En el artículo de la batalla de Krasny Bor, el testimonio del entonces sargento Salamanca, ya nos sirvió para dar vida a los hechos. Hoy, como se merece, nos toca homenajear a este hombre, que tras ser nombrado Medalla Militar Individual por su capitán en el propio campo de batalla en 1943, hubo de esperar hasta 1969 para que le fuera concedida de manera oficial y hasta 1998 para que le fuera impuesta en un acto en la Academia de Infantería.
Ángel Salamanca Salamanca nació en 1919 en el pueblo toledano de Escalonilla. Transcurría tranquila su vida, como la de cualquier aldeano, hasta la llega de la II República. Tras unos primeros años sin alborotos, la victoria del Frente Popular en las irregulares elecciones de 1936 acaba con la paz del poblado. La ley empieza a brillar por su ausencia y solo vale lo que salga de la Casa del Pueblo. A todo aquel que tiene unas míseras tierras se le considera rico, y como tal se le obliga a contratar parados, que al no tener donde trabajar, solo hacen que vaguear y vivir de una pobre clase media trabajadora. Uno de estos casos es el del padre de Ángel Salamanca. No acabaron aquí los desmanes, pues ya antes del inicio de la guerra, dos familiares son asesinados sin razón, arrojados a un pozo y enterrados bajo macetas.
Tras el estallido de la guerra, la familia Salamanca queda en la zona roja. Seguirán con especial atención el avance de las tropas nacionales hacia la liberación del Alcázar de Toledo. Era septiembre de 1936, cuando enterado de la presencia de los nacionales en Talavera de la Reina, Ángel Salamanca, con solo 17 años, decide pasarse a sus líneas, en soledad y sin decir nada a nadie. Durante 3 días ando siguiendo el curso del río Tajo. Alimentándose de lo que iba encontrando en los huertos que iba encontrándose en su camino y durmiendo al raso, fue sorprendido por unos disparos y unas voces. Se había topado con un tabor de Regulares. Tras decir que venía a unirse a sus fuerzas, fue llevado ante un oficial para ser interrogado sobre la situación tras las líneas. Estaba en la posición de la columna del comandante Castejón, formada por el II Tabor de Regulares y la V Bandera de la Legión. Tras pasar toda la información que pudo, quedaron sorprendidos de que no hubiera encontrado tropas enemigas en todo su camino, eso significaba que el avance estaba más libre de lo que creían. Queda encuadrado en la Plana Mayor y pocos días después participa en la liberación de su propio pueblo, donde se encuentra con su preocupada familia que nada sabía de él. Tras esto, siguió en el avance hasta Toledo. Una vez tomada la ciudad y liberado el Alcázar queda filiado en el Depósito de Milicias de FE de las JONS. Se le encuadra en la III Bandera de Castilla donde lucha en el frente de Toledo y Madrid, hasta que por ser menor de edad de le tramita la baja de la I Bandera de Toledo donde estaba en ese momento. Al poco tiempo, ya mayor de edad, pasa a formar parte de la IV Bandera de Castilla, en la tercera centuria, en la División nº 13 del Cuerpo de Ejército Marroquí. Como el mismo cuenta en sus memorias Esclavos de Stalin, estuvo en los frentes de Aragón: en el Vértice del Silencio; en Teruel, donde su bandera tomó varias cotas importantes hasta el río Alfambra; y en Belchite. Su Bandera recibió por estas acciones la Medalla Militar Colectiva. Cruzó el Ebro y el Cinca y llegó hasta las puertas de Lérida. En su expediente consta que “durante su permanencia observó buena conducta y alto espíritu militar y falangista”.
La curiosidad en este tiempo, es que durante la batalla de Teruel, sirviendo como enlace, se pierde durante varios días entre las líneas enemigas. Se le da por muerto y así se le comunica a su familia. Finalmente apareció y pidió permiso para ir a su pueblo a calmar a los suyos. No sería la última vez que Ángel Salamanca fue declarado muerto.
De abril a junio de 1938 realiza el curso de Sargento Provisional en Jerez de la Frontera. Tras obtener sus galones es destinado al 6º Batallón del Regimiento de Infantería Burgos nº 31, adscrito a la 81 División del Cuerpo de Ejército de Castilla bajo el mando del general Varela. Se movió por Castellón, Valencia, el Ebro, Extremadura y Guadalajara, donde le sorprende el final de la guerra. Además de la Colectiva, obtuvo de manera individual la Medalla de Campaña, dos Cruces Rojas del Mérito Militar y dos Cruces de Guerra. Tras la guerra es enviado con su batallón a los montes de Asturias y León para controlar los últimos focos de resistencia republicana, hasta que en junio de 1940 acaba su misión y es disuelto su batallón, quedando en situación de disponible.
Ese mismo año intentó alistarse como voluntario en el ejército alemán que entonces avanzaba imparable por Europa. Su petición, aunque agradecida, fue rechazada como todas las demás, pues Alemania no tenía entonces ninguna unidad donde enrolarlos. Así que cuando se formó la División Azul corrió a alistarse. En esos momentos estaba destinado en la 1ª División de Caballería. Su padre, harto de las ausencias de su hijo, que solo tenía 21 años, consiguió que no le cogieran. Triste vio partir en julio de 1941 a los primeros voluntarios. Así que cuando las cosas en Rusia se complicaron para los alemanes, sin decir nada en casa, fue de nuevo al banderín de enganche. Era mayo de 1942. Concentrado en Logroño, cruzo la frontera en el 14 Batallón de Marcha, quedando en Alemania hasta el 15 de setiembre. Una vez en Rusia queda encuadrado en la 5ª Cía. del II Batallón del famoso Regimiento 262, a las ordenes del eterno capitán Teodoro Palacios. Este le destinó a la segunda sección, bajo el mando del alférez Céspedes, que cayó en Krasny Bor. Tras la batalla, se iniciaban 11 años, 1 mes y 18 días de cautiverio.
El teniente Salamanca dando un discurso cuando recibió la Medalla Militar Individual en la Academia de Infantería de Toledo en 1998 |
No vamos a narrar todo lo acontecido en los campos de trabajo y las cárceles rusas, para ello ya están los libros del capitán Palacios y el propio Salamanca. Lo que si debemos destacar es el papel tan importante que tuvieron tanto Salamanca como los otros suboficiales en el mantenimiento de la moral de los prisioneros españoles. Palacios y los otros oficiales pronto fueron separados del resto de los españoles, por lo que los más altos grados en la mayoría de campos, eran los sargentos.
Salamanca, herido en Krasny Bor, pasó los primeros días hacinado en uno de los hospitales rusos donde antes de sanar sus heridas, fue ya enviado a un campo. Durante todos esos años trabajó en diversas tareas y estuvo muchas veces al borde de la muerte por las enfermedades, la falta de alimentos y el maltrato de los carceleros bolcheviques. Siempre estuvo en el punto de mira de los traidores a España, los que formaban los llamados grupos antifascistas que trataban de convencer a los otros prisioneros de firmar declaraciones contra España, mintiendo sobre su situación o que incluso llegaran a renunciar a la nacionalidad española. A cambio se les ofrecía raciones extras de comida o pequeñas comodidades. En una situación extrema, Salamanca consiguió que pocos hombres acabaron cediendo a estas trampas, y recuperó a muchos de los que lo habían hecho. El momento de mayor tensión se vivió en Abril de 1951. Muchos prisioneros de otras nacionalidades ya habían sido liberados o vivían en mejores condiciones, incluso los alemanes. Pero los españoles, como causa del gobierno de Franco, eran los más odiados por los bolcheviques. En esta fecha, Salamanca y otros organizan una huelga de hambre porque eran los únicos que no tenían permitido mantener correspondencia con sus familiares. Tras muchas torturas y tratar de hacerles comer a la fuerza, el gran éxito de la huelga en el corazón del “paraíso de los trabajadores”, hace que al igual que Palacios y otros oficiales, Salamanca y sus colaboradores sean condenados a 25 años de trabajos forzados. Poco les importaba esto a unos hombres que habían perdido toda esperanza de salir de la URSS y que sobrevivían gracias al orgullo de ser españoles y de mantener firmes sus ideales. Al menos, gracias a los camaradas alemanes liberados, idearon un sistema de correspondencia a través de Alemania y diversos organismos, que les permitió dar noticias de su situación a sus familias. Era la segunda vez que la familia Salamanca se enteraba de la “resurrección” de su “difunto” hijo.
Cuando por fin, en Abril de 1954 se llega a un acuerdo para su liberación, muchos no podían creerlos hasta que embarcaron en el Semíramis en el puerto de Odessa. La llegada a Barcelona fue espectacular, todo el mundo se volcó con ellos. Cuenta Salamanca, que cenando en un restaurante se le acercó una prostituta y le dijo que no podía darle nada excepto su cuerpo, y que si quería podía tomarlo. Salamanca rechazó la invitación agradecido, pero sirva el ejemplo para dar cuenta de cómo toda la población adoraba a estos héroes. Tras el recibimiento en su pueblo y dar cuenta de su testimonio, Salamanca intentó volver a filas, pero no se le permitió. Se le contaron los años de servicio, pero no le sirvieron para ascender. Tuvo que conformarse con un trabajo civil y hacer el curso para brigada. Hasta 1969 duraron los trámites para concederle su Medalla Militar. Fue ya como teniente en la reserva que se hizo justicia y hace unos pocos años, en la cuna de la Infantería, se homenajeo a este ESPAÑOL como se merece.
En mayo de 2005, a la tercera fue la vencida, Don Ángel Salamanca Salamanca, dejó, esta vez sí, este mundo.
Bibliografía: Esclavos de Stalin, Ángel Salamanca Salamanca y Francisco Torres García. Colección Denuncia.
Don Ángel Salamanca narrando la batalla de Krasny Bor