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domingo, 4 de marzo de 2012

La Batalla del río Volkhov. Las primeras glorias en Rusia.

Poco después de su llegada a Rusia y de ocupar los sectores asignados, la División 250 iba a ser protagonista de una importante batalla, la que se originó a causa del paso del río Volkhov por las fuerzas del Reich.
Divisionarios cruzando el río
Dentro de las operaciones del planeado asedio a Leningrado, el 16 de octubre de 1941 los alemanes habían conseguido un importante éxito al tomar la ciudad de Nóvgorod. Tras esto, siguieron su camino hacia al norte siguiendo el curso del río Volkhov. Dicho río era de obligatorio paso para la conquista de la ciudad de Lenin. Tras organizar el paso en diversos puntos, en el área de Udarnik, iba a ser la división española la encargada de formar una cabeza de puente que facilitara el paso de las tropas alemanes en ese punto. El mando de la acción recaerá en el jefe del legendario 2º Batallón del Regimiento 269, el comandante Miguel Román Garrido. El río en Udarnik tenía la nada desdeñable anchura de 300 metros. Para franquear esta distancia no era posible el uso de lanchas motorizadas, pues el ruido hubiera delatado la presencia de los españoles. De tal modo, el día 17, se organizó un golpe de mano dirigido por el famoso Teniente Escobedo -entonces álferez-, que con los 49 hombres de su sección  pasó el río en lanchas neumáticas de 8 hombres cada una. Sin contar con ningún apoyo exterior, loen absoluto silencio se lanzaron a la toma de una cota donde había un importante observatorio de la artillería rusa. Tras su toma, tuvieron que volver a emplear todas sus fuerzas para rechazar el contraataque ruso. Aguantaron la envestida de todo el 2º Batallón del 848 Regimiento soviético. Ese medio centenar de valiente fue capaz de hacer retroceder a aquellos 3000 hombres que solo atacaban con el valor que les daba el Vodka. Los españoles llamaron a esta posición “Capitán Navarro”, en honor al primer caído de la 250 en unos combates anteriores.
En este tiempo, el resto de las fuerzas del Regimiento 269 y de otras de la Blau, fueron atravesando el río, teniendo en la otra orilla más de 2000 hombres el 20 de octubre. Allí, los pontoneros españoles de la 54 Compañía instalaron un transbordador con el que facilitar el paso de sus camaradas alemanes
Una vez asegurado el paso, la División Azul continúo su progresión hacia el interior, llegando a tomar varios pueblos, hasta que se vio frenada en los “Cuarteles de Miravevskiia”. En otros sectores, también estuvo presente la Blau, destacando la resistencia en el monasterio de Otesky. Estas y otras batallas merecen capítulo aparte que ya trataremos, valga de precedente lo recogido por el periódico Ideal de Granada en su edición del 20 de enero de 1942:
El Teniente Escobedo herido, luce orgulloso su
Medalla Militar Individual y su Cruz de Hierro.
“El alférez Manuel Herrador Caspedosa, voluntario de la División Azul que se encuentra en Porcuna, ha hecho algunas manifestaciones sobre el comportamiento de la unidad a que pertenece, y en la que figuraba el heroico compañero José Escobedo Ruiz. De este ha relatado sus más destacados hechos, especialmente aquél en que, cierto día, al mando de cuarenta y nueve hombres de su sección, pasó un río con agua al pecho, y, bajo el fuego enemigo, formó una cabeza de puente con el fin de dar paso a su unidad. Momentos después de pasarle y una vez establecida, no sin duros combates, fue atacado por unos tres mil hombres, con gran lujo de material, para impedir la formación de dicha cabeza de puente y, de este modo, el avance de la gloriosa División Azul. El alférez y su sección, con un valor asombroso, escasos de hombres y de municiones, se batieron día y noche con el enemigo, que aumentaba en número, y consiguieron cogerle morteros y ametralladoras que emplearon, consiguiendo rechazar al enemigo, al mismo tiempo que le infligían un duro castigo y le hicieron gran número de prisioneros, además de causarle una elevada proporción de bajas. El día 27 de octubre nuestra división tuvo que entrar al arma blanca, en un pueblo. Cayó herido el citado alférez y fue hecho prisionero por cinco soldados bolcheviques; pero al darse cuenta el soldado Ramírez, su enlace, se lanzó al arma blanca contra los que le conducían, logrando desarmar y dar muerte al enemigo y rescatar al alférez. Dicho soldado fue recompensado en el acto con la cruz de hierro alemana y propuesto para la medalla militar española y el alférez Escobedo le fueron concedidas la cruz de hierro y la medalla militar individual, que se la impuso el embajador de España, conde de Mayalde, prendiéndosela de su pecho, mientras que la cruz de hierro lo fue por el propio general Muñoz Grandes. También ha sido propuesto para la concesión de la gran cruz laureada de San Fernando. Toda la unidad, que participó en esta operación, estaba mandada por el heroico comandante Román, también condecorado con la cruz de hierro y la medalla militar individual por sus altas cualidades en el mando, valor esforzado y sacrificio. Otro hecho que despierta profunda admiración por nuestra división es el ocurrido al mismo batallón que mandaba el comandante Román. Este pidió un voluntario para mandar un parte a otro batallón, a cinco kilómetros de distancia de aquél y al que había de llegar por bosques ocupados por francotiradores. Se ofrecieron todos los componentes de la unidad; pero destacó por su decisión, un muchacho de dieciséis años, al que le comandante le dijo que no estaba en plan de humor, contestando el muchacho que si para aquello no servía que le pegara un tiro. Tomó parte el pequeño y, a los cuarenta y cinco minutos se presentó en el otro batallón con dos tiros en el pecho y otros dos en el cuello. Al recibirle quisieron llevarle a toda prisa al botiquín; pero se negó rotundamente hasta que puso en manos del comandante el parte en cuestión. Minutos después caía desmayado por la pérdida de sangre sufrida. También este muchacho ha sido propuesto para la laureada de San Fernando. En otra ocasión, cierta noche, al pedir voluntarios para dar un golpe de mano, se presentaron todos al oficial encargado de dirigir la operación. Uno de los no seleccionados se presentó al oficial y le dijo: “Mi alférez, anoche fue Fulano, hoy Zutano y nosotros nunca hemos ido. Si es que no valemos como los demás, pégueme un tiro”. También ha sido muy elogiado lo hecho por “La Parrala”, uno de los batallones que manda el comandante Luque, cuando un día, al encontrarse en situación apuradísima, un grupo de soldados cantaban, mientras luchaban, la popular canción. Un general alemán, que en unión del general Muñoz Grandes observaba la operación, junto con el ruido de las armas y explosiones percibió el aire y la alegría de la canción y preguntó a este si aquél era un himno pidiendo refuerzos. Muñoz Grandes le contestó, por medio de un intérprete, que aquello era una canción de gracia española. El general alemán, emocionado, dejó los gemelos, abandonó su observatorio y cuando volvió al lugar de la acción, después de terminada ésta victoriosamente, condecoró con la cruz de hierro a los 184 soldados que en ella habían intervenido. Aún queda otro exponente glorioso de nuestros soldados. Un día es el teniente Galiano que manda una sección de asalto, que a los tres días de la anterior operación, pasa un río con seis botes y ya con un cabo herido llega a la otra orilla, vuela con un cartucho de trilita la posición donde había cincuenta rusos y alcanza, con el cabo herido, nuestra orilla. Asimismo fue condecorado con la cruz de hierro y la medalla militar individual. En las operaciones que se realizaron contra otra determinada posición soviética, este mismo teniente logró apoderarse de una ametralladora enemiga y asaltó con bombas de mano otro nido de ametralladoras. También ha sido propuesto para la laureada de San Fernando. El alférez Herrador ha hecho desfilar ante nosotros la cinematográfica visión de estos hechos ya relatados y de otros muy numeroso, así como también ha descrito el recibimiento que primero en las estaciones españolas y, después, en las alemanas, les hacían a su paso, vitoreándoles el público constantemente, envidiosos y ansiosos de compartir su suerte. Otra gran emoción –dice- fue la de la jura de la bandera en el campamento alemán, acto en el que la nuestra ondeaba junto a las demás amigas, todas gloriosas, en el que juraron todos dar la vida, si preciso fuera, para dejar en el último baluarte enemigo nuestra enseña siempre invencible.”

Bibliografía: Esta y más información en el excelente foro de memoriablau.foros.ws

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