Aragón, unida a la voluntad de sus dos
monarcas, Isabel y Fernando, que se decidió emprender la conquista del último
bastión musulmán.
El momento era propicio, Granada estaba aislada del mundo
africano desde la caída de los benimerines y el papado apoyaba a los reyes
españoles en su idea de lograr por fin una España totalmente cristiana. Pese a
todo, no fue una guerra fácil, once años tardaron los Reyes Católicos en tomar
el reino nazarí. Desde 1481, en que una asfixiada tributariamente Granada desencadenó la guerra al tomar Zahara.
La guerra de Granada es muy importante desde el punto de
vista militar porque en ella se empieza a vislumbrar el cambio de la guerra
medieval a la moderna. Pese a que los nobles con su caballería pesada siguen
siendo importantes políticamente, en el plano marcial pierden peso ante la
caballería ligera que imita las maneras musulmanas, los peones de la infantería
y los ingenieros que allanan el camino a una incipiente artillería que bate los
poderosos y estratégicos enclaves nazaríes.
Poco a poco, y pese a algunos contratiempos, la ofensiva
cristiana consigue sus objetivos. Caen ciudades como Ronda, Marbella, Málaga,
etc. A mediados de 1490 solo la propia ciudad de Granada queda como núcleo importante
para los nazaríes. Junto a las acciones militares, los cristianos han sabido
sembrar la discordia entre los gobernantes nazaríes, que se enredan en luchas
internas entre Muley Hacen y se hermano Al-Zagal contra el famoso Boabdil el
Chico.
El cerco se va cerrando sobre la capital granadina y el
rey Fernando, -que siempre dirigió la campaña, estando muchas veces en primera
línea, llegando incluso a combatir cuerpo a cuerpo- consigue concentrar todas
sus tropas cerca de la ciudad, estableciendo un campamento en Ojos de Huéscar.
Mientras el marqués de Villena se dedica a arrasar las Alpujarras, dejando a la
ciudad sin su principal fuente de suministros. Los cristianos se sitúan sobre
el río Genil y se bloquea Granada por todos los flancos. Solo quedaba esperar
que la ciudad se rindiera por hambre, pues estaba totalmente bloqueada. Los
granadinos intentaron romper el cerco con múltiples incursiones, pero estas
eran siempre rechazadas por los cristianos. Llegaron a provocarles abriendo las
puertas de la ciudad y retándolos a duelos personales, pero el rey Fernando
decidió evitar bajas inútiles y que el hambre hiciera su trabajo.
Cuadro de Francisco Pradilla. Rendición de Boabdil ante los Reyes Católicos
Un episodio importante fue cuando Hernán Pérez del
Pulgar, junto a otros 15 valientes, se coló en la ciudad en una cabalgada y
clavo en la puerta de la mezquita un retrato de la Virgen, sin que los
musulmanes pudieran prenderles. Poco después, un señor nazarí, Tarif, llegó
hasta el campamento cristiano con el retrato atado a la cola de su caballo y
retando a Pulgar. Por esta vez, el rey Fernando permitió el duelo ante tamaño
insulto y el bueno de Pulgar acabo con la vida de su oponente.
La última incursión musulmana se produjo para tratar de
aprovechar un gran incendio que hubo en el campamente cristianos, pero el rey Fernando,
que predijo la acción, ya tenía sus tropas preparadas para rechazar el ataque,
causando así graves pérdidas a los ya muy débiles nazaríes. Tras esto, de levanto
el famoso campamente de Santa Fe, donde los Reyes Católicos recibieron a Cristóbal
Colón.
La población de Granada estaba desesperada y Boabdil que sabía
que tarde o temprano los cristianos entrarían en la ciudad, quiso salvar la
vida de sus súbditos y desde noviembre estuvo pactando una rendición honrosa.
Se negoció en secreto para evitar la rebelión de los islamistas más radicales,
pero de forma oficial, el 2 de enero de 1492, Granada se rindió. Poco antes,
tropas cristianas habían penetrado en la ciudad para proteger la vida de
Boabdil. Será el 6 de enero, cuando los Reyes Católicosentren en la ciudad y reciban la rendición
formal de Boabdil, aquel que al marchar al exilio africano lloró como mujer lo
que le acusaron de no defender como un hombre.
Por fin, la cruz sustituía a la media luna en la Alhambra
y los pendones de Santiago y las otras órdenes militares y el estandarte real,
ondeaban orgullosos allí donde se dice que la puesta de sol es la más bella del
mundo. España había expulsado a su enemigo ancestral, la Reconquista había
terminado.