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domingo, 24 de abril de 2011

Carlos de Haya, el ángel del Santuario.

Carlos de Haya
Hablar de Carlos de Haya es hablar de un inventor, de un hombre record, de un gran aviador, pero sobre todo, es hablar del ángel de la guarda de los asediados en el Santuario de la Virgen de la Cabeza.


Nacido en Bilbao en 1902, con 16 años ingresa en la Academia de Intendencia, saliendo como Alférez tres años después como número 2 de su promoción. Tras un primer destino en Burgos, pronto siente la llamada africana y parte hacia Marruecos, donde a pesar de no ser de un arma operativa, no por ello es ajeno al peligro, pues en aquella época y en aquel lugar, todo el mundo vivía al filo de la navaja. Y, tener que llevar convoyes a las zonas más calientes, siendo así objeto predilecto de las balas enemigas, no era algo carente de dificultad.

Será en 1925 cuando empiece su carrera como piloto, al ir a Albacete a hacer el curso civil, para continuar su transformación en Cuatro Vientos y titularse en la 27 promoción de pilotos militares. Retornó enseguida a África para continuar participando en la guerra, esta vez realizando bombardeos a posiciones enemigas, con un solo paréntesis de dos meses en el que se sacó el curso de piloto de hidroaviones. En esta época conoce a otros grandes aviadores como García Morato y aún estando en guerra, aprovecha para perfeccionarse y realizar cursos de paracaidismo, radiotelegrafista y mecánico de avión. En 1927, en una de las últimas acciones de la guerra, es herido en su avión, siendo por ello citado como distinguido.

Una vez finalizado el conflicto africano, se vuelva en la faceta de aviador deportivo consiguiendo tres records del mundo de velocidad, el de 2000 y 5000 kilómetros sin carga y el de 2000 kilómetros con 500 kilos de carga comercial. Otras hazañas que consiguió fueron la primera vuelta a España de noche, la vuelta a Europa en avioneta de 80 cv, y el vuelo directo de Sevilla a Bata (Guinea Ecuatorial), atravesando 4.500 km. y 27 horas de vuelo. Por esta última hazaña y sus records recibió dos Harmon Trophy, que es un prestigioso trofeo mundial que se da una vez al año a los aviadores más destacados. Además recibió el Diploma de Honor y la Medalla de Oro de la Liga Internacional de Aviadores.

Como inventor ideó un integral giroscópico conocido como “integral Haya”, que donó al gobierno, un calculador de vuelo y una bomba H de metralla incendiaria. Para el que quiera saber más sobre sus records e inventos recomendamos la siguiente web dedicada a su figura:

www.carlosdehaya.com

Pero donde este piloto se cubrió de grandeza fue con su actuación en el asedio del Santuario de la Virgen de la Cabeza. Independientemente de ideologías, la labor humanitaria de este hombre para abastecer a una posición llena de mujeres y niños, es indudable. Realizó más de 90 vuelos y dejo claras muestra de su ingenio de inventor. Para que los paquetes que lanzaba al santuario no se destrozaran al caer, los ponía en cestos que ataba a las patas de unos pavos vivos, que al empezar a aletear para conseguir alzar el vuelo, amortiguaban la caída de estos suministros. Además al caer, los propios pavos servían de víveres a los asediados.

Tras la caída del santuario, es agregado al grupo de cazas italianos “Aso di Bastoni”, por lo cual se le dota con un moderno Fiat CR32. En la Batalla de Teruel, volviendo rápidamente de Bilbao, donde había asistido al funeral de su madre, se estrella contra un avión republicano y muere. Había volado una media de 40 horas mensuales en los 19 meses que había participado en la guerra, algo superado solo por Ángel Salas Larrazábal. Su muerte causó una honda pena en la aviación española, tanto en su bando, como en el contrario, en el que había varios de sus alumnos de la Escuela de Mecánicos de Aviación, donde había sido profesor y donde era aborrecido por los servicios médicos, pues los mantenía despiertos hasta las tres de la madrugada, mientras sus alumnos hacían practicas nocturnas. Una muestra de su carácter, como cuando se negó a llevar al General Franco, del que era piloto particular, tras haber participado en el paso de tropas por el estrecho al inicio de la guerra, cuando este le pidió realizar un viaje en unas peligrosas condiciones meteorológicas. Una vez se hubo negado, hizo el solo el mismo trayecto, para demostrar que no era por falta de valor, sino por responsabilidad y por la seguridad del jefe del bando nacional.

A título póstumo recibió la Laureada de San Fernando y la Medalla Militar Individual.

La guerra y su muerte, junto a la de otros ases, impidieron que la aviación militar española hubiera seguido el gran desarrollo que llevaba, en vanguardia del mundo en muchos aspectos.

En este pequeño corte de la película El Santuario no se rinde se puede ver como el Capitán Carlos de Haya era él ángel del Santuario.
Bibliografía:
http://www.carlosdehaya.com/

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