lunes, 11 de octubre de 2010

LAS GUARDIAS VIEJAS DE CASTILLA.

Jinete ligero y Guardia Vieja de Castilla
La guerra de Granada, con la victoria en la cual se daba fin al proceso de la Reconquista, sirvió también para marcar el inicio del cambio en la forma de hacer la guerra. El concepto de guerra medieval empezaba a verse superado por una nueva forma de organización bélica que dio lugar a lo que se ha llamado La Revolución Militar Moderna. Conjuntamente, esta guerra también abrió los ojos a los Reyes Católicos, grandes vencedores de la misma, ya que vieron que si querían mantenerse fuertes en la monarquía no podían depender tanto de los ejércitos privados de los nobles. Es así como, partiendo de la base de sus tropas reales se crean las Guardias Viejas de Castilla, a través de una ordenanza fechada el 2 de Mayo de 1493. Las Guardias Viejas de Castilla recibieron en la propia Granada el que sería su estandarte, verde (seguramente por ser uno de los colores predilectos del vencido islam), con el escudo de los Reyes Católicos en el centro, destacando que en lugar de llevar la granada abierta (por estar conquistada) en el mismo, lleva cuatro en los ángulos del paño. Se puede considerar con bastante certeza que será este el primer ejército regular profesional de España. La ordenanza de este año, junto a la instrucción del año siguiente y otras tan importante como la ordenanza de 1504, en las que ya se organizan el resto de armas, dando especial importancia a la nueva infantería, son el embrión de ese ejército profesional que en manos del Gran Capitán, tantas victorias y hechos gloriosos dio a nuestra patria.


Escopetero y el de la derecha es un hombre de armas en 1508.

Las Guardias Viejas de Castilla eran tropas de caballería, esto se debe a que nada más finalizar la guerra de Granada, los Reyes Católicos ya atisbaban en el horizonte un inminente enfrentamiento con Francia por intereses territoriales en Italia, y si en algo superaba Francia a España en ese momento era en su poderosa caballería, los famosos gendarmes franceses, que solo eran 960, pero muy homogéneos, frente a la variedad de la caballería española, desperdigada entre los diferentes ejércitos nobiliarios. Como testimonio de la época tenemos al cronista Gonzalo Fernández de Oviedo que escribió en su diálogo Batallas y quincuajenas:

“Bien me acuerdo que estando olvidado el ejercicio de los hombres de armas y muy favorecida la jineta a causa de las guerras con los moros de Granada, acabada aquella santa conquista y barruntando o sospechando los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel que cesada la guerra de los infieles la habían de tener contra franceses, proveyeron en hacer dos mil y quinientos hombres de armas ordinarios de guarda (aquí confunde a todos los caballeros como hombres de armas) y crearon capitanes para ellos de cada cien hombres de armas y algunas capitanías de más número, de señores y capitanes ilustres y generosos tales como convenía.”

Por todas estas razones, los Reyes Católicos comprendieron que tenían que tener bajo su control directo a unas tropas de estas características. En un inicio se crearon 25 compañías de 100 hombres cada una. En este tiempo las compañías tenían el nombre de capitanías. Todas las compañías tenían un capitán, un teniente, un alférez portaestandarte y un trompeta. Veinte de estas compañías eran de los llamados hombres de armas y cinco de jinetes. Además había un estado o plana mayor que incluía un capitán general, un preboste o alcalde, un contador general, un alguacil y un escribano.

Hay que destacar que todas las capitanías tenían un teniente, ya que los capitanes eran todos de la alta nobleza y pocas veces compartían el tiempo son sus hombres, de ahí que fuera imprescindible la figura del teniente.

Muy importante de esta época es la aparición de la figura del Sargento, del que enseguida se incluirá uno en cada capitanía, para con el tiempo ir creciendo en número y funciones.

Los hombres de armas iban ataviados como un caballero medieval tradicional, de punta en blanco, con lanza, espada y escudo, algunos también podían llevar una maza. La lanza era de arandela, que llevaba del lado más grueso una protección en forma de embudo para la mano. Para poder usarla necesitaba un ristre, un apoyo articulado fijado sobre la parte derecha de la coraza para poder sostenerla y apoyarla en los momentos de descanso. Estos hombres de armas debían de disponer de dos caballos. Uno de ellos iba completamente cubierto por una armadura y revestido con las armas de Castilla y León. El otro caballo, llamado dobladura, iba sin armadura y lo montaba un paje; su función sería la de servir en la vida diaria del caballero y llegada el caso poder sustituir a la montura principal.

Las otras cinco compañías eran de jinetes, que recibían este nombre por montar a la jineta al estilo moro (con estribos cortos y piernas dobladas en posición vertical desde la rodilla). Son estos los precursores de la caballería ligera. Solo llevaban un casco del tipo morrión, una coraza con faldón o escarcela y protección para muslos y piernas. Como armas de ataque llevaban espada, puñal y ballesta. Podían tener también otra montura, pero no era muy usual como se constata en los estadillos de los tesoreros pagadores.

La tendencia en España empezó pronto a cambiar y aumentaron el número de jinetes, muy útiles en conflictos como la revuelta de los moriscos del Albaicín en el 1500, que se extendió por toda la Alpujarra. Pese a todo, no se podía dejar de tener la caballería pesada de los hombres de armas, indispensables para luchar contra Francia, como se ve en el número de hombres de armas y jinetes en la segunda campaña en el Reino de Nápoles (1500-1501), adonde parten 425 hombres de armas y solo 82 jinetes. A comienzos del siglo XVI nos encontramos con que existen 36 capitanías, siendo ahora solo diez de jinetes hombres de armas, divididos en seis capitanías viejas, tres en la Corona de Aragón y una nueva, sumando un total de 919 hombres. Las otras 26 serán de jinetes, de las cuales trece eran viejas, tres en Aragón y diez nuevas, alcanzando los 2831 efectivos.

Entre estas 36 capitanías están las de Luis de Acuña, Rodrigo de Mendoza, Bernardo y Antonio del Águila y la de Martín de Alarcón, que irán a Italia con el Gran Capitán en su primer viaje a luchar contra los franceses. Las Guardias Viejas de Castilla también prestarán valiosos servicios de guerra en el Rosellón y Orán.

A lo largo de sus dos siglos casi de historia, servirán en sus filas como capitanes, muchos de los nobles más poderosos de España. Las Guardias Viejas de Castilla serán fieles guardias reales, juntos a los Archeros de Borgoña, o las guardias amarillas o españolas, tudescas y otras. Esto durará hasta la llegada en 1700 de la dinastía Borbón con Felipe V, que reorganiza la guardia real en las llamadas Guardias de corps.


Arquero y Portaestandarte Real con el estandarte de las Guardias Viejas de Castilla.

Imágenes: Láminas del Conde de Clonard.
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